jueves, 20 de diciembre de 2012

Redescubriendo tránsitos de Salamanca.


 
Salamanca no es el amoroso multicolor Baranco de las Cinco Villas, que tanto regalaba a mi vista, pero me hace abrir los ojos todas las mañanas a sus piedras iluminadas, a sus volúmenes, a sus tránsitos. Estoy paladeando con el solo eco de mis pasos en el pavimento, -una fría, pero ideal, banda sonora-, el arte de sus fabulosas  iglesias-planeta que giran en torno a las dos catedrales univitelinas que tiene: hay una Nueva que se adosó a la Vieja 

Las iglesias planetarias a que me refiero son  San Esteban, la Clerecía,  la Purísima, pero hay muchos satélites, tantos que no puedo enumerarlos, iglesias parroquias,  capillas-iglesias de conventos, la iglesia con dos puertas encastrada en la Plaza Mayor, muchas, muchas y cada una con su encanto.

Al bajar del autobús me sorprendo al ver  gente entrando a las siete y veintisiete en la capilla de San Francisco. En 2012 me parece anacrónico que vayan a desayunar rutina, gimnasia espiritual, creencias, plegarias, supersticiones... (de rodillas había dos personas, de las cuatro que vi esta mañana, que he entrado) no puedo menos que respetar esa voluntad mañanera hurtada a las pegajosas sábanas. El desayuno alimenticio es una rutina necesaria – agradable para mí- y la verdad es que no he querido herir con ese aspecto tan rutinario de la palabra  (hay repeticiones como la comida diaria que entiendo placenteras).
 
Creo que este es Felipe V, el primer borbón que reinó España.
 
 

Por las tardes, con luz natural, me he detenido. Veo a Felipe V en su frontispicio. Deduzco entonces que es, además de modesta, neoclásica. Poco se podía añadir a la esplendorosa Salamanca renacentista y barroca. Supongo que en el XXVIII, la ciudad entró en decadencia. Espronceda en el XIX (hace muchísimo que lo leí) (aunque recientemente vi que le gustaba a Juan de Mairena) ya pintaba una Salamanca misteriosa, perdida en un pasado glorioso, pobre, hidalgón, oscuro, miserable.

Veo que la ciudad se despereza: los barrenderos y operarios de camiones con agua a presión pulen las calles. Los kiosqueros de los puestos callejeros cuentan los cada vez menos periódicos y revistas que venden, (antes cargaban fardos atados con cordeles y ocupaban el suelo delantero, que iban desocupándoles sus clientes a lo largo de la mañana). Hoy con una mínima repisa ponen cuatro o cinco ejemplares de cada cabecera, salvo de el periódico local La Gaceta, del que puede que haya veinte o veinticinco. Algún día desaparecerán los kioskos  como desaparecieron las cabinas telefónicas.

Es curioso: en mis años 80 las cabinas estaban casi siempre ocupadas y la gente hacíamos cola  a partir  las 8 de la tarde en que empezaba la tarifa reducida para llamar a casa. Hoy no veo cabinas, y nunca más colas a su alrededor, los pocos que las usan son inmigrantes (supongo que habrá alguna tarifa de oferta para llamar a sus lejanos países). Otro gran negocio de los años 80 y 90 fueron los estancos: se pagaban traspasos millonarios por ellos. Hoy, entre las prohibiciones y la fiscalidad, la crisis los acabará de jibarizar.

 

No voy a olvidarme de La Guerra. Quizá en primavera acuda alguna tarde a investigar al famoso “Archivo de Salamanca”; hay muchos flecos que tengo por ahí.

El obispo cedió este palacio episcopal para que Franco dirigiera la cruzada. (Algún día pondré aquí todas las fotos que debo)

Desde el salmantino aeródromo de Matacán despegaban los Heinkel y los Junkers a bombardear Madrid.

 

De aperitivo os contaré una emoción menos pública: en el edificio donde están mis juzgados hay dos plantas subterráneas: la planta –2 aún se llama en el directorio de metacrilato “calabozos”. A mis compañeros (sobre todo a mis compañeras) no les gusta bajar allí, que es donde tenemos el archivo. Eran los calabozos del cuartel de la Guardia Civil. Cuando los transito pienso en la gente que estuvo en el 36 cavilando, temiendo, desesperando que una noche o una madrugada les dieran el “paseo” hasta las tapias del cementerio. Mi emoción está con los no vieron nunca la luz del día.

 

 

lunes, 17 de diciembre de 2012

EL MALAVADO CARABEL


Ya lo he dicho, cuando vuelvo del trabajo estoy muy cansado para leer. No quiero hacerme el mártir -no lo soy- pero necesito la belleza reconciliarme con la lengua española, con la hermosura, con la inteligencia. El lenguaje jurídico es pomposo y mezquino a la vez. Para mí, por lógica del trabajo alienante, además repetitivo y embrutecedor. No comentaré nada sobre las sentencias y autos que me toca transcribir.

He tratado algunos ratos de bañarme en literatura.

Aquí tenemos otra obra maestra o, al menos, a mí me lo parece viniendo de ocho horas de miseria lingüística. Hace semanas empecé a leer este libro con ganas y es muy ingenioso, muy gracioso, muy berlanguiano, (ya que iban a admitir en la Real Academia este adjetivo) aunque la obra es de 1931, cuando Berlanga y lo berlanguiano aparecieron a finales de los cuarenta o ya  entrados los cincuenta. Sin quitarle ningún mérito al más grande cineasta español, ni a su extraordinario guionista Rafael Azcona -a quien tanto debe-, es lo que tiene la celebridad: arrasa y subsume a todos los aledaños (Atraco a las tres es una de las mejores obras berlanguianas y su autor es José María Forqué) y aún a los antecedentes: Wenceslao Fernández Flórez está aquí para afirmármelo.

Pero hoy, 6 de diciembre, día de la constitución,  no vengo a reivindicar nada más que los días de fiesta. Usaba este libro para dormirme y había llegado a comentar a mi mujer: “está decayendo”,  “no es tan bueno como al principio”, “tengo ganas de acabarlo”. Hoy después de echarme una buena siesta, por azar había perdido la señal por  donde iba y comencé a leer un poco más atrás y me resultó un texto nuevo, aunque ya lo había leído pero  sin gasolina cerebral para asimilarlo. No me resisto a copiaros (después de copiar tanta bazofia jurídica será un placer copiar arte) un fragmento de texto digno del mejor Chejov, o del Baroja de la lucha por la vida que me ha reconciliado con la literatura, con la frescura y el descanso y conmigo mismo y con la ilusión de leer. Me reeleré el libro para disfrutarlo como esta tarde, como se merece.

 

Germana contestó al recadero:

-Dígale usted que iré.

Y volvió a entrar, con una alegría que brotaba de su propia decisión. Se había comprometido  a asistir a la cita sin pensarlo, en un repentino  impulso, y su desesperación se aplacó súbitamente. Se compuso en su pequeña habitación, con un moroso acicalamiento; estiró sobre las piernas magníficas, con cuidado pueril, las medias de seda, regalo de su galanteador; se miró en el espejo y quedó ante él largo rato, como hipnotizada por sus propios ojos, grandes y oscuros. Le pareció que aquella joven guapa y esbelta, reflejada en el cristal, era alguien diferente a ella misma y dijo de pronto en voz alta;  

<<con la virtud tan sólo no se vive, hija mía>>

Era la síntesis de sus reflexiones. ¿Dónde existía el galardón que en todas las historias morales se reserva a los buenos? Tenía razón Amaro Carabel: nada se conseguía pisando los duros caminos del sacrificio. Allí estaba ella, joven, hermosa, sin una mancha en su conducta, resuelta a ganar limpiamente el dinero. Los años pasaban. No tenía más que un traje raído, comía con escasez humildes bazofias, aquella semana no podía pagar el cuchitril... Entonces ¿Cuál era el lado bueno de la virtud? ¿Qué podía hacer?¿casarse con otro hambriento?¿Llenarse de hijos? ¿Arrojarse, después una noche desde la ventana de su guardilla, o ir, como Martina, a sumergirse en el Canalillo, eligiendo cautelosamente la hora en que los guardas no pudiesen impedir que contaminase el agua con sus harapos?... ¡Al diablo todas las preocupaciones! Dentro de cincuenta años nadie se acordaría de ella sobre el mundo y si después, en la otra vida le exigían cuentas, podría decir:

<< Tú lo sabes todo, Señor; sabes lo que es el hambre y el frío que entra en las buhardas de los pobres, y esa angustia que llena el alma cuando el agua de los charcos se ha filtrado por nuestros zapatos rotos y permanece todo el día helando los pies, y las ansias con que laceran nuestra juventud los escaparates, los autos que pasan, los anuncios de los espectáculos, que dardean luces de colores, como joyas con que se adornasen las fachadas. También -ésta es la verdad- fui un poquito mala para no ser  algún día tan mala como la pobre Martina que al fin te devolvió airadamente la vida que le diste, porque la pobre no podía más, Señor...>>

Aquel hombre que ahora la esperaba, parecía bueno. Vestía bien, acaso con un poco de ostentación; su charla, abundante y fogosa convencía; no era desagradable: el negro pelo en anchas ondas, los grandes ojos oscuros redimían su rostro de un exceso de vulgaridad....

 

PD. seguid leyéndolo vosotros en el libro por vuestra cuenta, que yo no tengo mucho tiempo.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Regreso desde el trabajo.


El regreso a la familia, a Béjar, a casa, es más alegre: primero, porque he vencido el trabajo; segundo, porque pienso en la comida, en la ternura, en el amor, en el descanso.

Además son las luminosas tres y media o las aún no anochecidas cinco de la tarde, (aunque un viernes el autobús estaba completo y tuve que esperar al de las seis).

Tengo dos opciones: la compañía provincial MOGA, que sale puntual pero va por carreteras secundarias dejando o entrando a buscar gente a los pueblos y que tarda hora y veinticinco de media, en la que hay que tragarse en autobús las mareantes rotondas (alguna vez he bendecido estar con el estómago vacío). Este viaje con el abono que tengo me sale a 4,95€.

La otra opción es el autobús ALSA (una multinacional que explota autobuses por toda España y ha llegado a establecerse hasta en China) , que en mi caso, viene de Escoriaza (Vizcaya) hasta Monterrubio de la Serena en Badajoz, y que no puede vender billetes hasta Béjar y hay que hacer la triquiñuela de comprarlo para el pueblo siguiente: Cantagallo. Este va todo el trayecto por la autovía y esa continuidad del firme y esa ausencia de curvas pronunciadas ha conseguido que un par de veces haya podido dar una cabezada, de la que desperté al entrar a Guijuelo. Suelo tomar esa opción,  aunque me cuesta 5,29€. El Alsa suele estar más lleno, el público es más variado, ofrecen WIFI y ponen una película que, al durar el viaje una hora y diez minutos, me es imposible acabar de ver. De cualquier manera aprovecho este artículo para agradecer que una tarde me pusieran Toy Story 3 que ya había visto en pantalla grande, y que me encantó revisitar, aunque fuera en pantalla pequeña y algo movida. (los que me seguís ya sabéis lo que estimo la animación contemporánea: pues afirmo que Toy Story es de las mejores, así que daros por recomendados si tenéis la oportunidad)




Otra -para mí- ventaja es que en el Alsa, si hay suerte, se puede tener conversación. La gente mayor suele prender la hebra con facilidad y siempre es muy ilustrativa la vida que cuentan. Un día encontré a Iñaki, un bilbaíno de mi edad, de profesión auditor de empresas para un gran banco. Este vasco  con el deje fanfarrón y confianzudo, me contó muchas cosas de economía y le sostuve bastante bien la conversación (siempre que he podido, he leído los cuadernillos de color salmón de El País) exprimiendo mis conocimientos y mi sentido común.

El hombretón era sincero y nada cauto en sus valoraciones. Estaba asombrado del fraude fiscal y de los malos modos de explotación laboral que hay en la zona, aunque a él dice no importarle, pero en su País Vasco, (Iñaki es nacionalista, votante del PNV, aunque no independentista, “si se ponen en ese plan que no cuenten conmigo, Virgencita que me quede como estoy”) la sociedad no tolera tanto fraude, y muchísimo menos el maltrato y la explotación despiadada que se hace de los trabajadores de Guijuelo que él había visto con ojos incrédulos, allí eso no se consentiría. Me gustó su conversación y le buscaré los lunes, que es cuando me ha dicho que suele venir.

Otro día terminé un poco contrariado con estos pensamientos que os voy a contar. Subió un chico con rasgos andinos y, como había sitio, cada uno nos sentamos en diferente pareja de asientos. Pensé en ofrecerle conversación pero dudé, al poco tiempo se puso unos cascos en los oídos, y ya no tenía objeto mi abordaje. En otro tiempo, hace 25 años, cualquier español joven estudiante en Salamanca como era yo, se hubiera acercado para hablar de música, de política, o de, sencillamente, la vida en otras tierras. Yo sí lo hice en aquellos lejanos tiempos y hasta tuve un amigo ecuatoriano, no como los ecuatorianos de “ahora”, que son pobres obreros; este hombre era de clase alta: su padre era cirujano en Alemania. Lo cierto es que cualquier persona debería asediar a cualquier viajero, para aprender de la vida, del hombre como categoría universal, de la naturaleza, de las costumbres. Siempre se ha hecho esto. Pero hoy no: estamos encerrados en el universo de nuestro ombligo atrincherado, desconfiado (y desconfiable,  porque si yo me hubiera sentado por las bravas y ofrecido conversación sincera, compartir conocimientos; confrontar experiencias, saberes y costumbres; él, en este siglo XXI, pensaría este es un homosexual que pretende ligar, o pensará en timarme o robarme o sencillamente está loco: tengo que librarme de él).

Esto de la inmigración masiva y el nacionalismo excluyente que nos ha entrado al acabar el pasado milenio, limita para siempre lo que en el hombre debería ser natural: aprovechar cada momento muerto para aprender, para compartir conocimientos, para atar una amistad con la que defenderse en común ante los inciertos peligros que puede traer un viaje. 
Todos hemos perdido con estos cambios sociológicos. Como escribí en un título anterior: “la comodidad nos está jodiendo la vida”.

martes, 11 de diciembre de 2012

Camino del Juzgado

Apuntes autobuseros.

De seis y cuarto a siete y veinte de la mañana  viajo a la defensiva, (queriendo prolongar el sueño del que me arrancó la alarma del reloj),  con un gorro de lana estirado por toda la cara pretendiendo amortiguar luces y ruidos. Busco, en la noche del gorro, refugio en la nada o en la relajante fantasía,  a veces imagino detalles de una novela negra que acabo de discurrir. También pienso en salvar asuntos que me esperan en el trabajo. No sé (creo que no) si me he llegado a dormir alguna vez; sería  lo ideal.

Lo que me obsesiona un poco en esta duermevela es apoyar toda la espalda contra el respaldo del asiento. Tantas horas sentado en el trabajo, más las del autobús, se acumulan a mis antecedentes como guitarrista y hacen que se me estén acentuando unas molestias lumbares que ya se insinuaban.

Sé que en Madrid hay medio millón de personas que (iba a escribir “viven”) mueren trayectos como el mío todos los días. Uno necesita entrar dentro de la piel del otro para compadecerlos (como ahora hago yo).

 




La Salamanca monumental donde está mi trabajo me encanta. Salvo cuando ha llovido la paseo en la noche cambiando los itinerarios para ver los reflejos de las luces en sus piedras doradas. Como soy tan exhibicionista he querido reflejarlas y compartirlas con vosotros así que me he llevado la cámara y el trípode.

 

Creo que es uno de los secretos de la vida: hacer de la necesidad placer: sucede que no suelen abrirme la puerta de la oficina hasta las ocho menos cuarto.
 

 

En unos soportales del convento de los Dominicos, a la sombra del luminoso retablo de la iglesia de San Esteban, he descubierto que duermen, entre viejas mantas sucias y  renovados cartones, tres  vagabundos. Creo que a uno, más joven que yo y bastante corpulento, le he visto mendigar en la calle Prior. En otro lugar he visto un cuarto mendigo que duerme en un cajero automático de la Caja de Extremadura. (Escribo este nombre comercial por agradecimiento humanitario). 

Al comercio salmantino le ha pillado una crisis al cuadrado, a la propia crisis (universal) la multiplica el que hace un par de años se haya asentado el gigante del comercio español: El Corte Inglés. (creo que esto ya lo he escrito en el blog)

Este otoño ya ha helado. Un día que llegamos al dos bajo cero me acerqué a ver si los mendigos habían optado por pedir asilo en algún sitio menos glacial,  pero ahí estaban como siempre. Veinte minutos después, en mi  trabajo, una compañera al entrar de la calle dijo: ¡qué frío hace!:¿a ver si con los recortes no han encendido la calefacción?

Yo me sonreí pensando que entre nosotros, los afortunados trabajadores del Ministerio de Justicia, carece de sentido hablar del manido tiempo metereológico que –casi- no padecemos.

 

sábado, 8 de diciembre de 2012

Sorpresas que da el trabajo.

Ya lo sabéis y se nota en el blog: estoy trabajando, muchos días de seis de la mañana a seis de la tarde entre autobuses y trayectos a pie. El resto del tiempo lo dedico a la familia, al descanso y, alternativamente,  al insomnio y a las pesadillas. Casi no leo. Pienso mucho (sobre todo cuando voy en autobús) pero no tengo tiempo de escribirlo y se me olvida. Sí estoy escribiendo sobre las ruedas de molino con las que me hacen comulgar. Trabajo con la mayor tensión y dedicación y cada vez con menos presión,  pero no me parece prudente relatarlo ahora. Tengo que ser feliz porque floto y avanzo (me parece un poco engreído decir que nado) contracorriente.
Sin embargo, el trabajo depara sorpresas: puedo decir que de los cuatro amigos que he hecho en el siglo XXI: uno  me lo encontré en un trabajo que tuve en la Universidad de Extremadura, y otro, al ir a citarle como denunciado para en un juicio que jamás se celebró. No voy a decir que ya tenga un amigo en este trabajo, sólo quiero declararos que estoy gratamente sorprendido, porque no sospechaba que en este nuevo lugar hubiera un tipo con una habilidad y sensibilidad tan excepcional, y esto despierta mi admiración, que no es poco de momento.
Trabajo con este hombre http://www.jesusdorrego.com/ yo diría, y a él se lo he dicho, que es uno de esos fotógrafos que por su calidad técnica le podrían robar sus fotos en esos powerpoints acompañados de música y mensajes que suelen crear súbditos argentinos y que se reenvían por todo el mundo hispanoleyente. (Supongo que en otras lenguas utilizarán las mismas fotos)
Creo que lo que más me gusta de él son  las composiciones corporales hurtadas de la calle. Supongo. No se lo he preguntado porque trabaja en otra dependencia y acabo de descubirle, no creo que tenga modelos, estoy casi seguro que no es más que  un tipo raro que sale de caza con la cámara, un acechador de luces, y luego se lo curra, experimenta, lo destila  y como todos, orgulloso, con su corazoncito, nos lo muestra. Como es un punto com, le cuesta dinero, pero creo que también sacará algunos dinerillos de ello.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

El bisabuelo de los cuentos de ahora.


 
Primero diré que no sé muy bien cómo son los cuentos de ahora mismo porque sólo leo los míos. Pero voy a pensar que sean parecidos a la narrativa de Juan José Millás, que es hijo de Cortázar y nieto de Kafka.  Ahora he descubierto que el bisabuelo es Jan Neruda. (1)

Compré este libro por la curiosidad de conocer a quien robó el nombre  Neftalí Ricardo Reyes (en mi enciclopedia Larousse no viene más que este Pablo Neruda. Es una injusticia.)

Al leerlo me pareció modernísimo; me gustan Galdós y Clarín y Juan Valera y Pedro Antonio de Alarcón que son sus contemporáneos españoles, pero me resultan claramente decimonónicos, sin que esto tenga ninguna connotación negativa. Este tipo es más raro: tiene una visión oblicua, dodecafónica, estrambótica, es el más  claro padre de Kafka. (Que tendrá, como todo literato, cien padres).

Los checos deben de ser unos tipos muy peculiares, ahí en el centro de Europa, con el mayor porcentaje de ateos del mundo, con una capital que debe ser de ensueño, con sus Dvorak, Janacek, y esos acentos tan raros que colocan hasta en las consonantes, destacados amantes de jazz que, casi  proscrito al otro lado del telón de acero, que ellos practicaron siempre...

Hoy vengo a recomendaros estos Cuentos de Malá Strana no porque sean eslabones históricos, es que son muy buenos. Aunque en cualquier concurso televisivo hay que contestar que Neruda fue un poeta chileno.

 

 

PD. Me encanta Pablo Neruda y tengo que leerlo más. Y ahora le reconozco también su buen ojo: su seudónimo no fue un azar sonoro.

 

(1)   y el tatarabuelo es Edgar Alan Poe.

 

viernes, 30 de noviembre de 2012

Un padre de mi blog.


Hace unos meses el blog que sigo propuso que premiaría a cinco blogues. No sé si al final lo hizo, creo que era un atrevido compromiso que, mejor pensado, habrá dejado en saco roto. La razón es que este hombre tiene muchos amigos, o, si se quiere ser restrictivo con la palabra amigo, muchos afectos que podrían sentirse desairados si resultan preteridos en su mención. ¿Para qué despertar infelicidad y recelos entre sus afectos?

Yo mismo pensé y pienso que merecería ese premio; (supongo que como todos los demás). Sé que no me lo ha dado, si es que se olvidó de ejecutar su convocatoria -quizá es que se me haya pasado el verlo-; así me alegro, por lo menos, de que no me haya otorgado su no premio.

 

En algún momento diré, si no lo he dicho ya, cuanto me gusta la palabra padre. De momento decido que mi premio se llamará "premio padre".

Concedo mi premio a un bloguero histórico: Antonio Machado por su primer volumen, que aún no he leído entero, de Juan de Mairena. Este libro está dividido en variopintas reflexiones entre lo cotidiano y lo filosófico, y tiene ese formato, y creo que ha de ser leído también espaciadamente, como un blog. Es una lástima que la mala salud que le trajo la guerra (a lo mejor su tabaquismo tuvo algo que ver) truncara su carrera de bloguero. Yo, ya me tenéis que conocer, soy enamoradizo y literariamente mucho más, y ahora decido ahijarme de este andarín de Úbeda a Baeza con quien este verano estuve charlando al sol.
No sé si os acordáis, yo no lo olvidaré: el banco de hierro quemaba.http://guerracivilenlas5villasdeavila.blogspot.com.es/2012/07/viaje-andalucia.html

PD también me gusta como bloguero Ortega y Gasset. Ahora que no tengo tiempo para leer a lo ancho, también disfruto de sus artículos.
 

lunes, 26 de noviembre de 2012

Retales, ahora no tengo mucho más que ofrecer.

http://www.youtube.com/watch?v=xGfHQeo8QYE&feature=plcp
Un consejo: esta vez no lleguéis hasta el final conmigo, que descarrilé.
Sólo es, aparte de exhibicionismo,  una prueba de vida. Sigo envejeciendo, un saludo al espejo de los que me conocísteis más joven.
La guitarra está más de un tono más baja que lo normal.
No es que quiera hacer daño a Silvio perpetrándole, es que no doy más de mí.

PD.Ya me han dicho que me repetí. Lo tenía en el lápiz óptico -pendrive en España ahora se llama "pincho": ya son pocas ganas de imaginar.
Lo siento, prometo recuperarme, en cuanto consiga dormir más de cinco horas seguidas volveré a ser el mismo y a producir artículos para el blog.

viernes, 23 de noviembre de 2012

La crisis también abre ventanas de esperanza.


Hace un par de meses dijeron que se empezaba a aprobar la tasa sobre movimiento de capitales especulatorios. Los estados reaccionan, no sé si por convicción o por apreturas recaudatorias. En cualquier caso, es una medida excelente, porque la especulación es lo más antisocial que existe: busca  la perversión del libre mercado (ya sé que esto del libre mercado siempre ha sido un mito platónico) y beneficia a sus actores en perjuicio de los que no la practicamos (la mayoría de los habitantes del mundo). Tampoco quiero hacerme ilusiones: en España decimos “quien hizo la ley, hizo la trampa” y los especuladores seguirán encontrando trampas para su realimentar  su usura.

Hace un par de meses también oí que, gracias a la crisis, España ha reducido sus emisiones de CO2, de manera que estamos a punto de cumplir el protocolo de Kyoto: Es otro principio de esperanza. También es reciente la noticia de que en Italia, el año pasado, se vendieron más bicicletas que coches.

Ayer asistí a la reunión de padres con profesores y con el tutor de mi hija. Me sorprendió el énfasis de súplica con el que la directora nos pidió que cuidáramos los libros de nuestros hijos para que el año que viene los pudiéramos ceder al centro educativo a fin de que ellos puedan prestárselos a familias necesitadas. Pintó un panorama muy grave, el de las familias a las que el Instituto hace por paliar evitándoles el gravísimo esfuerzo de comprar los libros.

Tengo que decir que la mayoría de las familias españolas que procrean en  mi generación tienen dos hijos, siendo muchísimo más abundante quedarse con uno sólo que buscar un tercero. Por lo tanto no se dan las apreturas familiares de otras épocas y nuestros hijos hasta ahora han disfrutado de muchas cosas que da el dinero abundante que corría. Una de ellas era estrenar libros. Estos libros estrenados están diseñados por las editoriales para que los niños escriban en ellos, neutralizando en gran medida su reutilización. Terminaban acumulándose como recuerdo y,  años más tarde, en una limpieza general buscando espacio en la casa, se iban a morir al contenedor de reciclaje de papel.

Este año no. Instituciones como Cáritas, Asociaciones de vecinos, hospitales, tiendas particulares que compraban y vendían libros de segunda mano y, con mayor motivo y desesperación, también los propios centros educativos están buscando libros que reciclar. Es el principio de la salvación del mundo: compartir y no destruir naturaleza para crear y desaprovechar libros.

Supongo que las editoriales y las librerías habrán notado este año el bajón desesperado de la demanda. Esto provoca más crisis en esos sectores económicos, pero no podemos seguir jodiendo, de aquella mala manera, al mundo en su beneficio.

De cualquier modo, el gobierno español pronto fastidiará este invento solidario de la sociedad: han preparado una (otra) reforma educativa que, el primer año romperá esta útil cadena de racionalidad.

 

Pero la semilla está sembrada y se consolidará. La crisis, lamentablemente, va para muchos años. Esperemos no olvidar sus enseñanzas.

lunes, 19 de noviembre de 2012

¡pobre niña!


 

En España últimamente pixelan a casi todos los niños que salen por la televisión. No sé muy bien por qué lo hacen tan indiscriminadamente, será por no tener líos con la justicia, pero para mí, como espectador, esas imágenes resultan más sucias, como si todos los niños tuvieran que ver con lo nefando.

Recientemente visité el cementerio de Ávila. Siendo tan barato hacer y almacenar fotos para cualquier cronopio es interesante llevarse la máquina, más todavía para un cronopio con blog.

Encontré a esta difunta creo que de trece años; una mocita, con bastante vida ya y, a pesar de haber fallecido hace veinte años supongo que podrían tener de ella alguna foto hermosa para recuerdo. Pero a alguien de su familia, sin duda muy dolido por la pérdida, se le ocurrió hacer esta foto. Cualquiera podría haber almacenado ese recuerdo; eso sí,  en un sobre, que no rozara directamente a las demás fotos familiares, porque echarlas en el mismo recipiente que las otras fotos sin algo profiláctico, las contaminaría de sordidez. No es posible ver pacíficamente una foto así y seguir coleccionando sonrisas posadas como si nada.

Opino que esta foto es una perversión necrofilica, no quiero insultar a los familiares, seguramente no fueron conscientes de lo que hicieron, algún familiar directo, probablemente la madre, estaba tan estragada de dolor que no se dio cuenta del crimen que hizo al recuerdo de su niña, ni en la arcada estética que da al pasar por allí.



 
 

Muy cerca de esta niña vilipendiada,  (por eso pasé yo por allí) están muertos de la guerra, un montón de jóvenes de un batallón de guerra química. No lo sé, y creo que merecería una pequeña investigación por mi parte aunque fuera buscando palabras con google, pero parece como si tantos muertos por arma química hubieran sido debidos a que se les explotó un arma propia que alguien manejaba y ninguno tuvo la mascarilla a mano para protegerse.

Supongo que sólo morir por arma química supera a la sordidez de la pobre adolescente cuyo nombre pixelo porque no quiero líos con la justicia que me cuesten dinero.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

¡Mala sombra! de André Theuriet.


Llegó a mis manos un libro que se imprimió en 1891.

Es el objeto manofacturado más viejo que tengo en mi casa. Su autor se llama André Theuriet y su título en español es ¡Mala Sombra!. He mirado en Internet y  el autor escribió varias obras, (ninguna cuya traducción literal sea ésta: el editor español pondría el título que entendiera que se iba a vender bien) y llegó a ser académico. No parece que ahora esté muy reconocido, digo esto porque no sale en mis enciclopedias de papel y por su escasa extensión en la wikipedia, que parece copiada rutinariamente y sin aditamentos de una gran enciclopedia francesa, de la Británica, o de nuestra Espasa.

 

El libro me lo dio hace cinco o seis años Ovidio Pérez en un expurgo de su biblioteca. Yo había acabado con Azaña antes de comer y en la siesta pensé que a finales del XIX se publicaban pocos libros; por lo tanto, si alguien tradujo e imprimió éste sería por algo. Y en esa tarde de domingo, lo saqué del anaquel, me tiré al sofá y lo leí de tres tirones. Trescientas cuarenta páginas de fácil trago me ratifican que la novela decimonónica es el modelo de entretenimiento literario. Me encabalgué sin dificultad en su lectura, que nunca decayó. Además, el desenlace se me hizo vertiginoso, (aunque el autor lo resuelve con su debido ritmo), y lo devoré con ritmo cardiaco espoleado por la historia. Felicitaría a André Theuriet, aunque cría malvas desde 1907.

Uno casi echa de menos unos párrafos trabados Onetti que ahonden y hagan reflexionar, y rerreflexionar, y preguntarte dos páginas más adelante, ¿me habré enterado bien de todo lo que contenía eso que tanto debió gustarme? Uno echa de menos frases que anotar, imágenes audaces, fragmentos que copiaros en este blog. Esta novela fue como una carrera de seis kilómetros o una hora de natación: una actividad en la que  trabajo y disfruto a la vez y  me tiene sumergida la atención; y además sé que me hace bien.

Al día siguiente, -hoy- conservo un sabor de boca y recuerdo la historia que me parece ejemplar y me siento potente y saciado, con licencia para intentar abordar Umbrales o Umbertos Ecos o Carlos Fuentes.

 

sábado, 10 de noviembre de 2012

Singles y LP’s.


Hace poco en una televisión, una reportera se acercó a un grupo de mozos viejos que había en un bar. Quizá uno de ellos quisiera ligar con la chica y dijo “es que nosotros somos singuels”. La chica podría haberles dicho que más bien parecéis “elepes”. 

Hay cruceros para “singles”, porque nadie se apuntaría a un “ajuntadero” de solteronas y mozos viejos.

Mientras la sociedad actual profiere tacos a mansalva, -innecesarios e inconvenientes casi todos- perdemos las hermosas palabras y nuestros propios casticismos, porque nos cogemos la lengua con papel de fumar. Extraños pudores nos infantilizan en huidas esponjiformes como el rechazo a identificar esa habitación o ese recipiente para mear y cagar.

Creo que en España mayoritariamente se llamará water, (supongo que a los angloparlantes les hará gracia que los españoles vayamos al “agua” un momento). También se llamaban municipalmente, y era un eufemismo antes de eso del reciclajehttp://www.blogger.com/blogger.g?blogID=7185936966255904133#editor/target=post;postID=2643120935458131710“aguas mayores y aguas menores”. Es curioso: el cuarto de aseo, cuarto de baño cuando ni estamos –exteriormente- sucios ni tenemos tiempo de disfrutar de algo tan placentero. Al aparato concreto se le llama “sanitario” que es una profesión o un sector de la sociedad que se encarga de curar a la gente. Se llamó y se llama taza, supongo que será porque es de cerámica, pero salvo en un bar punki de los 80, nunca he visto una taza con esa forma. Me voy a perder porque creo que es imposible reivindicar el nombre de retrete, o peor: letrina, que siempre suena mucho más infecto. Tiene más posibilidades, aunque es dificil que sobrepase al grupo de la gente de mal vivir, el carcelario “tigre”, supongo que nacido de la expresión “huele a tigre”.

 

Toda esta digresión no tiene otro fin que reivindicar de mi mujer e hija, que cuando se refieran a mí me llamen con ese título tan venerable, tan bonito, tan telúrico: padre. Como he llamado siempre a mi padre, con todas sus hermosas letras. Y quisiera que cundiera mi ejemplo. A ver si lo consigo, al menos para mí.

lunes, 5 de noviembre de 2012

INFORMACIÓN


“Si llamas a la Radio, seguro que te entrevistan” me dijo la carnicera de mi barrio cuando le comenté que me había salido trabajo. Soy la única persona que conozco que lo haya encontrado desde que manda Rajoy, frente a tanta gente que lo ha perdido (en Béjar una fábrica de paneles solares de 45 obreros, varias tiendas y el “Español” la cafetería de más tronío de Béjar, que tenía tres o cuatro camareros).

Mi contranoticia es que desde hace dos semanas estoy en proceso de  acoplamiento a una nueva ocupación en el Juzgado de primera instancia nº 2 de Salamanca, que no me resulta fácil. Estoy trabajando con intensidad. Necesito acaparar destrezas para enfrentarme a leyes recientes, con las que casi no había trabajado y un programa informático que, como cualquier otro, al principio hace perder más tiempo en aprenderlo que el que se perdería haciendo las cosas a mano. Para alcanzar su rentabilidad necesita con voracidad ensayos y errores.

 

Es por eso que mi lectura de estos días es esta ley. Hasta que no me desenrede no volveré a leer a pata suelta, aunque ya sólo será por las tardes.

Actualmente me levanto a las 5,45  para tomar el autobús de las 6,15 y vuelvo a casa sin comer a las 16,45 si las cosas me han ido bien.

El final de mi libro se aplaza, si no estaba bien aplazado ya.

viernes, 26 de octubre de 2012

La medida de García Márquez.


Hace pocos días, algún desprendido decidió donar a la ONG de Comendador Memoria de mis putas tristes, el último libro de Gabriel García Márquez. En aquel  huerto maravilloso (se llama Sornabique) lo vi brotar para mí como una sorprendente hortaliza y, aunque no había nadie más mirando, tomé rápida posesión de la compra.
                                               
Estoy leyendo otras cosas, pero Gabo es tan fácil, que he entrado en él y en su tema de apariencia tan senil y anodina, que sólo por su virtuosa escritura se convierte es un placer natural, como bucear casi sin resistencia del agua y sin agobios de aire, igual que  lo hace un delfín.

Cada frase está pensada como la mejor de las posibles; se nota que todas y cada una de ellas ha sido colocada, desencajada, testada y vuelta a encajar. Yo vivo en un piso algo incómodo que compramos de segunda mano, pero tiene un elemento extraordinario que nos encantó; gusta a cuantos lo ven y también fue elogiado por los profesionales que vinieron a hacer las obras de reforma: pintar, acuchillar, poner el gas, rehacer la instalación eléctrica...; es el parqué. Casi todos, sin venir a cuento, alabaron la calidad de la madera y la precisión en la colocación, esto lo debió colocar...(lo lamento, no apunté el nombre) que tenía muy buenas manos. Cada palabra de Gabriel García Márquez está colocada como cada tablilla de mi parqué, con una dedicación artesana de otros tiempos. No debe haber nada más tedioso ni exasperante que haber visto trabajar a este hombre con sus frases. Su familia, que lo habrá soportado y me parece que no ha reproducido escritores, tiene anticuerpos contra el oficio de escribir, seguramente por la agonía de ver aguantar la dureza ultramaratoniana con la que pacientemente se empleó el viejo.

Sí, el viejo, y lo digo también en pretérito indefinido, porque es claramente un libro de despedida, el más agotador. No tengo duda de que llegó a su final sin resuello ni oxígeno para pensar: he vencido, tengo que empezar otro.

Es un digno colofón a su carrera, creo que nunca nadie volverá a escribir así. Como el parqué de mi casa, es un trabajo de otros tiempos. Gabriel García Márquez es un novelista del Siglo XIX al que, su prurito, y el grandísimo éxito de sus libros, permitieron repujar, comprimir, decantar, una grandísima obra narrativa en unos pocos miles de páginas: menos de un millón de frases, pero todas de antología.

 

PD es algo que gracias a García Márquez voy a descubrir próximamente solicitándolo al programa Buzón del Oyente de Radio Clásica:

Al mediodía desconecté el teléfono para refugiarme en la música con un programa exquisito: (...) y el quinteto para cuerdas de Bruckner, que es un remanso edénico en el cataclismo de su obra.
                                                El diccionario, sobre mi excelente parquet.
Como tengo el Diccionario Biográfico de los Grandes Compositores de la Música de Marc Honegger revisado y presentado por Tomás Marco confirmé la existencia de un  quinteto para cuerda en Fa mayor de 1879. Aproveché para leerme toda la entrada bruckneriana y encontré una frase digna de Gabriel García Márquez.

Las mujeres con las que pensó casarse no le fueron favorables y murió soltero.

Sabiendo la afición por los diccionarios que tiene el colombiano (que vuelve a homenajearlos en este libro último) y siendo éste de música y de la editorial Espasa Calpe, se me ocurre que también lo tiene en su biblioteca y que leyó lo mismo que yo he descubierto ahora, porque al nonagenario protagonista de la obra, la frase del diccionario le viene a medida.

viernes, 19 de octubre de 2012

Más sobre crueldades.


La guerra proporcionó banquetes de crueldad a los dominadores. En Cuevas del Valle el muchacho de 14 años, Cesáreo Blázquez “Penene” sufrió varias palizas por ser hijo de rojo huido. Te agarraban y te bajaban al calabozo del ayuntamiento y allí: pim pam, pim pam, hasta que se aburrían... y después te decían ¡hala! ya te puedes ir a tu casa. Eso no te lo cuenta nadie porque lo de las palizas da más vergüenza que lo de los fusilamientos, pero a mí me da ya todo igual porque tengo 87 años. Pero que sepas que aquí se dieron muchas palizas.


A Cesáreo una vez incluso no le dijeron eso, que le llevaron a fusilar al cementerio. Alguien los paró y se salvó por la corta edad. Nadie más de Cuevas del Valle me contó lo de las palizas, pero sí me las contó Isidoro, “Pijeta” de Villarejo, a él como soldado nacional le querían obligar a darlas, y a su hermano Máximo “Brazoyerro” se las dieron, aunque le ataban, porque de otra manera no hubieran podido dárselas.


Os copio de mi libro el relato sobre una mujer, que todavía vive, nacida en el caserío de los Mesegares de Santa Cruz del Valle:


*A principios de los años 40, Dionisia aprovechaba las estaciones de menos faena en el campo para irse a servir a Madrid. Un día volvía a casa para ayudar a la familia en las labores de la recolección. Su parada era Lanzahita, desde donde, subiendo por el Puerto de La Reina, habrá unos siete Km. hasta los Mesegares. En aquellos tiempos, la llegada del autobús de línea o “El Correo” era un acontecimiento: la gente miraba las novedades: a ver quien venía, a ver que traían; también se mandaban recados o cestas y encomendaban paquetes a los viajeros o al conductor, para que los llevaran a otra parada donde alguien iría a recogerlos. En ese contexto de expectación, bajaba Dionisia a Lanzahita y  tuvo la fatalidad de charlar con un joven que estaba curioseando allí, cuyo padre era natural de Santa Cruz del Valle. El chico, que parece que sí era considerado un “maqui” o un colaborador, pocos minutos después se vio seguido por la Guardia Civil. Intentó huir, pero según Dionisia, sin siquiera darle el alto, le acribillaron a balazos.

Los guardias hicieron sus pesquisas e inmediatamente Dionisia y su hermana Isidra fueron detenidas porque alguien delató que habían tenido esa conversación. Se “juntaba el hambre con las ganas de comer”. Al vivir ellas en los Mesegares y ser  hijas y hermanas de fusilados, la consecuencia insoslayable fue que ya por ideología, ya por odio de sangre, eran sospechosas. Dionisia fue sometida a torturas para que dijera quién y a qué horas pasaba por los Mesegares, si conocía o abastecía a tales o cuáles miembros del maquis. (Como hemos dicho antes, en este caserío había una pequeña comunidad, unida y recelosa, de la que habían matado cinco miembros, y no cabía esperar informantes ni colaboración alguna con la Guardia Civil, por tanto sólo podían obtener delaciones por la fuerza y ahora se les ofrecía esta “oportunidad”). La tortura que cuenta Dionisia que recibió, fue a base de palos, con una estaca de pino que tenía los salientes de las ramas sin recortar. Temo que hubiera todavía más y que la buena señora se haya guardado detalles más escabrosos, por no revivir más dolores y humillaciones. Otros torturados con los que hablé también me consta que han minimizado sus narraciones. Es doloroso escucharlo, cómo debe ser contarlo además en presencia de si hija  que, con razón, se ponía rabiosa.

Su hija, con gran desgarro, me describe  la cantidad de hoyos que conserva su madre en la espalda y glúteos. Ninguno sabemos lo que haríamos frente a la tortura, pero Dionisia no tenía oportunidad de delatar a nadie, pues nada sabía. Esta mujer es alta, aún a sus 87 años conserva mucha presencia, a pesar de que padece una hemiplejia. Acierto a imaginarme su firmeza y dignidad, grandes por estar curtida en las durezas que había soportado en su corta vida. Eso, sin duda, suponía un reto para los torturadores.  Ante la falta de resultados llevaron a su presencia a su hermano Jesús, a quien dieron una paliza para ver si así les resultaba, pero Dionisia nada habló. Este último intento se llevó a cabo en presencia del mismísimo “Quinientos Uno”: mítico matarife nacional de Poyales del Hoyo; un tipo tan sanguinario que se vanagloriaba de que su apodo (que es el nombre de la Carretera Nacional 501 Alcorcón-Plasencia) era el número de rojos que había ejecutado. Este sujeto de corta estatura física y moral, vestía de traje y llevaba pistola; iba siempre escoltado, y hubiera sido la pieza más codiciada para el maquis de la zona.

Al ver que la moza no “cantaba” o por puro placer, “quinientosuno”  comenzó a pegarla él mismo con furia, pero ella se revolvió y le dio un empujón, haciéndole caer. El monstruo, humillado, se enzarzó con la mujer dándole muchos más golpes, llegando hasta a pisarla la cabeza y cuando se retiró, o le retiraron de la tortura, dijo: “matad a esta perra”. Dionisia aún siguió recibiendo golpes,  ahora de un Guardia Civil de Pedro Bernardo, hasta que oyó que la dieron por muerta. Su fuerte naturaleza, que resistía, y algo de humanidad que hubiera en ese cuartel, hicieron que la llevaran en ambulancia a Madrid, a la Comisaría de O’Donnell, donde  recibió primero asistencia sanitaria, “me subieron arriba” no en los calabozos de abajo. Después pasó ocho o nueve meses de cárcel.



Como decía Perene, de las palizas poco se habla. Parecen sin transcendencia al lado de los muertos en la guerra o de los fusilados con juicio o sin él. Pero esas huellas de crueldad a veces “por puro deporte” quedan siempre como una vergonzante humillación en la memoria de los que las padecieron. Golpear a una persona hasta que “doblado” ya sin ánimo de resistencia, como un fardo de carne sanguinolenta, suplique dejadme en paz, o peor, exija: matadme de una puta vez es algo que produce placer a algunos humanos.

Ayer por la tele pasaron unas crudas imágenes de los sirios golpeando a otros sirios del bando contrario. No se aprecian bien, pero son de una calidad suficiente para recordar que la crueldad más cruel, más antiestética, aún mora entre nosotros.

martes, 16 de octubre de 2012

Ética de la crueldad. José Ovejero.


Ética de la crueldad de José Ovejero.

Me regalaron este libro para mi 48 cumpleaños, pero no sé si puedo aconsejar que se  lea a una edad más temprana. En cualquier caso, creo que es un buen regalo para quien quiere, como yo, ser escritor.

Primero diré que el título está mal puesto; debía de ser Elogio de la crueldad. Creo que el autor lo habría preferido, porque conoce mejor que nadie que ese es el contenido del libro. Supongo que habrá sido el editor, Jorge Herralde o la editorial, Anagrama, quienes le habrán dicho que no convenía titular de esa manera, ya que mucha gente sólo lee los títulos y ése del elogio de la crueldad da miedo, frente a ética, mucho más moral; dice el diccionario que trata de la moral y de las obligaciones del hombre, por tanto, la ética concede prestigio a un ensayo. De eso se trata: es el justo título  de un premio de ensayo, el elogio de la crueldad se queda para adentro de las páginas.

 

Yo pensaba que crueldad venía de crudo, sin cocinar, áspero, visceral, dificil de masticar, directo, sin intermediación, agreste, fuerte, pero viene de crudelis que mi diccionario de Latín define como cruel, inhumano.

La crueldad es humana, intrínsecamente humana. Eso sí; es una perversión temporal, un trastorno mental transitorio de un ser humano o de un grupo de seres humanos (y ahora emplearé un símil animal: de una jauría de seres humanos –aunque una jauría también es algo transitorio: los cánidos que la forman no están en permanente estado de jauría).

Supongo que todos los que sólo hemos tenido relación con la crueldad sólo, o como mucho, epidérmica podemos hablar de ella y hacer juegos estéticos con sus éticas y sus luces artísticas. No creo que nadie que la haya padecido debajo de la piel admita en el concepto aspectos meliorativos.

El autor nos cuenta un chiste que no haría gracia a los judíos:

¿cuántos judíos caben en un seiscientos? Respuesta: quince, cinco en los asientos y diez en el cenicero.

No es que sea este un chiste cruel, lo digo porque no todos tenemos estómago para jugar con determinados hechos.

Crueldad es tortura, reiteración, goce con el daño. Recrearse en reflejar la crueldad es lícito si se hace de modo ético o con un último contenido moral. Si se exalta con fines comerciales, para alimentar y regodear depravaciones agresivas o incitadoras de agresividad, es condenable y peligrosa, cada vez más peligrosa en un mundo anómico en lo moral como al que estamos llegando: Andras Bredik, José Bretón...

El libro es literario, su autor es más un escritor y un estudioso de la literatura que un filósofo: digo eso porque lo mejor del libro son las críticas literarias de obras famosas del S XX que contiene.

En sus capítulos en los que no critica libros  no he percibido ninguna tesis sobre la crueldad; el autor entra y sale en ella y nos deja un final abierto. Eso no es ético.

Más todavía: José Ovejero está en contra de la literatura sin crueldad, que  para él sería toda literatura facilona, evasiva, comercial…, y reivindica la crueldad en Cervantes, en Onetti, en Kafka, no sólo en Sade o Mishima.

Hay quien dice que para hacer una tortilla es menester cascar huevos, ése es un acto cruel (que se lo pregunten a la cáscara) pero en esta obra no sólo se reivindica el placer de comer un huevo frito, se prefiere un huevo que al caer a la sartén rompa su yema, o un huevo estrellado, o un huevo podrido.  Nunca lo comprobé pero dicen que el cianuro huele a huevos podridos, el cianuro es veneno y la crueldad comercial puede ser veneno para una parte de nuestra sociedad.

Podría ser como una droga. Hay gente ética (el ético Fernando Savater por ejemplo) que defiende la libertad de drogarse y la legalización del tráfico de droga. No he encontrado a nadie que defienda la bondad intrínseca de la heroína  o la cocaína, y menos su imprescinbilidad, tan sólo lo harán los traficantes “chaval, esto te va a poner…”.

Yo soy contrario a la libertad de drogadicción, no tendría ningún problema en dársela a Escohotado o Savater, pero no toda la gente es tan reflexiva y responsable. Hay un 20% de personas a las que la droga destruiría en poco tiempo si fuese libre. Para mí es  mucho el precio por una “libertad”.

Lo mismo sucede con la literatura cruel, la anómica, la inmoral, la incitadora de andar por el abismo y la incitadora de tirarse al abismo, que la hay. No toda la gente está preparada para que lo gore, lo pornográfico, lo violento, sean puestos en el primer plano de lo que la sociedad  requiera y valore. Si hay muchos, algunos pueden pasar de la ficción a la realidad,  tomemos el ejemplo de Alonso Quijano.

La violencia es necesaria en la sociedad. La policía puede sujetar, empujar, incluso golpear a un delincuente, lo que en ningún caso se solía admitir ( en el caso José Bretón ya he oído yo a más de uno decir: que me le dejen a mí, ya verás como canta lo que hizo con los niños) es la crueldad, la reiteración en la violencia, sin otro fin que la violencia misma, el daño.

Esto se puede llamar transgresión, palabra que actualmente suena muy bien, mucho mejor que agresión.

Los hombres, los niños, -me refiero fundamentalmente al género masculino- tenemos bastante crueldad genética, todos los niños nos pegamos”a buenas” pero también “a malas” varias veces en nuestra niñez y todos hemos soñado dar unos puñetazos bien dados, los niños en la playa destruyen los castillos que encuentran, usan petardos, tiran al blanco, en mi época también robaban nidos..., incluso el fútbol es un deporte viril, violento, lleno de disparos,  frente al baloncesto donde se buscó más la habilidad de encestar haciendo una parábola, o tirando a tablero. Mucho más tarde se aprendió o se tuvo la potencia física para machacar la canasta, hacer un “mate” lo cual también es cruel y gusta más a los hombres.

Los niños deben crecer, darse cuenta que los golpes dejan hematomas, que si uno recibe un puñetazo mal dado en el hígado o en el riñón puede morir. Pero la violencia, la verdadera crueldad de la vida no se aprecia hasta la madurez, hasta la vejez. Los viejos son los mayores preocupados y los mayores conservadores de su salud (escúchese cualquier conversación de los viejos: eso si es ética de la crueldad)

Pero los niños cada vez crecen menos o aún más: crecen peor; no tienen que escuchar las conversaciones de los viejos,  además les proporcionamos marcianitos que matar, a escopetas de caza, incluso hay un juego yupie que se llama paintbol (dispararse pintura, no sé inglés).

Desgraciadamente la crueldad está con nosotros y va a estar cada vez más, lamentablemente.

Yo tengo una hija pequeña a quien educar y a quien no podré proteger siempre, por eso reivindico que la sociedad necesita raciones de moral y de arte progresivas. Los delirios estéticos de vanguardia, las performances destructivas, que se los administren personas seleccionadas,  minorías preparadas para comprender que ahí hay una crítica por saturación.

Por ejemplo, en la pornografía actual, (que a mí no me atrae, no me excita, me parece fría, mecánica y falsa)  abundan los cunilingus y las felaciones. Yo creo que esas prácticas pueden ser perfectamente alicientes de un sexo maduro en busca de nuevas experiencias, pero nadie se recomendaría para que chicos y chicas de 15 a 20 se inicien en el sexo. Es más, creo que si por influencia de la tan accesible pornografía, los adolescentes se iniciaran de esas maneras, volverían a repoblarse los conventos de desengañados.

Salvo al libro, pero no está redondeado: parece la antología de un  blog. Tiene buenas imágenes literarias, hace pensar.

El autor es un poco bloguero, egocéntrico, exhibicionista, se auto cita, se auto entrevista, ¿qué os voy a decir yo?