miércoles, 23 de mayo de 2012

Un tonto


Hace un par de meses conocí a un tonto. Y, cada día que le veo,  reafirma enfáticamente su propiedad de esas cinco letras.

No es el primero que conozco en mi vida, pero anteayer lo he reconocido en “La rebelión de las masas” de Ortega y Gasset:



(...) El tonto, en cambio, no se sospecha a sí mismo; se parece discretísimo, y de ahí la envidiable tranquilidad, con que el necio se asienta e instala en su propia torpeza. Como esos insectos que no hay manera de extraer fuera del orificio en que habitan, no hay modo de desalojar al tonto de su tontería, llevarle de paseo un rato más allá de su ceguera y obligarle a que contraste su torpe visión habitual con otros modos de ver más sutiles. El tonto es vitalicio y sin poros. Por eso decía Anatole France que el necio es mucho más funesto que un malvado, Porque el malvado descansa algunas veces; el necio, jamás.

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