miércoles, 2 de marzo de 2011

Sobre literatura, cine y suicidio.

Yo doy mucho en pensar algunas cosas. Anoche he dado vueltas sobre si en mi perfil debería haber enumerado una lista de películas y libros. Aunque los títulos que he puesto son importantes, fueron los que encontré ayer más a mano en mi memoria; hay muchos más, injustamente preteridos.
Ahora voy a escribir del libro que más influyó en mí: "Las desventuras del Joven Werther" de Goethe. Considero que es una lectura que debería estar prohibida para menores de 25 años; y yo tuve la desventura de leerlo a los 15 ó 16.
El Werther es la consagración de un amor romántico en el que el protagonista, (y no lamento nada destriparlo) se suicida, y su acción deja en el lector el regusto de que comete, no una estupidez, sino una obra de arte. Además, con la desesperación amorosa y la final inmolación del héroe, se produce la alquimia de convertir a la adorable amada, en la mala insensible que tendrá merecidos remordimientos para la eternidad, por no haber accedido a irse con el jovenzuelo artista, dejando a su marido e hijos.
El libro, por supuesto, está muy bien escrito -a mí me gusta sobremanera el género epistolar- y en su tiempo se que causó gran empatía, con las consiguientes imitaciones, que habrán continuado goteando a lo largo de estos dos siglos.
De aquella manera, el suicidio poético se me postuló como una manera de trascender literariamente (por aquellos años yo andaba en la crisis de descreimiento de Dios y del cielo), y yo tengo especial interés en trascender (no sé si se me nota).
Total, que la idea del suicidio se me quedó como una benigna salida y el amor platónico como el principal motor para lograrlo: o la felicidad o el suicidio.
Llegué tarde a la masturbación y juro que nunca lo hice con mis amadas platónicas, que me inspiraban sólo un largo beso de The End. También llegué, mucho más tarde, al sexo y eso que soy simpático, y era proporcionado y guapo. Cuando miro las escasas fotos de aquella época, concluyo que mi adolescencia corpórea fue un desperdicio para el género femenino. Con el paso de los años, repasando actitudes y propuestas, me di cuenta de que hubo algunas chicas que lo intentaron conmigo, pero mi despiste y mi seguimiento a los vahídos del profeta Werther, hicieron que perdiéramos aquellas oportunidades.
Por otro lado, hasta que no viví de cerca suicidios no me di cuenta de lo terrible que es eso.

No me influyó, y no es una obra maestra, pero existe y ha tenido considerable éxito, una película de Sofía Coppola que se llama "Las vírgenes suicidas"; es bonita, pero igual de peligrosa para la adolescencia que el Werther o la anorexia. Lo peor es que me parece que está dirigida a ese mismo público que puede hacer tanto daño. Porque su mensaje no tiene vuelta de tuerca. Y eso de matarse no es estética, ni una broma.

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