domingo, 12 de febrero de 2012

LA CRISIS Y LA "BASURILLA"

LA CRISIS Y LA “BASURILLA”



Hace un año y pico en el especial de Nochevieja el genial José Mota, travestido de Rubalcaba, propuso para mitigar la crisis que miráramos bien en los intersticios de nuestros sofás, porque seguro que aparecía dinero para revitalizar nuestra economía.

Lo que ha reaparecido con la crisis son los céntimos.



Recuerdo que, antes de llegar al euro, en la mayoría de los sitios, supermercados incluidos, redondeaban la cuenta, de manera que si salían tres pesetas, te cobraban cinco y si salían siete, te cobraban cinco también (si salían una o dos, te cobraban el dígito anterior y si salían ocho o nueve el posterior, etc.)



Recuerdo también que mi frutero de Zamora comentaba a la parroquia que lo que le fastidiaba del euro era tener que manejar otra vez esta “basurilla” las monedas de uno o dos céntimos que deberían (directamente) no haber emitido. Sucedió la entrada al euro y el redondeo, pero la gente al principio se aferraba a las monedas nuevas que eran rojitas, (recuerdo que un céntimo equivalía a 1,66, dos a 2,32 pesetas) a diferencia de las últimas pesetas que eran de aluminio, y del tamaño de una lenteja. En éstas si la cuenta te salía 121, pagabas 125 y te tenían que devolver cuatro lentejas, pero, ya he dicho que te devolvían una moneda de cinco pesetas.

La cuestión es que muy poco después la gente se dio cuenta de que  las monedas rojitas ennegrecían y el valor de un céntimo era casi igual de despreciable que el de una peseta; prácticamente lo mismo, dos. Mucha gente los tiraba al suelo. Yo sí me agacho -si veo en el suelo- a recoger  una moneda de cinco céntimos, pero nunca me agaché a por las de uno, ni las de dos.



Y sucedió que en la mayor parte de los sitios no los cobraban: hacían el antiguo redondeo, -además de que subieron bastante las cosas-; sólo en los supermercados seguían y siguen manejando la “basurilla”, pero yo creo que no era, ni es rentable económicamente: se pierde mucho en contar, detener la caja, recogerlos cuando se caen al suelo, tener departamentos para ellos en la caja registradora, ir a reponerlos al banco... Yo creo que si lo hacían y lo hacen  era por política de imagen, algo así como: aquí respetamos escrupulosamente el valor de su dinero, de su ahorro, señora.



Yo, procuro soltarlos, (a pesar de mi tacañería, muchas veces los he perdonado por no acumularlos), porque siempre he estado preocupado por el despilfarro de medios económicos y entiendo que si se usan, se seguirán fabricando, (lo cual, coincidiendo con mi frutero de Zamora considero “un atraso”); pero mi mujer, como otra mucha  gente, no se preocupa, los acumula hasta que revientan su monedero. Yo me encargo de darles curso.



SOBRE LA HONDURA DE LA CRISIS

Hoy me he dado cuenta de que hace tiempo que no veo céntimos tirados en el suelo. Resulta que hoy mismo en mi carnicería, en la que he hecho una compra de 19, 42 €,  he pagado con un billete de 20 €  Durante bastantes años siempre me habrían devuelto 60 céntimos (una de 50 y otra de diez céntimos) y hoy me han contado tres monedas de céntimo, una de cinco y una de 50 céntimos.



Ahí estamos. A ver si  salimos pronto de la crisis y nos libramos para siempre de la “basurilla”.


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