viernes, 21 de octubre de 2011

La noticia más esperada.

Se acabó ETA. Estoy algo decepcionado por que la gente no haya salido a celebrarlo a la calle como la victoria del mundial de fútbol. Falta la imagen de una canción, un estallido de alegría. Han sido muchos años perdidos de miedos, de angustias, muchos daños, muchos heridos, muchos muertos. Muchas vidas malogradas, incluidas las de los terroristas y sus familias. A partir de ahora se liberarán muchas cabezas de esa preocupación. Pienso en mi excompañera de trabajo Guadalupe, madre de un Guardia Civil, con quien compartí el estremecimiento de los últimos asesinados en Palma de Mallorca.

Por fin vamos a ser un país normal, con delincuencia normal y la sola preocupación del terrorismo islámico que, al ser mundial y –afortunadamente- excepcional, no es el continuo machacarnos que ha sido esto durante tantos años.

Es una lástima que los vascos no hayan tenido el valor de salir a la calle a celebrarlo. Supongo que a algunos les da vergüenza y a otros les sigue dando miedo. Pero hoy son mucho más libres y me alegro por todos.

También me alegro por Zapatero. Lo ha hecho muy bien y, también con el tiempo, tendrán que reconocérselo.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Me sobra un sobre.

Por ahí andan mensajes que invitan a boicotear al Senado. Estoy de acuerdo y quiero proclamar que creo en la democracia y por eso iré a votar con el sobre del Congreso de los Diputados, que más o menos nos representa, y además elige al Presidente del Gobierno.
Pero no llevaré sobre para el Senado.
Me sobra el Senado.
Me parece absurdo gastar dinero en una cámara que se ocupa de una segunda lectura de las leyes. Hay demasiados políticos profesionales en España.
Y lo que necesitamos son personas que limpien los bosques.

Os invito a no votar al Senado. Deseo que seamos somos muchos los que no llevemos ese sobre que sobra. A ver si se dan por enterados y  un año de estos lo cierran para dedicar el dinero a otras cosas.

lunes, 17 de octubre de 2011

EL PRIMER DESENGAÑADO (Y RECURRENTE)

 
Durante casi treinta años he estado acumulando libros sin leer. Solía adquirir las ofertas de lanzamiento de las colecciones que salían y siempre he estado atento a las ferias del libro de ocasión. Actualmente compro muchos en el rastro de Béjar, aparte de que mi amigo Ovidio me ha regalado bolsas de libros. Ahora estoy de lector voraz, porque como Fernando Savater me considero más lector que escritor (tomadlo con ironía, no puedo compararme con este admirado escritor, del que atesoro en casa varios libros, también sin leer)

Ocurre que gusta variar y descubrir en mis avaras estanterías: suelo entreverar mis lecturas, literatura en español, con historia o biografías, algo de filosofía, también tengo de viajes.., y los libros me asaltan o los abordo yo, a veces me rechazan. Me ha rechazado Proust, Ada o el ardor de Nabokov, Paradiso de Lezama Lima, Años y leguas Gabriel Miró, no acabé la Vida de Estebanillo González, ni el Quijote de Avellaneda, pero algún día los atraparé con buena disposición y todos serán míos.

Ahora estoy leyendo el primer libro de cuentos de Guillermo Cabrera Infante. Se llama Así en la paz como en la guerra y es de 1960.

 Lo conocido de este gran escritor es que era recurrentemente anticastrista en todas sus entrevistas y supongo que no nos caía bien a los que nos queríamos sentir de izquierdas; habiendo tanto que leer, por qué perder el tiempo con un cubanazo tan localista como parecía (y es) y de propina tan machacón en eso de repetir cosas como que había conocido a Fidel Castro cuando no era más que un gángster. Y luego con ese aspecto distante de sapo engreído... (supongo que esta imagen me la indujeron otros) Total que aunque compré sus libros por prestigiar mis anaqueles. Los tenía arrinconados, bastante más arrinconados que otros.

Supongo que después de que se me cayeran los palos del sombrajo con Silvio ha sido un buen momento para leer a Cabrera Infante  y  ponerme al día con los ejemplares de su autoría que atesoro. Y aquí me tenéis, disfrutándole. Este libro tiene catorce cuentos, cada uno precedido de un entremés que llama “viñeta” cuya temática “recurrente” es la persecución y torturas de los esbirros de Batista a los que estaban conspirando para traer la revolución. S propio padre según narra en “Habana para un infante difunto” escribía en un periódico comunista. Se entiende que una vez desencantado del castrismo, del que  fue un cargo importante en la cinematografía, y habiendo escapado de la revolución, tenía los anticuerpos muy activos.

Desde aquí recomiendo los cuentos “Un nido de gorriones en un toldo” que es delicioso (uno agradece a los cubanos, animales tan políticos, que hablen de temas apolíticos) y una reivindicación feminista “Una mosca en un vaso de leche”.

lunes, 10 de octubre de 2011

Antiguallas.

Hace cuatro años y medio que decidí emprender el libro de la guerra civil en las Cinco Villas de Ávila. Encontré el pretexto para comprarme una grabadora de casete.

Siempre quise tener una, veréis: hace veintitantos años en Salamanca yo acudía a todos los conciertos para guitarra que se celebraban. Tampoco no faltaba nunca un japonés, Takashi Miura, con el que al final trabé amistad e intercambio de partituras, que se grababa los conciertos con un pequeño aparato. Le envidiaba, porque podía llevarse las músicas a casa; quedaba mucho tiempo para que existiera Youtube, (donde uno puede escribir el nombre y el autor de una pieza y seguramente encontrará cinco o seis versiones de profesionales o de aficionados) para escuchar una obra de la que podíamos tener la partitura. En aquellos tiempos, aquel aparato era un capricho fuera de mi alcance.

Veinte años más tarde tenía, al emprender mi libro, el pretexto para comprarme esta grabadora.



Me duró poco: 2 años; pero considero que amorticé los 30 euros que me costó; grabé muchos de los juicios que celebraba: me fue muy útil para transcribir las actas y justificar las sentencias, y muchas conversaciones de viejos de la guerra, que estoy  volviendo a escuchar ahora. Mi mayor error fue emplear cintas de 90 minutos, que fueron desgastando la potencia del motor. Ante las agónicas voces ahogadas que me devolvía al final, hube de sustituirla por una grabadora digital, mucho más pequeña, que minimizaba los problemas de pila y superé definitivamente esa angustia de no saber si saltaría la cinta y tener que interrumpir el hilo de una conversación para dar la vuelta  al casete.




Ahora se me tuerce lo que hizo que me pusiera a escribir esta “entrada” y pienso en todo lo que ha cambiado a mi alrededor en cinco años. Entonces no tenía cámara digital, llevaba una analógica réflex con la que hacía pocas fotos muy reflexionadas, ahora hago cientos, muchas de ellas casi repetidas, que luego cuesta decidirme cuál borrar. También usaba disquetes para copiar los documentos del ordenador, (ahora tengo dos pendrives).

Todo se ha hecho más barato, más cómodo, dejando por obsoletos antiguos objetos de deseo, que costó tanto tener y que hoy cuesta encontrarles un sitio. Sin embargo, mirando, aún es más importante todo lo que me sirvieron en sus limitaciones, que lo que ahora es tan fácil.

La vida era así, envejezco oyendo ruidos internos por todo mi cuerpo, los polos se están derritiendo, las costas españolas se colmataron de construcciones, la agricultura se acabó en muchos sitios, la industria, el trabajo, desaparecen por doquier, agosto acaba de extenderse hasta octubre, pero vendrá el otoño, ¿o será una antigualla más?

martes, 4 de octubre de 2011

Receta americana para acabar con el défict público, saneando el país.

Hace unas semanas Elvira Lindo contó, en Radio Nacional, la anécdota de un motorista accidentado en Estados Unidos que suplicaba “¡por favor, no me lleven al hospital, que me arruinan la vida!”.

Aquí no sería necesario que la sanidad cueste a los usuarios lo que cuesta a la Administración. Aunque sólo sea la mitad, se darían cientos de casos como éste y otros no tan sangrantes, pero igual de efectivos contra el déficit del sistema.

La economía de la Seguridad Social y del Estado se sanearían. No es sólo lo que se ingresaría, que sería un dineral; la gente volvería a guardar el dinero por si fuera necesario para una operación, como se hacía antes. (No olvidemos que en estos momentos es necesario ahorrar para comprar Deuda Pública y también para depositar en a los bancos que tienen demasiado dinero colocado en bombas de efecto retardado que son muchos pisos que la gente no podrá pagar).

Volviendo al coste de la atención médica: por el camino moriríamos darwinisticamente un montón de personas (la mayoría, un lastre económico y social). Muchos no usaríamos la sanidad hasta que no nos viéramos con el agua al cuello; y eso sucedería, casi siempre, demasiado tarde.
Miles de pensionistas, mi padre entre ellos, siguen y seguirán cobrando su pensión y originando gastos en revisiones y medicinas gratuitas, gracias a que en su día la benéfica sanidad pública les detectó un cáncer y recibieron las quimioterapias y radioterapias necesarias para superarlo. Mi padre es ahorrador, así que hubiera podido pagar esas atenciones, pero mucha gente no podría y morirían dejando de cobrar pensiones y gastos múltiples en sanidad.

Porque el triunfo de la sanidad pública es el cáncer de su ruina. Todo lo que se progresa en prevención y en salvación, cada nuevo descubrimiento -de esos que son la única buena noticia que dan las radios-, multiplica los gastos presentes y futuros, y es, o será a muy corto plazo, insostenible.

El hombre es un animal con “obsolescencia programada”(1) y eso económicamente es lo que hacía viable a la Seguridad Social del Siglo XX. Con tanto avance médico, tanta prevención tantos análisis correctores, tanto dejar de fumar y las grasas,  tanto pescadito a la plancha y paseito mañanero, nos acercamos al cataclismo colectivo.

Yo mismo, de no haber tenido conjuntivitis o en el caso de que me hubiera costado 50 euros el análisis que detectó mis triglicéridos, (soy muy tacaño y no hubiera visto necesario tanto gasto) pesaría actualmente 6 kilos más de los que peso, y mi páncreas seguiría sufriendo y dañándose por ese desequilibrio entre los ingresos y gastos de grasa, demanera que poco a poco, hubiera muerto prematuramente. El sistema se hubiera beneficiado. Un parado menos a cobrar.



(1) se habla de obsolescencia programada de los bienes duraderos, como la crisis que sufren al cabo de un tiempo los aparatos para que no se puedan arreglar y necesitemos  comprarnos otros. Estas deficiencias en los materiales o en los mecanismos que la industria podría evitar y no evita, hace que sigan existiendo industrias y tiendas de electrodomésticos, coches etc.

sábado, 1 de octubre de 2011

Mujeres rapadas.

Hay, dentro de la larga historia del dolor, un dato que sólo puede (o pudo, porque se están perdiendo las memorias) llegar a conocerse por fuentes orales. No existe ningún decreto del gobierno franquista de Burgos que autorizara a rapar el pelo a las madres, mujeres, hermanas o hijas de rojos; ni siquiera a las fotogénicas milicianas. Fue una humillación que no se escribió en ningún registro civil, ni figura en las listas de ninguna cárcel.

Durante un año y medio creí que, en San Esteban del Valle, podría entrevistarme con una mujer pelada, una mujer que no había padecido sólo ese castigo,  sino que durante 75 años ha tenido serios problemas estomacales por causa del aceite de ricino que le dieron ¡PARA QUE SE CAGARA LAS PATAS ABAJO!   mientras la hacían desfilar rapada cantando el “cara al sol” o la salve. No tuvimos suerte; el doctor Alzeimer llegó a visitarla antes que mi grabadora.

Hubo un caso peor, para vergüenza de los nacional-católicos: una joven de Santa Cruz del Valle abortó a consecuencia de esta ingesta. Otro pareado amargo: “ingesta indigesta de la gestante”.


Tengo otra anécdota: una tarde en Santa Cruz del Valle estuve entrevistando a dos ancianos; a uno le mataron a su padre y habían  pelado a la madre del otro, pues este último me juraba enfáticamente que si supiera que vivía alguno de los que la pelaron, ahora mismo iba a por él, “o él o yo” y contaba la historia con rabioso sentimiento. Y se puede comprender: el primero se quedó sin padre a los cuatro años y siempre fue un ausente, una referencia de “por qué no tenemos”, “por qué no podemos, hijo...” pero no le dejó un sentimiento, un recuerdo vivo. Sin embargo, el otro vivió con su pobre y abnegada madre, (además viuda desde 1933), vio los sacrificios, el espejo de las alegrías que le dieran los nietos y, finalmente, el irse consumiendo hasta la muerte. Para este hombre representarse que alguien hubiera vejado de aquella manera a la persona más respetable para él, le producía una repugnancia agresiva, que impresionaba en su vehemencia, y achicaba el sentimiento del compañero.

Es, sigue siendo, tan humillante aquello, que casi nadie reconoce que raparan a su madre o abuela. Al contrario; algunos me cuentan que por alguna influencia, o mediante algún pago, su antepasada eludió que pasar por ese trago. Los que suelen contarlo -de los demás- son los no afectados.



Tengo en la retina una foto en blanco y negro muy famosa que estomaga: son unas jóvenes francesas acosadas, rapadas, en paños bastante menores, que habían cometido el delito de enamorarse o tener relaciones con los soldados alemanes. En otro momento seguro que pensé “¡ah! colaboracionistas”. 
Ha cambiado mi visión de esa imagen –ahora es terrible- después de haber oído los testimonios de nuestra guerra.
 He buscado por internet enlaces pero no he buscado exhaustivamente como para encontrar la foto. También hay fotos españolas, pero para mí todas las víctimas son iguales. El primer enlace una foto sufientemente elocuente. Pero si queréis ver la degradación humana más asquerosa pinchad el segundo. Yo no lo recomiendo, pero lo acabo de descubrir.

http://observadorglobal.com/los-hijos-del-nazismo-n6256.html

http://visionesdelacrueldad.blogspot.com/2009/03/rapadas-desnudadas-violadas.html


Acabo con otro sentimiento grabado, éste de un agresor: era un niño entonces, y además de familia humilde. Recuerda como las escupían y las apedreaban; él lo hizo, con otros niños, pero como un títere al que personas mayores dirigían y achuchaban  para  solazarse más con el denigrante espectáculo.“Mire usted, muchas veces he pensado en aquellas pobres mujeres, ¡pobrecillas! pero yo era un niño y me lo mandaban gentes <<respetables>>” Los niños a veces son muy crueles, lo sabemos todos.

Se me ocurre una imagen muy hispana para ilustrar esta crueldad: a veces la hemos visto en espectáculos populares de acoso a vaquillas: valentones, ocurrentes, ¡¡¡cobardes!!!