domingo, 9 de septiembre de 2012

Una novela historiada.


 

Acabo de leer “Historia secreta de Costaguana” del Colombiano Juan Gabriel Vázquez y el cuerpo me pide el homenaje de volver a la primera página  para recrearme con su relectura. Pero no es mi apetito mayor, porque lo que más desearía es ponerme a leer Nostromo de Josef Conrad, novela y santo a cuya devoción se escribió el libro que me acaba de deslumbrar.

Existe otro santo, insoslayable, que se cita sin citarlo, que está en su magisterio y en el uso central que el autor hace del mejor idioma castellano (universal) como instrumento preciso y asequible, sin esos entorpecedores localismos que tanto aparecen en tantas novelas hispanoamericanas. Me refiero, a Gabriel García Márquez, cuya contundente respiración he escuchado en este libro. Juan Gabriel Vázquez erige para nosotros una tremenda historia colombiana de finales del XIX y principios del XX, que nos incita a querer conocer más la de ese país marginal y desmesurado, cuyas sangrientas locuras añejas parecen como anécdotas en tazas chocolate en aburguesada mesa camilla, en una tarde somera de luz camino del crepúsculo; las mismas historias que Garciamárquez  nos hace partícipes, corriendo el mismo visillo de encaje decimonónico sobre la terrible y sangrienta realidad que, con inagotable frecuencia sigue anegando ese país.

La elección de Juan Gabriel Vázquez es aparejar la historia de Josef Conrad, con la de su protagonista, un testigo de esa realidad colombiana, que se muda al histórico acontecimiento del colosal fracaso (tropicalbíblico) de la primera empresa del Canal de Panamá aderezado con esas incomprensibles cien guerras entre liberales y conservadores, que nos contaba García Márquez y que, como nunca nos las estudiamos, seguimos sin entender, más que como un terco deporte nacional. La historia ameriza en el parto programado por cesárea de la República de Panamá, que preñó y asistió el gran gigante emergente de la época: Estados Unidos.

El autor, colombiano,  aunque es muy listo, muy profesional y gasta mucho sentido del humor, deja sentir su lamento por la pérdida que para su país esta amputación territorial y económica. -Aunque bien se ve que una obra tan seria como el canal de Panamá no hubiera podido ser, ni explotarse, en el informal país colombiano-.

 

Juan Gabriel Vásquez, es un gran escritor, muy documentado y maduro, difícilmente alcanzable para mí;  que es nueve años más joven que yo y eso me hace deprimir por mi todavía estéril vejez, pero ya lo sospechaba. Es un hijo del gran Gabo y me juego la uña del dedo meñique a que el Gabriel que contiene es un homenaje tatuado por sus padres. Se ve que el muchacho es culto de nacimiento.

 

PD. Os contaré la verdad: a mí me pusieron Juan de la Cruz sin ninguna pretensión literaria. Mi madre se llama Mari Cruz, y tenemos familia en Fontiveros (Ávila) , donde nació un santo con ese hombre. Lo de que era poeta, no lo supimos hasta mi adolescencia.

1 comentario:

  1. Gracias Juan por su dedicación a Colombia.
    Como usted bien dice la historia colombiana queda en las ramas del tronco de la historia universal aunque no nos hayan faltado quijotescas, heroicas y sanguinarias guerras y sus consecuentes cicatrices, pero que no nos dan relieve y sólo despiertan la atención por los grandes literatos colombianos que se ocuparon de ellas en sus novelas.
    Lo de la amputación del istmo de Panamá de nuestro suelo patrio debería ser más evidenciado porque marca también el más claro y flagrante comienzo del imperialismo yanki en América Latina. Duró los cien años que nominalmente duró en el Canal, pero los USA no se conformaron, y mantienen sus intereses bien amarrados. Recuerde Ud. que la última gran intervención, (que no tuvo nada de quirúrgica, pues murieron centenares de civiles en el bombardeo del barrio del Vedado) fue para desalojar y encarcelar al antiguo agente de la CIA Antonio Noriega. Nos merezca la consideración moral o jurídica que nos merezca esta persona, aquello fue un acto más de imperialismo sobre nuestra tierra. Esa que despectiva pero elocuentemente llaman ellos “el patio trasero”.
    Encargaré el libro de Juan Gabriel Vásquez.
    Evelinda Jaramillo.

    ResponderEliminar