sábado, 21 de abril de 2012

Tribulaciones de un coralista


Yo, a diferencia de mi hija, tengo muy pocas tablas: tres o cuatro actuaciones, frente a las decenas que alcanza ella. Unámoslo a que tampoco tengo mucho sentido del ritmo y mis conocimientos de solfeo me sirven únicamente para encontrar en la guitarra la nota que está en la partitura; es decir, que por ahora, soy incapaz de traducir una nota con mi voz. De cualquier manera, he dado un paso al frente para integrarme en la coral de Béjar.

Estoy demasiado verde, pero esta tarde debuto.

El programa es de envergadura: Tomás Luis de Victoria, Bach, Mozart, Fauré, Kodaly, Ennio Morricone... y  yo con mis notas en el aire, esperando un buen acoplamiento a la música de mis compañeros.

No sé si ya lo habré escrito por aquí: me considero el mejor amante de la música. Admito que pueda haber gente que la ame igual, pero más no. Es sólo afición pura, nunca llegué al estresante compromiso de hoy. Desde hace unos días, las músicas que he de cantar me persiguen y me desvelo ronroneándolas en la noche. De día también. Ahora me persigue una de T.L.Victoria: Judas, mercator pessimus...

Esto de que las músicas se me metan en la cabeza hasta la obsesión me ocurre desde hace seis u ocho años. Pero esas veces que me ha sucedido, era una sola música la que me acosaba; hoy son varias, como lobos que me acorralaran jadeantes.

Estos días tampoco he sido libre para oír música, he debido estudiar y aprender mis líneas de tenor, las cuales casi nunca llevan la melodía principal que es lo fácil. Los tenores llevamos una segunda voz que hace contrapunto; y yo, cuando estoy en el coro, a veces me marcho a la melodía de las sopranos. Ahora, cuando la obsesión me las tararea,  no sé si es la mía o la de ellas.

Ayer por la tarde, para desintoxicarme, me puse una música diferente: la Sonata Tempestad de Beethoven.

Esta noche he dormido aceptablemente, pero me he despertado muy pronto y para exorcizarlo he pensado a venir a desahogarme en el ordenador para después llevarlo al blog. Los lectores no  me cobráis cuotas de sicoanalista.



Ahora, frente al compromiso, con las músicas acosándome, me pregunto si ser un profesional de la música, con una audición activa y comprendedora de todas sus arquitecturas, no será un castigo que yo no aceptaría. Un músico que conocí me dijo que él no gozaba tanto como yo, que le salía el profesional analítico a desmenuzar todas las claves y no podía dejarse ir y, sencillamente, disfrutar. Decía “yo no oigo la música, oigo las notas”.

Llevo unas semanas oyendo las notas, a veces me suelto y escucho la música; me fundo irracionalmente con ella. Ojalá me pase como con otros aprendizajes, como el de conducir un coche: que pueda independizarme de los cuidados de la técnica y gozar. A ver si lo consigo esta tarde.

2 comentarios:

  1. Me ha encantado tu entrada por muchas razones ,que ahora no te voy a explicar ,solo te diré que hace
    unos días alguien me dijo en el conservatorio que:
    "la música es como un veneno , que se mete en tus venas y ya no puedes dejarlo."
    La verdad es que estoy muy de acuerdo.
    Suerte en tu debut...

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  2. bienvenida,Anabel, gracias. Algun dia te correspondere en tus santos y cantos

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