viernes, 26 de octubre de 2012

La medida de García Márquez.


Hace pocos días, algún desprendido decidió donar a la ONG de Comendador Memoria de mis putas tristes, el último libro de Gabriel García Márquez. En aquel  huerto maravilloso (se llama Sornabique) lo vi brotar para mí como una sorprendente hortaliza y, aunque no había nadie más mirando, tomé rápida posesión de la compra.
                                               
Estoy leyendo otras cosas, pero Gabo es tan fácil, que he entrado en él y en su tema de apariencia tan senil y anodina, que sólo por su virtuosa escritura se convierte es un placer natural, como bucear casi sin resistencia del agua y sin agobios de aire, igual que  lo hace un delfín.

Cada frase está pensada como la mejor de las posibles; se nota que todas y cada una de ellas ha sido colocada, desencajada, testada y vuelta a encajar. Yo vivo en un piso algo incómodo que compramos de segunda mano, pero tiene un elemento extraordinario que nos encantó; gusta a cuantos lo ven y también fue elogiado por los profesionales que vinieron a hacer las obras de reforma: pintar, acuchillar, poner el gas, rehacer la instalación eléctrica...; es el parqué. Casi todos, sin venir a cuento, alabaron la calidad de la madera y la precisión en la colocación, esto lo debió colocar...(lo lamento, no apunté el nombre) que tenía muy buenas manos. Cada palabra de Gabriel García Márquez está colocada como cada tablilla de mi parqué, con una dedicación artesana de otros tiempos. No debe haber nada más tedioso ni exasperante que haber visto trabajar a este hombre con sus frases. Su familia, que lo habrá soportado y me parece que no ha reproducido escritores, tiene anticuerpos contra el oficio de escribir, seguramente por la agonía de ver aguantar la dureza ultramaratoniana con la que pacientemente se empleó el viejo.

Sí, el viejo, y lo digo también en pretérito indefinido, porque es claramente un libro de despedida, el más agotador. No tengo duda de que llegó a su final sin resuello ni oxígeno para pensar: he vencido, tengo que empezar otro.

Es un digno colofón a su carrera, creo que nunca nadie volverá a escribir así. Como el parqué de mi casa, es un trabajo de otros tiempos. Gabriel García Márquez es un novelista del Siglo XIX al que, su prurito, y el grandísimo éxito de sus libros, permitieron repujar, comprimir, decantar, una grandísima obra narrativa en unos pocos miles de páginas: menos de un millón de frases, pero todas de antología.

 

PD es algo que gracias a García Márquez voy a descubrir próximamente solicitándolo al programa Buzón del Oyente de Radio Clásica:

Al mediodía desconecté el teléfono para refugiarme en la música con un programa exquisito: (...) y el quinteto para cuerdas de Bruckner, que es un remanso edénico en el cataclismo de su obra.
                                                El diccionario, sobre mi excelente parquet.
Como tengo el Diccionario Biográfico de los Grandes Compositores de la Música de Marc Honegger revisado y presentado por Tomás Marco confirmé la existencia de un  quinteto para cuerda en Fa mayor de 1879. Aproveché para leerme toda la entrada bruckneriana y encontré una frase digna de Gabriel García Márquez.

Las mujeres con las que pensó casarse no le fueron favorables y murió soltero.

Sabiendo la afición por los diccionarios que tiene el colombiano (que vuelve a homenajearlos en este libro último) y siendo éste de música y de la editorial Espasa Calpe, se me ocurre que también lo tiene en su biblioteca y que leyó lo mismo que yo he descubierto ahora, porque al nonagenario protagonista de la obra, la frase del diccionario le viene a medida.

viernes, 19 de octubre de 2012

Más sobre crueldades.


La guerra proporcionó banquetes de crueldad a los dominadores. En Cuevas del Valle el muchacho de 14 años, Cesáreo Blázquez “Penene” sufrió varias palizas por ser hijo de rojo huido. Te agarraban y te bajaban al calabozo del ayuntamiento y allí: pim pam, pim pam, hasta que se aburrían... y después te decían ¡hala! ya te puedes ir a tu casa. Eso no te lo cuenta nadie porque lo de las palizas da más vergüenza que lo de los fusilamientos, pero a mí me da ya todo igual porque tengo 87 años. Pero que sepas que aquí se dieron muchas palizas.


A Cesáreo una vez incluso no le dijeron eso, que le llevaron a fusilar al cementerio. Alguien los paró y se salvó por la corta edad. Nadie más de Cuevas del Valle me contó lo de las palizas, pero sí me las contó Isidoro, “Pijeta” de Villarejo, a él como soldado nacional le querían obligar a darlas, y a su hermano Máximo “Brazoyerro” se las dieron, aunque le ataban, porque de otra manera no hubieran podido dárselas.


Os copio de mi libro el relato sobre una mujer, que todavía vive, nacida en el caserío de los Mesegares de Santa Cruz del Valle:


*A principios de los años 40, Dionisia aprovechaba las estaciones de menos faena en el campo para irse a servir a Madrid. Un día volvía a casa para ayudar a la familia en las labores de la recolección. Su parada era Lanzahita, desde donde, subiendo por el Puerto de La Reina, habrá unos siete Km. hasta los Mesegares. En aquellos tiempos, la llegada del autobús de línea o “El Correo” era un acontecimiento: la gente miraba las novedades: a ver quien venía, a ver que traían; también se mandaban recados o cestas y encomendaban paquetes a los viajeros o al conductor, para que los llevaran a otra parada donde alguien iría a recogerlos. En ese contexto de expectación, bajaba Dionisia a Lanzahita y  tuvo la fatalidad de charlar con un joven que estaba curioseando allí, cuyo padre era natural de Santa Cruz del Valle. El chico, que parece que sí era considerado un “maqui” o un colaborador, pocos minutos después se vio seguido por la Guardia Civil. Intentó huir, pero según Dionisia, sin siquiera darle el alto, le acribillaron a balazos.

Los guardias hicieron sus pesquisas e inmediatamente Dionisia y su hermana Isidra fueron detenidas porque alguien delató que habían tenido esa conversación. Se “juntaba el hambre con las ganas de comer”. Al vivir ellas en los Mesegares y ser  hijas y hermanas de fusilados, la consecuencia insoslayable fue que ya por ideología, ya por odio de sangre, eran sospechosas. Dionisia fue sometida a torturas para que dijera quién y a qué horas pasaba por los Mesegares, si conocía o abastecía a tales o cuáles miembros del maquis. (Como hemos dicho antes, en este caserío había una pequeña comunidad, unida y recelosa, de la que habían matado cinco miembros, y no cabía esperar informantes ni colaboración alguna con la Guardia Civil, por tanto sólo podían obtener delaciones por la fuerza y ahora se les ofrecía esta “oportunidad”). La tortura que cuenta Dionisia que recibió, fue a base de palos, con una estaca de pino que tenía los salientes de las ramas sin recortar. Temo que hubiera todavía más y que la buena señora se haya guardado detalles más escabrosos, por no revivir más dolores y humillaciones. Otros torturados con los que hablé también me consta que han minimizado sus narraciones. Es doloroso escucharlo, cómo debe ser contarlo además en presencia de si hija  que, con razón, se ponía rabiosa.

Su hija, con gran desgarro, me describe  la cantidad de hoyos que conserva su madre en la espalda y glúteos. Ninguno sabemos lo que haríamos frente a la tortura, pero Dionisia no tenía oportunidad de delatar a nadie, pues nada sabía. Esta mujer es alta, aún a sus 87 años conserva mucha presencia, a pesar de que padece una hemiplejia. Acierto a imaginarme su firmeza y dignidad, grandes por estar curtida en las durezas que había soportado en su corta vida. Eso, sin duda, suponía un reto para los torturadores.  Ante la falta de resultados llevaron a su presencia a su hermano Jesús, a quien dieron una paliza para ver si así les resultaba, pero Dionisia nada habló. Este último intento se llevó a cabo en presencia del mismísimo “Quinientos Uno”: mítico matarife nacional de Poyales del Hoyo; un tipo tan sanguinario que se vanagloriaba de que su apodo (que es el nombre de la Carretera Nacional 501 Alcorcón-Plasencia) era el número de rojos que había ejecutado. Este sujeto de corta estatura física y moral, vestía de traje y llevaba pistola; iba siempre escoltado, y hubiera sido la pieza más codiciada para el maquis de la zona.

Al ver que la moza no “cantaba” o por puro placer, “quinientosuno”  comenzó a pegarla él mismo con furia, pero ella se revolvió y le dio un empujón, haciéndole caer. El monstruo, humillado, se enzarzó con la mujer dándole muchos más golpes, llegando hasta a pisarla la cabeza y cuando se retiró, o le retiraron de la tortura, dijo: “matad a esta perra”. Dionisia aún siguió recibiendo golpes,  ahora de un Guardia Civil de Pedro Bernardo, hasta que oyó que la dieron por muerta. Su fuerte naturaleza, que resistía, y algo de humanidad que hubiera en ese cuartel, hicieron que la llevaran en ambulancia a Madrid, a la Comisaría de O’Donnell, donde  recibió primero asistencia sanitaria, “me subieron arriba” no en los calabozos de abajo. Después pasó ocho o nueve meses de cárcel.



Como decía Perene, de las palizas poco se habla. Parecen sin transcendencia al lado de los muertos en la guerra o de los fusilados con juicio o sin él. Pero esas huellas de crueldad a veces “por puro deporte” quedan siempre como una vergonzante humillación en la memoria de los que las padecieron. Golpear a una persona hasta que “doblado” ya sin ánimo de resistencia, como un fardo de carne sanguinolenta, suplique dejadme en paz, o peor, exija: matadme de una puta vez es algo que produce placer a algunos humanos.

Ayer por la tele pasaron unas crudas imágenes de los sirios golpeando a otros sirios del bando contrario. No se aprecian bien, pero son de una calidad suficiente para recordar que la crueldad más cruel, más antiestética, aún mora entre nosotros.

martes, 16 de octubre de 2012

Ética de la crueldad. José Ovejero.


Ética de la crueldad de José Ovejero.

Me regalaron este libro para mi 48 cumpleaños, pero no sé si puedo aconsejar que se  lea a una edad más temprana. En cualquier caso, creo que es un buen regalo para quien quiere, como yo, ser escritor.

Primero diré que el título está mal puesto; debía de ser Elogio de la crueldad. Creo que el autor lo habría preferido, porque conoce mejor que nadie que ese es el contenido del libro. Supongo que habrá sido el editor, Jorge Herralde o la editorial, Anagrama, quienes le habrán dicho que no convenía titular de esa manera, ya que mucha gente sólo lee los títulos y ése del elogio de la crueldad da miedo, frente a ética, mucho más moral; dice el diccionario que trata de la moral y de las obligaciones del hombre, por tanto, la ética concede prestigio a un ensayo. De eso se trata: es el justo título  de un premio de ensayo, el elogio de la crueldad se queda para adentro de las páginas.

 

Yo pensaba que crueldad venía de crudo, sin cocinar, áspero, visceral, dificil de masticar, directo, sin intermediación, agreste, fuerte, pero viene de crudelis que mi diccionario de Latín define como cruel, inhumano.

La crueldad es humana, intrínsecamente humana. Eso sí; es una perversión temporal, un trastorno mental transitorio de un ser humano o de un grupo de seres humanos (y ahora emplearé un símil animal: de una jauría de seres humanos –aunque una jauría también es algo transitorio: los cánidos que la forman no están en permanente estado de jauría).

Supongo que todos los que sólo hemos tenido relación con la crueldad sólo, o como mucho, epidérmica podemos hablar de ella y hacer juegos estéticos con sus éticas y sus luces artísticas. No creo que nadie que la haya padecido debajo de la piel admita en el concepto aspectos meliorativos.

El autor nos cuenta un chiste que no haría gracia a los judíos:

¿cuántos judíos caben en un seiscientos? Respuesta: quince, cinco en los asientos y diez en el cenicero.

No es que sea este un chiste cruel, lo digo porque no todos tenemos estómago para jugar con determinados hechos.

Crueldad es tortura, reiteración, goce con el daño. Recrearse en reflejar la crueldad es lícito si se hace de modo ético o con un último contenido moral. Si se exalta con fines comerciales, para alimentar y regodear depravaciones agresivas o incitadoras de agresividad, es condenable y peligrosa, cada vez más peligrosa en un mundo anómico en lo moral como al que estamos llegando: Andras Bredik, José Bretón...

El libro es literario, su autor es más un escritor y un estudioso de la literatura que un filósofo: digo eso porque lo mejor del libro son las críticas literarias de obras famosas del S XX que contiene.

En sus capítulos en los que no critica libros  no he percibido ninguna tesis sobre la crueldad; el autor entra y sale en ella y nos deja un final abierto. Eso no es ético.

Más todavía: José Ovejero está en contra de la literatura sin crueldad, que  para él sería toda literatura facilona, evasiva, comercial…, y reivindica la crueldad en Cervantes, en Onetti, en Kafka, no sólo en Sade o Mishima.

Hay quien dice que para hacer una tortilla es menester cascar huevos, ése es un acto cruel (que se lo pregunten a la cáscara) pero en esta obra no sólo se reivindica el placer de comer un huevo frito, se prefiere un huevo que al caer a la sartén rompa su yema, o un huevo estrellado, o un huevo podrido.  Nunca lo comprobé pero dicen que el cianuro huele a huevos podridos, el cianuro es veneno y la crueldad comercial puede ser veneno para una parte de nuestra sociedad.

Podría ser como una droga. Hay gente ética (el ético Fernando Savater por ejemplo) que defiende la libertad de drogarse y la legalización del tráfico de droga. No he encontrado a nadie que defienda la bondad intrínseca de la heroína  o la cocaína, y menos su imprescinbilidad, tan sólo lo harán los traficantes “chaval, esto te va a poner…”.

Yo soy contrario a la libertad de drogadicción, no tendría ningún problema en dársela a Escohotado o Savater, pero no toda la gente es tan reflexiva y responsable. Hay un 20% de personas a las que la droga destruiría en poco tiempo si fuese libre. Para mí es  mucho el precio por una “libertad”.

Lo mismo sucede con la literatura cruel, la anómica, la inmoral, la incitadora de andar por el abismo y la incitadora de tirarse al abismo, que la hay. No toda la gente está preparada para que lo gore, lo pornográfico, lo violento, sean puestos en el primer plano de lo que la sociedad  requiera y valore. Si hay muchos, algunos pueden pasar de la ficción a la realidad,  tomemos el ejemplo de Alonso Quijano.

La violencia es necesaria en la sociedad. La policía puede sujetar, empujar, incluso golpear a un delincuente, lo que en ningún caso se solía admitir ( en el caso José Bretón ya he oído yo a más de uno decir: que me le dejen a mí, ya verás como canta lo que hizo con los niños) es la crueldad, la reiteración en la violencia, sin otro fin que la violencia misma, el daño.

Esto se puede llamar transgresión, palabra que actualmente suena muy bien, mucho mejor que agresión.

Los hombres, los niños, -me refiero fundamentalmente al género masculino- tenemos bastante crueldad genética, todos los niños nos pegamos”a buenas” pero también “a malas” varias veces en nuestra niñez y todos hemos soñado dar unos puñetazos bien dados, los niños en la playa destruyen los castillos que encuentran, usan petardos, tiran al blanco, en mi época también robaban nidos..., incluso el fútbol es un deporte viril, violento, lleno de disparos,  frente al baloncesto donde se buscó más la habilidad de encestar haciendo una parábola, o tirando a tablero. Mucho más tarde se aprendió o se tuvo la potencia física para machacar la canasta, hacer un “mate” lo cual también es cruel y gusta más a los hombres.

Los niños deben crecer, darse cuenta que los golpes dejan hematomas, que si uno recibe un puñetazo mal dado en el hígado o en el riñón puede morir. Pero la violencia, la verdadera crueldad de la vida no se aprecia hasta la madurez, hasta la vejez. Los viejos son los mayores preocupados y los mayores conservadores de su salud (escúchese cualquier conversación de los viejos: eso si es ética de la crueldad)

Pero los niños cada vez crecen menos o aún más: crecen peor; no tienen que escuchar las conversaciones de los viejos,  además les proporcionamos marcianitos que matar, a escopetas de caza, incluso hay un juego yupie que se llama paintbol (dispararse pintura, no sé inglés).

Desgraciadamente la crueldad está con nosotros y va a estar cada vez más, lamentablemente.

Yo tengo una hija pequeña a quien educar y a quien no podré proteger siempre, por eso reivindico que la sociedad necesita raciones de moral y de arte progresivas. Los delirios estéticos de vanguardia, las performances destructivas, que se los administren personas seleccionadas,  minorías preparadas para comprender que ahí hay una crítica por saturación.

Por ejemplo, en la pornografía actual, (que a mí no me atrae, no me excita, me parece fría, mecánica y falsa)  abundan los cunilingus y las felaciones. Yo creo que esas prácticas pueden ser perfectamente alicientes de un sexo maduro en busca de nuevas experiencias, pero nadie se recomendaría para que chicos y chicas de 15 a 20 se inicien en el sexo. Es más, creo que si por influencia de la tan accesible pornografía, los adolescentes se iniciaran de esas maneras, volverían a repoblarse los conventos de desengañados.

Salvo al libro, pero no está redondeado: parece la antología de un  blog. Tiene buenas imágenes literarias, hace pensar.

El autor es un poco bloguero, egocéntrico, exhibicionista, se auto cita, se auto entrevista, ¿qué os voy a decir yo?

 

 

 

sábado, 13 de octubre de 2012

Culpabilicémonos un poco. El verdadero efecto 2.000.


 
Hace poco salió la noticia de que está en marcha un expediente de regulación de empleo en “El País”. Está tocándole a los periódicos, pero muchos cines también cierran, antes cerraron muchos videoclubes y casi todas las tiendas de discos.

A la cultura ha llegado un instrumento de construcción masiva (gracias a ello estoy yo –modestamente- aquí ante vosotros) pero también ha estallado un arma de destrucción masiva: la piratería y la autopiratería (también estoy).

No creo que nunca sea yo un profesional de la cultura. Esta profesión se restringirá muchísimo: muchos, que sean mejores que yo, algunos de los cuales vivían de esto, tendrán que regalar la cultura que quieran hacer, lo mismo que un servidor vuestro. Sin imposiciones, libremente, pero gratis.

Hace mucho tiempo que yo no compro periódico. La última vez fue un domingo cuando en El País vendían muy barato La Fiesta del Chivo de Vargas Llosa y la anterior, (me acuerdo todavía mejor: hace dos años justos), me compré “El Norte de Castilla” porque sacaba la noticia de aquel premio en Arévalo. (No sé si veré impreso más veces mi nombre sin que pague dinero para ello).

Yo consulto, de vez en cuando, El País por internet: dan gratis casi lo mismo que venden por 1,20 €. Es normal -y más en la crisis- que la gente haya perdido la costumbre de  comprar el periódico. Pronto los establecimientos de pan y prensa serán sólo de pan.

Supongo que los periodistas armarán más ruido que otros sectores para que la gente se apiade de ellos. Pero caerán como moscas. Lo mismo que cayeron los que tenían tiendas de discos, discográficas, autores, ejecutantes...

¿Cuánto del dinero que no se recauda por derechos de autor, -que todo ello pagaba impuestos- ha dejado de financiar educación, sanidad, carreteras? El que cultura haya dejado de ser un bien económico, a la larga ha empobrecido a la sociedad (nadie escuchó a los apocalípticos).

La cultura está en el aire. Ahora el resultado de todos los oficios que exigen una dedicación profesional para conseguir la pericia cultural necesaria lo dan gratis. Los músicos y literatos deberán ensayar o componer después de su jornada de trabajo remunerado en otro sector económico.

Pondré un ejemplo propio de merma: yo no sé solfeo, pero puedo interpretar una partitura si antes la he oído. Hubo un tiempo en que compraba partituras, después las fotocopié, (en Salamanca las intercambiaba con otros aficionados). Para escuchar las músicas de las partituras que había fotocopiado, antes tenía que comprarme un disco, o conseguir grabar la obra de la radio, ahora me basta escribir su nombre en youtube. También me “bajo”, creo que lícitamente, partituras de internet. Todo es infinitamente más fácil, pero de esta y de otras maneras hemos matado de inanición a muchos agentes económicos, (que, repito, además generaban impuestos) por el camino.

Creo que sería justo que unos cuantos profesionales de la música, del cine, de la literatura, se mantuvieran, vivieran bien de ello. No sé en qué cifras estamos, pero seguro en una década los que viven de la cultura (que nunca han arruinado el país) se habrán reducido a una cuarta parte de los que hubiera en el año 1.999.

 

Por aquellas fechas se temía una catástrofe informática: el efecto 2.000. Pero un lento tsunami de gratuidad ha llegado a la cultura. A partir de ahora, la mayor parte, se hará exclusivamente por amor al arte.

No es que sea malo, pero es que en el paro ya estábamos demasiados.

jueves, 11 de octubre de 2012

LA CRISIS TAMBIÉN ABRE VENTANAS DE ESPERANZA


Dicen que anteayer se empezó a aprobar la “tasa Tobin” sobre movimiento de capitales especulatorios. Los estados reaccionan, no sé si por convicción o por apreturas recaudatorias. En cualquier caso, es una medida excelente, porque la especulación es lo más antisocial que existe: busca  la perversión del libre mercado (ya sé que esto del libre mercado siempre ha sido un mito platónico) y beneficia a sus actores en perjuicio de los que no la practicamos (la mayoría de los habitantes del mundo). Tampoco quiero hacerme ilusiones: en España decimos “quien hizo la ley, hizo la trampa” y los especuladores seguirán encontrando trampas para su realimentar  su usura.

Hace un par de días también oí que, gracias a la crisis, España ha reducido sus emisiones de CO2, de manera que estamos a punto de cumplir el protocolo de Kyoto: Es otro principio de esperanza. También es reciente la noticia de que en Italia, el año pasado, se vendieron más bicicletas que coches.

 

Aayer asistí a la reunión de padres con profesores y con el tutor de mi hija. Me sorprendió el énfasis de súplica con el que la directora nos pidió que cuidáramos los libros de nuestros hijos para que el año que viene los pudiéramos ceder al centro educativo a fin de que ellos puedan prestárselos a familias necesitadas. Pintó un panorama muy grave, el de las familias a las que el Instituto hace por paliar evitándoles el gravísimo esfuerzo de comprar los libros.

Tengo que decir que la mayoría de las familias españolas que procrean en  mi generación tienen dos hijos, siendo muchísimo más abundante quedarse con uno sólo que buscar un tercero. Por lo tanto no se dan las apreturas familiares de otras épocas y nuestros hijos hasta ahora han disfrutado de muchas cosas que da el dinero abundante que corría. Una de ellas era estrenar libros. Estos libros estrenados están diseñados por las editoriales para que los niños escriban en ellos, neutralizando en gran medida su reutilización. Terminaban acumulándose como recuerdo y,  años más tarde, en una limpieza general buscando espacio en la casa, se iban a morir al contenedor de reciclaje de papel.

Este año no. Instituciones como Cáritas, Asociaciones de vecinos, hospitales, tiendas particulares que compraban y vendían libros de segunda mano y, con mayor motivo y desesperación, también los propios centros educativos están buscando libros que reciclar. Es el principio de la salvación del mundo: compartir y no destruir naturaleza para crear y desaprovechar libros.

Supongo que las editoriales y las librerías habrán notado este año el bajón desesperado de la demanda. Esto provoca más crisis en esos sectores económicos, pero no podemos seguir jodiendo, de aquella mala manera, al mundo en su beneficio.

De cualquier modo, el gobierno español pronto fastidiará este invento solidario de la sociedad: han preparado una (otra) reforma educativa que, el primer año romperá esta útil cadena de racionalidad.

 

Pero la semilla está sembrada y este árbol agarrará al suelo. La crisis, lamentablemente, va para muchos años. Esperemos no olvidar sus enseñanzas.

lunes, 8 de octubre de 2012

El ferrarismo.


Es bien conocido por los seguidores del blog mi odio por el fútbol, como espectáculo acaparador, como pasión de conocimiento, como política, como negocio. Pero hay otra actividad ¿deportiva? que odio más porque es peor.

Se trata de los “deportes” de motor, la fórmula 1, o el motociclismo, o los ralis de Carlos Sáinz, o el París-Dakar.

Voy a centrarme en la Formula 1, un deporte en el que dependiendo del coche que tenga un conductor  será el primero o el decimoctavo de la carrera, porque quien hace el esfuerzo diferencial es la máquina y no el piloto. ¿Imagina alguien que Induráin hubiera cambiado la marca de su bicicleta y por ello llegara vigésimo en una contrarreloj? En España se tuvo la suerte de que durante unos años, el mejor coche lo condujera uno de los nuestros y la gente se aficionó masivamente, lo que trajo consigo confesiones multitudinarias de pasiones patrióticas, incluso pasiones de marca; a mí me parecen falsas, porque nunca lo entendí: confieso que jamás he visto más de un minuto de este deporte.

Será la pasión por la marca, por la estética exclusiva, un reconocimiento calvinista al triunfador, pero esto es un insulto a la inteligencia común.

Este coche cuesta 250.000 euros y nadie que no sea un millonario de nacimiento, futbolista, especulador, banquero groseramente indemnizado, traficante de drogas o un afortunado acertante de lotería con bote, puede permitirse la exageración de conducir esta máquina de 620 caballos de potencia. El 99,9 % de los aficionados que siguen a Fernando Alonso y a su Ferrari sólo podrán conseguir fotografiarse con uno, si encuentran en habitats como Marbella o Cannes,  alguno de estos ejemplares destructores de salud y naturaleza. Tan ejemplar contamidador es este coche  que quema 32,7 litros a los 100 km, en tramo urbano, (además gasta la gasolina más cara). Las emisiones de CO2, azufres y demás componentes que produce su ineficiente combustión  agreden a la naturaleza casi 10 veces más que otros coches con motor de explosión.
Entiendo que haya antitaurinos que se manifiesten contra la fiesta de los toros, lo que no entiendo es que no haya gente que se manifieste contra la opulencia de los caballos rampantes.
Añado que para mí estos exclusivos coches son también la quintaesencia de la corrupción capitalista, y sus seguidores pobres -que los tienen-, representan la indignidad servil hacia el poderoso ostentador con derecho de pernada.
Ojalá fuéramos, de verdad, ciudadanos.
 

jueves, 4 de octubre de 2012

El Invierno en Lisboa, una obra no madura.




Sin embargo, recibió el Premio de la Crítica y el Premio Nacional de Literatura, además de que yo tengo la 24ª edición, de noviembre de 1991, (la primera había sido en mayo de 1987).

Antonio Muñoz Molina es un gran aficionado a la música y presume de ello. Actualmente escribe  en la revista musical Scherzo, ahí se ve mensualmente que es un sincero degustador. En el Invierno en Lisboa narra en segunda persona la vida de un pianista de jazz, pero apenas si aparece el jazz, mucho menos encontramos tribulaciones pianísticas. Es más bien una confusa historia negra con trasfondo amoroso como las películas Tener o no Tener o Casablanca. Aunque aquí los malos no son los nazis, sino unos traficantes de cuadros.  Yo hubiera querido una historia más clara y más percepciones musicales desde dentro, y estoy seguro de que Muñoz Molina, de escribirla ahora, nos pondría mucha más música y mejor servida. La novela es desigual, pero tiene muy buenos momentos de reencuentro casablanquesco. Dice ella:

 -Quien sabe si ya nos hemos perdido.

Conocía ese gesto de las comisuras de los labios, esa expresión de serena piedad y renuncia que el tiempo había depurado en la mirada de Lucrecia. Pero aprendió que ya no era, como en años atrás, el indicio de un desaliento pasajero, sino un hábito definitivo de su alma.

(...)

Notaba el encono mutuo de los besos, la soledad de su deseo, el alivio de la oscuridad. Indagaba en ella la cercanía un poco hostil del otro cuerpo no queriendo aceptar aún lo que sus manos percibían, la obstinada quietud, esa cautela retráctil con la que se repudia el fuego. Seguía oyendo esa voz que le avisaba al oído, volvía a verse parado en una esquina de la habitación, indiferente espía que observara fumando el ruido inútil de los cuerpos, el desasosiego de las dos sombras que respiraban como escarbando la tierra.



Ya he dicho que la novela no me parece muy buena, pero los reconocimientos que recibió sí: a alguien con el oficio y la sensibilidad para escribir de esta manera, había que promocionarle para que se dedicara a tiempo completo a la literatura, y que abandonara como hizo, su puesto de auxiliar administrativo en el ayuntamiento de Granada. Así que felicitémonos de aquellos premios, que estuvieron muy bien dados.





P.D. Lisboa tarda algo en aparecer, con este perfume portugués: Éste es un país muy raro. Aquí las cosas ocurren de otra manera, como si estuvieran pasando hace años y uno se acordara de ellas.

martes, 2 de octubre de 2012

Lo que nos une a Cataluña.


Amo a Cataluña como español. Tolero y respeto a la otra, pero amo a esa Cataluña que nos corresponde con su amor: Albéniz, Granados, Vázquez Montalbán, Amadeo Vives, Pau Gasol (Parece que ya no son tanto y se van haciendo minoritarios). Entiendo que cuando allí haya más gente que no quiera ser española  (muchos odian lo español, yo lo he visto en directo) que la que desee seguir siéndolo, hay que partir las peras y dejarlos andar solos. A mí no me valen sacrosantas unidades, ni otras mandangas de la historia. Aunque aún no lo he practicado, creo en el divorcio. Y apoyo su decisión si no están a gusto con nosotros, con nuestra opresión. Lo sentiré por montones de catalanes que se sienten también españoles, -más aún por los que se sienten más españoles que catalanes, que también hay muchos-, pero tendrán que aceptar democráticamente que la mayoría decide lo que debe hacerse.

Tengo entendido que es en Cataluña  donde se han doblado tradicionalmente todas las películas extranjeras al castellano, a lo mejor no siempre por catalanes; por ejemplo: Constantino Romero, que es manchego, dobla a Clint Eastwood, y a Dark Bader; las para mí entrañables voces de Gary Cooper, Marlon Brando, James Stuart, Paul Newman, Jack Lemmon o Walter Mathau, debían ser catalanas, pero ya se les acabó el trabajo y tampoco nos las van a quitar.

También la mayor parte de las editoriales en castellano son catalanas: Planeta, RBA, Destino, Seix Barral, Ariel, Grijalbo, Bruguera, Salvat, el Círculo de Lectores... Con la independencia dejarán de tener sentido, pero tampoco importa demasiado: estamos en el ocaso de la galaxia Gutemberg.

Una curiosidad poco conocida: el más importante sello discográfico especializado en la canción española era Belter, radicado en Barcelona, donde creo que vivía y vive y grababa Manolo Escobar: el hombre más cañí de todas las españas. 

Ignoro por qué, pero Camarón de la Isla murió en Sabadell.

 

Hay cosas buenas: supongo cuando estemos separados, los catalanes tratarán más amablemente a los turistas “españoles”, porque ya habremos  dejado de oprimirles y de explotarlos. Entonces ir a la Segarra será tan cómodo y amable como ir a Portugal.

 

Pero esta secesión nos deparará algo mucho más beneficioso para los que como yo odiamos el fútbol, y todas sus pompas y vanidades: desaparecerán esos Barcelona Madrid, que monopolizan las cabezas de todos los actuales españoles. Este fin de semana hay uno de los penúltimos.