martes, 26 de abril de 2011

Manuel Azaña

  Nunca hasta hace un par de días había leído conscientemente su obra. ¡Y qué consciencia! su imagen  soportaba en mí los años de caricatura: un hombre gordo y con gafas y una verruga, un mal perdedor pintado de rojo, un fantoche entregado a los soviéticos. Pero no ignoraba que el presidente de la República ocultaba a un intelectual. Sabía que escribió alguna obra teatral, también algo de crítica literaria, que su cuñado Cipriano Rivas Cherif estaba muy cercano a Lorca, pero su imagen política era tan denostada que me impregnaba la maledicencia.
El franquismo eliminó por malsonante el nombre de un pueblo de Toledo llamado Azaña, para cambiarlo por Numancia de la Sagra. (En esos primeros años del franquismo, cambiaron de nombre por ejemplo a uno de los pueblos relacionados con  Lorca, que se llamaba Asquerosa, por Valderrubio, a dos pueblos de Ávila llamados Escarabajosa y Grajos los sustituyeron por Santa María del Tiétar y San Juan del Olmo). El franquismo también añadió por ejemplo el nombre de uno de sus generalazos -Yagüe-  a un pueblo soriano llamado San Leonardo. A otro pueblo de Valladolid le hicieron llamarse Quintanilla de Onésimo por el fundador de las JONS Onésimo Redondo, [que por cierto aún se llama así] y muchas personas siempre dirán el Ferrol del Caudillo.
Me estoy perdiendo; los vencedores hicieron malsonar “Azaña” como escarabajos o grajos asquerosos. Es muy injusto y si yo fuera de aquella localidad reivindicaría su antiguo nombre.

Pero yo quiero reivindicar a Manuel Azaña Díaz. El pasado día 23 compré un libro de la Editorial Crítica de Manuel Azaña “Causas de la guerra de España” y estoy disfrutando su lucidez, su perspectiva, su análisis, su prosa. Son artículos que escribió en 1939 en Francia, ya derrotado:
Habría que escudriñar lo que el carácter español, su energía explosiva, pone de violencia peculiar en todos los negocios de la vida. Y con qué facilidad el español sacrifica en público sus intereses más caros a arrebatos del amor propio.(…) Esta disposición trágica del alma española, inmolada en su propio fuego, produjo ya en nuestro pueblo, mutilaciones memorables, que tienen más de un rasgo común con el resultado inmediato de la guerra civil.
Sobre el anarquismo egoísta que le explotó en las manos:
El gobierno republicano dio armas al pueblo para defender los accesos a la capital. Se repartieron algunos miles de fusiles. Pero en Madrid mismo, y sobre todo en Barcelona Valencia y otros puntos, las masas asaltaron los cuarteles y se llevaron las armas. En Barcelona ocuparon todos los establecimientos militares. El material, ya escaso, desapareció. Quemaron los registros de movilización, quemaron las monturas. En Valencia, los caballos de un regimiento de Caballería fueron vendidos a los gitanos a razón de cinco o diez pesetas cada caballo(1). Al comienzo de una guerra que se anunciaba terrible, las masas alucinadas destruían los últimos restos de la máquina militar, que iba a hacer tanta falta.

Copiaría mucho más. Después de leer a tantos Hugh Thomas, Jasckson, Preston, Gibson... buscando esa distancia ecuanimidad y rigor, se encuentra uno que el que mejor lo explica es el más enfangado protagonista, deprimido y al borde de la muerte al acabar la contienda. ¡Qué gran pérdida!

(1) esto mismo me contó que hicieron algunos milicianos de Cuevas del Valle: robaron los ganados que pastaban en la sierra y los bajaron a vender a Talavera de la Reina. Ahora lo doy más crédito.

lunes, 25 de abril de 2011

“¡Están locos estos romanos!”

Estas vacaciones estuvimos en el noroeste de la provincia de León. La Catedral y el Palacio Episcopal de Astorga, [la bimilenaria y amurallada Astúrica Augusta, cruce de caminos desde antes de aquellos tiempos] colmaron nuestras expectativas y ya justificaron los kilómetros.
Guardamos en el alma el trayecto de Astorga a León por la carretera. Frente a nosotros, camino de Santiago, encontrábamos personas de paso firme o lánguido, muchos con las espaldas inverosímilmente sobrecargadas, batiendo el polvo renovado de un milenio de fe y deseos de conquistar horizontes, colores y arte. Eran gentes de altas y medias edades, todos con aspecto de europeos. El pulso de una arteria de Europa latía a nuestra vista, en el arcén y en los caminos de tierra; eso sentí, como si hubiera llegado a un extremo de una raíz de mi propia historia.
Mas adelante del Camino de Santiago en Las Médulas la fe no movió, -que despanzurró-, una montaña, la fe del oro, la ciencia del desmenuzamiento científico, de músculos y sangre empeñados, de derrumbamientos… Todo para el oropel y el poder de cambio del imperio romano. Trescientos años horadando túneles y, a falta de explosivos, ingeniándose para conducir aguas que reventaran la montaña para que esparcieran el tesoro de sus pepitas en una nueva llanura.
Mi padre ha sido picapedrero y cuando se llevaba el martillo y los punteros a la cantera, yo pensaba que con ellos labraba los duros y las pesetas que nos gastábamos. En las Médulas sí arrancaban directamente moneda; el sudor que allí dejaron nuestros antepasados estremece con ecos de derrumbes y el agua de lluvia aún sigue erosionando las tripas de las tierras que ahí quedaron para nuestro asombro.
La misma avaricia que contamina el mar al reventar la plataforma de BP y el emplazamiento frente a los maremotos de la central de Fukusima, nos hace pequeños ante los elementos desatados, pero aquí, los romanos con su fuerza y organización de hormigas, al descubrirlo nos hicieron exclamar como a Obelix: ¡Están locos estos romanos!




martes, 12 de abril de 2011

FUSILAMIENTO 19 DE AGOSTO DE 1936

Esta es una imaginación de lo que pudo haber vivido uno de los 10 fusilados de Cuevas del Valle al anochecer, en el Paraje de Viña Esquinada, término municipal de Mombeltrán.

Despierto en una noche cerrada, algo viscoso me mojó la nariz y luego me ha rozado los labios; está salado. Tengo frío y no me puedo mover. Intento tocarme la boca con la mano, pero la tengo atada, al tratar de traer mi mano me doy cuenta de que viene otra mano. Me escuece la tripa, quiero limpiarme la boca con la mano, pero está atada a otro brazo. Estoy calado, la ropa se me pega. Me duele la cabeza. Parece un sueño, pero oigo grillos. Oigo grillos y miro las estrellas; las veo bien, abro y cierro los ojos, cada vez brillan más, no puede ser un sueño. Hay muchísimas más estrellas que grillos, me intento mover, zafarme de estos pesados ropajes, hay ropajes y carne fría. Es agosto. Pero tengo frío y también un dolor muy fuerte y muy vivo. Yo estaba encerrado en la iglesia, éramos catorce. Me doy cuenta que es sangre lo que me corre por la cara, pasa por mi pelo, pasa por mi cara y soplo porque rechazo tragarme el hilillo salado y dulce. No siento mi pierna derecha, estoy seguro de que la sangre que me corre por la cara no es mía. No sé si me he meado, siento humedad en la otra pierna. Oigo los grillos y mi respiración. Todo lo demás parece quieto.
Ahora recuerdo: estábamos en la iglesia y nos han subido a un camión. Nos iban a matar; por fin lo han cumplido. Nos han atado, el de mi mano derecha debe ser Tío Hilario, este de encima es Don Diego el cura. Debo estar bebiendo su sangre. El hombre trató de aguantarse lo que pudo de no cagar dentro de la iglesia, pero han sido cuatro días allí encerrados y no nos dejaban salir. No les hubiera costado nada vigilarnos mientras bajábamos a hacer nuestras necesidades al arroyo, pero les hacía gracia que no tuviéramos más remedio que cagarnos y mearnos en nuestra iglesia. Un día, Tío Florián se cabreó, "¿esto es la revoloción? ¡pero qué creéis que esto es la revolución!, ¿que tengamos que cagarnos en la iglesia?" "¡esto es una revolución de mierda!"
Han respondido de fuera "A ver si entro y te doy un par de hostias en la iglesia, ¡Callarse de una puta vez! ¡me cagüendios!
Me viene a la cabeza que nos han atado, y nos han subido al camión, al otro lado venían unos albañiles y un carpintero, le conozco, es de Arenas de San Pedro. También venían otros dos de Arenas, de vigilancia, con un fusil. Maldita sea, nos han matado. Era ese maldito coche negro, tenía pintadas las letras F.A.I.; ahí venían los matones.
Nos han bajado. Han discutido, los soldados de arriba del camión no querían bajarse a disparar. Entre el miedo yo he deseado que se liaran a tiros entre ellos, he pegado un tirón a la cuerda, pero me ataron bien. No tenemos salvación “encomiéndate a Dios, hijo”, me ha dicho Don Diego.
Nos han puesto delante de los faros del coche. A los dos lados se han colocado los que iban a tirar.
Ahora lo recuerdo bien, no han tirado todos a la vez. Han sido muchos tiros, cada fusil de esos mauser tiene cinco tiros, seguramente nos han tirado un total de...  cinco por cinco: veinticinco tiros. Es terrible, yo he sabido multiplicar, y no como  mi padre, que sólo sabe sumar, sé multiplicar y me voy a morir al lado de estos hombres.
Rezaré el señor mío Jesucristo dios y hombre verdadero..(...)propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuera impuesta, amen.
Parece que no me muero. A lo mejor no me han acertado y tengo la pierna entumida, a lo mejor no me desangro y viene alguien a salvarme. Pero tengo sed, tengo sed y frío, me mareo, me escuece la tripa, me dan arcadas. Yo creo que ya he salvado mi alma, Dios, Dios. No, seguro que me han dado en la pierna un poco arriba de la pierna. No correré más los toros. Ni veré correrlos. La vida se me está yendo por la pierna, la siento como muerta. Voy a respirar, que fresco está el aire, me sabe bien, pero no es suficiente, No pisaré las uvas de este año. ¡Dios! Me muero...

jueves, 7 de abril de 2011

LA PRIMERA TARDE BOCHORNOSA DEL AÑO

Son las tres y pico de la tarde y me entra soñarrera. Me tiendo en el sofá pensando en el sopor de esta hora y en calles vacías. Pero he vivido en muchas ciudades y sé que hay gente que ahora se está moviendo: los que salen de comer de los restaurantes y los que friegan los platos; los que van a tomar cafés y los que colocan los sobrecitos de azúcar en los platillos. Hay miles de trabajos que ignoro, pero sé que ahora en Nueva York son las nueve y pico de la mañana, y lo sé porque fue sobre las nueve lo del 11 de septiembre de las Torres Gemelas, y en mi casa eran las tres. Aquella ciudad seguramente bullirá de actividad como no he visto yo nunca. Qué cosa más antitética: me debo sueño y voy a permitirme cobrármelo; entonces, hace casi 10 años, alguien dio el latigazo del siglo y espabiló todas las soñarreras europeas como la mía.
La historia se acababa y el mundo, después de un siglo tan violento, tenía un sueño de cabal madurez, pero ha pasado una década y  podemos decir que, en este XXI, le seguimos dando trabajo a la historia.
Acabo de ver en una enciclopedia que la Nebulosa del Cangrejo es una supernova que explotó hacia 1054 y sus pedazos llevan desde entonces viajando y ahora lo hacen a 1.500 kilómetros por segundo. La nebulosa no es más que la onda expansiva, viva desde aquel acontecimiento. Menos mal que los lixiviados acuosos de Fukushima no pueden viajar ni a una millonésima parte de esa velocidad y se irán diluyendo sin completar el camino hacia la destrucción de mi bienestar. ¡Qué energía más poderosa nos rodea!. El viejo universo: eso sí es historia, antigua, contemporánea, futura... Y yo mientras tanto, inane, entro en coma dulcemente, escuchando un cd de la época cool de Miles Davies.