viernes, 31 de agosto de 2012

Pensemos un poco... con la cabeza.


Pensemos un poco... con la cabeza.

A la inmensa mayoría de la gente le gusta que el débil triunfe frente al fuerte: tenemos el mito de David, de Robin Hood, de todos lo Viriatos, Espartacos, Bolívares, Martís... ¿Cómo no va a tener Julian Assange millones de seguidores en todo el mundo?: un joven, que apoyado en las nuevas tecnologías (lo cual incrementa sus adeptos juveniles), desnuda parte de los secretos de la primera potencia mundial y se burla del castigo en el burladero de las leyes nacionales  de inmunidad internacional, primero en el institucional Reino Unido, y ahora, después de perder en la justicia británica todos los recursos que podían impedir su extradición a  Suecia, se refugia en la embajada de Ecuador (un país pequeño, disidente y rebelde con el poder “imperial”).

Julian Assange es un delincuente confeso de un delito que existe en todos los códigos penales del mundo; cuando yo lo estudiaba, se llamaba “descubrimiento y revelación de secretos” y protege el derecho a la intimidad y a guardarnos parcelas de conocimiento frente al resto de la sociedad. Es un derecho de primer orden: primo de la inviolabilidad del domicilio, hermano del secreto de correspondencia y de la privacidad de las llamadas telefónicas. Lo tenemos las personas físicas y también las jurídicas: los estados también suelen llamarlo “alta traición”, y se tiene tanto más garantizado cuanto mayor es la calidad democrática de un país (precisamente en Gran Bretaña “el imperio Murdoch” se ha tambaleado por unos pinchazos telefónicos, por otro lado, el escándalo por antonomasia del siglo XX fue el “caso Watergate” que defenestró al hombre más poderoso del mundo: el presidente Nixon de Estados Unidos). Todos los estados tienen secretos y servicios secretos, y todo el mundo pone paredes, visillos y ropas a sus cosas privadas y tapa sus vergüenzas; quien no lo hace no goza de ninguna consideración ni prestigio (hace años Estefanía de Mónaco).

Pero la gente somos consumidores de cotilleos y secretos. Una de las conversaciones telefónicas más célebres del siglo XX  fue aquella entre el príncipe Carlos de Inglaterra y Camila Parker-Bowles en la que manifestaba – en poético ditirambo- querer ser el tampón de sus reglas, (para estar permanentemente metido en su coño). Alguien grabó y reveló este secreto profundo, aunque supongo que la mayoría de los hombres del mundo hubiéramos preferido que una criada infiel hubiera grabado o hecho fotos desnuda, duchándose o en “deshabillé”, de su anterior y hermosísima esposa Lady Diana, aquel delito no se nos logró y sí aquella otra revelación de peor gusto.

Todos condenaríamos a esa criada infiel que robara intimidades, lo mismo que ha hecho Estados Unidos con el suyo: un soldado llamado Danny Manning, que es el verdadero david, el verdadero valiente que se ha jugado, -y perdido-, su vida (aunque no le condenen a muerte, creo que nunca saldrá de la prisión). He ahí el sufrido mártir, además  sin ningún “glamour” de la “transparencia internacional”de aquellas revelaciones, con las que nos regodeamos y que tuvieron muchas pequeñas y medianas consecuencias, y también grandes, como iniciar las revueltas en el mundo árabe tras conocer desprestigiosos comentarios. Las revolucione árabes nos pueden parecer positivas, pero que se han saldado con miles de muertos y no parece que ahora se viva mejor en Túnez, Libia o Egipto.

Volviendo al gamouroso Assange; coincidentes con su celebridad mundial, le han salido dos acusaciones de violación en Suecia, (el oportunismo huele a montaje, insinceridad y ganas de notoriedad de las acusadoras). Pero debemos ser cautos con las presuntas víctimas de algo tan horrible como una violación.

Cuando le pasó al poderoso Strauus-Khann casi todos dábamos por bueno que  aparecieran antiguas violadas. No he hecho un seguimiento pero, precisamente, después de haber sido descartada la de la empleada de aquel hotel, quizá le haya empapado la de alguna de estas “oportunistas”. (1)

Seguramente para muchas mujeres y hombres, el albino Assange es muy atractivo y no necesitaría forzar lo que puede conseguir sin demasiada persuasión y gratis (mucho más fácil ahora, siendo un personaje mundial). Pero os recordaré que hay en la historia muchos violadores guapos y atractivos físicamente (en España hace 20 años hubo un tal Antonio Anglés que al parecer ligaba con facilidad con muchas chicas, pero que participó en la violación y  asesinato de tres niñas; y recuerdo que una de ellas parecía bastante poco agraciada, frente al apolíneo criminal). Por tanto, la condición de violador, como la de consumidor de prostitución, nada tiene que ver con el atractivo del sujeto, sino con sus oscuras apetencias: no se sabe bien qué le pasó en su día al más famoso Robin Hood: Erroll Flynn; pero sí recordamos con más claridad al apuesto actor inglés Hugh Grant, que fue sorprendido en la calle recibiendo los servicios de una prostituta.

Puede ser que todo el asunto de Suecia sea una pieza de la conspiración vengativa de Estados Unidos, y no debemos  descartarlo: no siempre sus procedimientos son limpios (lo que nos contaron del fin de Bin Laden, no es otra cosa que un asesinato extrajudicial). Pero, de momento, yo no quiero creerme el mundo al revés: confío más en la solera de los estados de derecho e instituciones asentadas en el tiempo, que en las menos contrastadas. Creo, por tanto, que los jueces suecos no admitirían a trámite dos violaciones sin un principio sólido de prueba y no creo que los suecos sean jueces venales, ni sumisos al poder de Estados Unidos; es decir, que, sólo con pruebas sólidas condenarán y, ante la duda,  absolverán al ahora “presunto violador”.

 

Creo, en definitiva, que cualquier persona, (y también los que se manifiestan por el “derecho” del fundador de Wikiliks a no ser extraditado para su juicio en Suecia) que,  inocentemente, fuera por una carretera sueca o inglesa y la policía le parara y le empezara a pedir papeles o le dijera: acompáñenos, está detenido, prefiriera que eso mismo le estuviera sucediendo en Ecuador, Venezuela, o Bolivia.

 

  (1) en alguno de mis muchos destinos judiciales tuve el horrendo privilegio de conocer un caso de violación denunciada -oportunistamente- al cabo de años. Una mujer casada, con más de veinte años, junto con su hermana de 19, ambas vivían independientes fuera del hogar paterno,  denunciaron a su padre por las violaciones continuadas de varios años atrás. La oportunista razón es que se habían percatado de que el criminal estaba empezando a “molestar” a su hermana de 12.

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