lunes, 22 de julio de 2013

Gobernantes adolescentes.


No sigo con especial atención a la señora Cristina Fernández, presidenta de Argentina, pero siempre me viene a la memoria el que, como mujer, renuncie a ser conocida por el apellido de su familia para serlo por el de la de su fallecido marido, cuando no se tiene constancia de que hubiera reciprocidad cuando éste vivía, ni después: nunca se ha oído eso de Néstor Kichtner “de Fernández”. Ya creo que escribí sobre esto.

Pero ahora no es eso: la última que oí a Cristina fue un breve alegato contra el neocolonialismo que, según ella, supuso la vejación y el entorpecimiento que no niego que se hizo al avión del Presidente Evo Morales, que volvía de Rusia a su país pasando por algunos países de Europa.
Se trataba de condenar un supuesto “neocolonialismo” que practicaron los gobiernos de Austria, Francia, Italia, Portugal y España, sobre Bolivia. Creo yo que el neocolonialismo debe practicarse sobre el terreno y, en este caso, a tantos miles de kilómetros, nadie se apropió de nada de  Bolivia. El único colonialismo que puede observarse en este asunto es el que –suponemos- ejerció Estados Unidos levantando el teléfono y diciendo a esos cinco gobiernos sumisos que no dejaran pasar el avión de Morales, no fuera a ser que en él viajara el exagente Snowden.

Pocos días después, la señora Cristina Fernández, viuda de Kichner, sacó el tema del oro y de la plata que nosotros los españoles nos llevamos de su país, de sus países, ya que compartía un pequeño foro de países hispanoamericanos para desagraviar a Evo Morales.
Yo creo que esa salida es propia de países inmaduros, que no asumen que todos tenemos historia.
Mi cuestión es muy sencilla: los españoles somos descendientes de colonizadores celtas, fenicios, griegos, cartagineses, romanos, bárbaros centroeuropeos y árabes. No he visto nunca, porque creo que no se nos ocurre, pedir cuentas a los italianos del oro que se llevaron por ejemplo, de las Médulas de León; más bien les agradecemos que nos dejaran el idioma, el acueducto de Segovia, y el puente de Alcántara, entre otros muchos bienes. Lo mismo nos pasa con la parte de palabras árabes que tenemos, e igual con la Alhambra o la mezquita de Córdoba.

Puedo escribir, esta vez con orgullo, que nosotros los españoles somos en algún aspecto un país maduro, es decir, que ya nos hemos autoasumido. Ni siquiera le pasamos la cuenta a los actuales franceses, cuyos antepasados nos invadieron a principios del siglo XIX, por todos los expolios y destrozos que nos causaron, en este caso, sin dejarnos nada a cambio, y es que los napoleónicos, a diferencia de los españoles en América, no construyeron nada, sólo destruyeron y rapiñaron, y además provocaron que después Lord Wellington, el jefe de los ingleses liberadores, se llevara otra ración de cuadros, entre otros la Venus del Espejo de Velázquez, que fue pérdida bien lamentable.
Pero la historia tiene estos avatares. En todas las guerras hubo violaciones y todos tenemos antepasadas violadas, que fueron preñadas por nuestros antepasados, obsesos violadores.

Supongo que algún día, como pasa con todos los adolescentes, algunos dirigentes y una parte de la población de esos países madurarán, considerando que muy probablemente hemos quedado "mano a mano" como dice el tango. Y con la madurez asumir que sus “padres” no eran tanto "esos tiranos", sino que son familia y les deben algo tan importante como su propia esencia personal.
No he oído a ningún español que quiera cobrar derechos de autor por la lengua que hablan los hispanoparlantes no españoles. Pero dejo aquí esta ocurrencia, para que se quede flotando en el éter de los brindis al sol, junto a las reivindicaciones de aquellos colonizados.

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