lunes, 9 de mayo de 2011

Tengo que acabar mi libro sobre la Guerra Civil.


Pero no tengo fuerzas. Hace algunos años que nombré en el ordenador a todos los documentos “2010” porque sería la fecha del alumbramiento. Al volver de las vacaciones veraniegas y de las piscinas de 2010 tenía tiempo, pero decidí lanzarme a escribir para ese concurso literario de Arévalo que gané y que inicia este blog. Con el pretexto de publicarlo inauguré estas páginas públicas; de vez en cuando emergía yo un poco de ellas y hasta me sentía cómodo escribiendo mi libro; pero poco; me cansa, me da pereza. Ahora me siento comprometido con el blog, sé que tengo fijos de España y América; alguno pica, pero hay menos gentes de  países europeos. Hace poco me visitaron de la India. Supongo que un buscador les habrá enviado aquí por algún palo que yo haya tocado.
Una mañana que he tenido libre debería haber escrito, pero me dije a mí mismo que estoy muy gordo de tripa y debería hacer abdominales ¡cualquier cosa con tal de no lanzarme a escribir!
No me resultaron esos ejercicios tan duros como otras veces: primero hice calentamiento con la bici estática, luego hice fexiones, abdominales y lumbares, y después me duché, cosa que siempre me da pereza. Menos que lanzarme a repasar las fotos de manuscritos que están aquí al lado, o las cintas de voces de viejos que tengo que reescuchar, o las correcciones de estilo, y sobre todo, los planteamientos de qué coloco delante de qué, para ser más atractivo al lector.
Ahora he tomado entusiasmo por Azaña; tengo entre mis manos un volumen de memorias políticas de muchas páginas (683) y me espera otro similar que trata de la guerra. No necesito leerlos para mi obra, que es rural y de motivaciones más simples, lejos de la soberbia, la ironía y el conocimiento de este grandísimo político  que menospreciaba a sus colegas. Sólo respetaba a los intelectuales; en 1931 está muy preocupado por lo que piensa José Ortega y Gasset, y por lo que piensa de él, quiere creer que se admiran mutuamente. También respeta a Unamuno que por entonces también era parlamentario quijotesco, y se preocupa de dar un cargo a Valle Inclán, hombre desordenado en lo económico y en lo político, pero muy querido por Azaña.
Recomiendo su lectura de estas memorias, en ellas se ve lo que piensa un político de sí mismo y de todos los que le rodean. Son tremendamente reveladores sus temores y calrividencias, más cuando se sabe lo que ocurrió después.
Me apasiona  lectura, a ver si la acabo y no tropiezo con nada que me distraiga de mi misión. Porque hacer abdominales no es algo que pueda conseguir entretenerme mucho tiempo. Es muy duro. Ojalá por lo menos adelgace.

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