sábado, 31 de agosto de 2013

VACACIONES EN GALICIA (1)

Con los cuatro días de vacaciones que me correspondían este verano y, animados por unos pronóstico soleado, habíamos planeado descubrir Galicia.
Gente me ha contado que ha ido varios veranos a esta región y nunca se han librado de lluvia, paraguas, escasa luz y un fresco excesivo para el disfrute relajado que corresponde al concepto de vacación.
Anticiparé el final: hemos tenido un tiempo excelente, extraordinario, aunque veréis que lo bueno también tiene sus aspectos muy malos.

Mucho mejor sería haber tenido lluvias y frío, no ver la luz de aquel océano gallego tan ancho, medioatisbar las torres de sus monumentos entre la neblina y pasear bajo el paraguas  con los pies que terminaran salpicados.
Porque ha ocurrido que, lo mismo que nosotros con nuestras vacaciones, los incendiarios habían planeado y aprovecharon para ejecutar su actividad criminal.

Es horrible y angustioso de respirar un incendio forestal. Yo sufrí uno directamente en Arenas de San Pedro en el año 2000. El sol se oscureció y las pavesas caían sobre mi terraza y el ahogo, la prisa, el estado de sitio, la desazón, el miedo, me oprimían furiosamente. Por fortuna cayó una tormenta y el hueco negro que se holló en aquel bosque no fue catastrófico.
Todavía padezco como una herida perenne del alma la amputación de uno de mis paisajes más queridos que, verdaderamente, me causó más dolor que la pérdida de cualquiera de mis familiares fallecidos, los cuales, al cabo, murieron con la vida cumplida: fue el horrible incendio del Noroeste del Barranco de las Cinco Villas. Menos mal que sucedió estando de vacaciones y no tuve que sufrirlo allí dentro. Un buen amigo me llamó por teléfono para darme una especie de pésame, así lo sentí; gracias César.
El humo picante, la angustia, la rabia, hicieron que atravesáramos Galicia hasta la costa de Vigo deteniéndonos casi sólo para hacer las paradas fisiológicas imprescindibles. No era lo previsto, hay muchas bellezas para ver por el camino y, siendo el mar el  premio gordo para cualquier persona de tierra adentro como yo, lo apropiado era ir degustando de menos a más.
La costa, la brisa que sopla del mar a la tierra, nos harían casi olvidar los malos humos y así fue. Pero dos días después, en Pontevedra, que está muy tierra adentro en su ría, sufrimos el asqueroso humo que, empujado por el viento costero, anegó todo y nos privó de aquel tranquilo paseo nocturno que nos gusta dar para conocer de otra manera las ciudades, con su noche y sus monumentos iluminados. La gente desalojaba las terrazas y abandonaba la calle y nosotros nos fuimos a refugiar al hotel para olvidar ese mal sueño. Entonces pensé seriamente que no merecía la pena sufrir Galicia así y que debíamos volvernos a casa.
Reflexioné sobre la incomodidad y la angustia que sufrían los pontevedreses, sobre sus comentarios rabiosos, sobre la privación del verde y su oxígeno, todo tornado a marrón, a cenizo, a descarnadas costillas de tizón..., y me dije que habiendo psicópatas incendiarios, (que son psicópatas aunque en muchos casos los  mueva alguna causa económica) no podemos dejarlo todo al estado; la respiración es demasiado importante como para dejársela a los gobiernos. Tenemos que ser antiincendiarios activos, nos va nada menos que nuestro aire en ello. Los ciudadanos deberíamos organizarnos para limpiar nuestros bosques, para vigilarlos, y después para ayudar a extinguir sus incendios, y todo de la misma manera que defendemos nuestra propiedad. Ninguna policía del mundo podría evitar los robos si nosotros no colaboráramos poniendo puertas, llaves, cerrojos, alarmas privadas: lo mismo deberíamos hacer con nuestro aire, con nuestro paisaje; defenderlo activamente, que el estado se encargue ponga el personal especializado, los aviones, helicópteros y los coches de bomberos.  

Los incendios afectan gravemente a la salud; igual que ella, se cuidan desde la prevención, los buenos hábitos, las comidas adecuadas, la higiene. Y no descubro nada aquí, porque todos lo sabemos muy bien: especialmente cuando estamos enfermos y cuando están ardiendo los bosques.
Los gallegos tienen unos montes que fueron necesarios para dar la madera con la que construyeron sus casas y sus muebles, también la leña con la que guisaron sus comidas y calentaron sus hogares. Ahora que todos nos hacemos urbanos, y nadie poda los bosques para calentarse en invierno. Ahora que los ganados engordan en prácticos establos,  no podemos consentir que el monte, ese que transformamos con pinos y eucaliptos, se vuelva un mero combustible para psicópatas o aprovechados.

Pero al día siguiente en Pontevedra nos salió un cielo azul sin humo; quizá el aire cambió de dirección o el fuego no era tan grande y fue apagado.  Seguimos el viaje aprovechando nuestras vacaciones. Los negros pensamientos abandonaron el primer plano, como cuando se recupera la salud.
Parece mal empezar esta crónica de las vacaciones en la hermosa Galicia por sus incendios; es, por mi parte, como desagradecido, desagradable, vengativo, casi fúnebre. Pero creo que debo ser fiel a mis sentimientos, y el primero que quería apuntar era el del dolor. Además citaré a Serrat  “aunque sea triste la verdad, lo peor es que no tiene remedio” .


miércoles, 28 de agosto de 2013

En el verano de 2004. RECUERDOS DE UN TRABAJO BASURA. (y 2)

El lunes siguiente en el salón municipal de plenos reunieron a esta fauna de desechos humanos y raciales. Se trataba de hacer grupos para diversas tareas, (entreverando sexo débil, vagos conocidos y esta raza tan reconocida), con gente que tuviera pinta  de potenciales semitrabajadores que pudieran tirar del grupo. El alcalde tomó la responsabilidad de distribuirnos. Sin ningún preámbulo, realizó  muy groseramente la advertencia de que el horario era de siete a tres. (Trabajamos para el Ayuntamiento, pero fuera del convenio municipal, que era de siete horas). Y este año va a haber mucha más vigilancia, así que tomároslo en serio que si hay que echar a alguien se le echa.  La gente quería ir con sus “amiguitos” de otros años, y al alcalde trataba de evitarlo. Iba diseñando grupos para hacer diferentes tareas: un muro en el Castañar, una pared en “El Bosque” limpieza de caminos, pintar las líneas de la carretera... Este trabajo es de los más difíciles de burlar, porque se hace en plena ciudad a la vista del público, y además también lo ha de realizar gente con experiencia y cuidadosa, así que los que querían trabajar y sabían hacerlo se apuntaba a esa actividad por no tener malos rollos con vagos y abusones.  En un momento alcalde solicitó un voluntario para la herrería, alguien que sepa, y como yo me he pasado parte de la niñez dando a una manivela de un ventilador que oxigenaba la hulla que daba calor a los punteros que mi padre afilaba y templaba,
-¡Yo! Mi padre tenía una fragua y yo le ayudaba
Dije, más que nada, por huir de que me encuadraran con aquel  tipo de compañeros.

Iba de ayudante de un obrero que estaba allí, aparte, a quien el alcalde no quiso renovar un contrato legal y ahora lo tomaba en uno basura con la idea de que hiciera barandillas, verjas, o puertas. – eso me dijo-.
Estupendo, -me dije yo- porque podía aprender un oficio. Pues yo no tengo ni idea de soldar, -le respondí-
Pues aquí vas a aprender, -me aseguró-.

Este obrero me llevó a los almacenes municipales, que es donde está la herrería. Fuimos bien recibidos por los obreros de plantilla que paraban para el bocadillo y comentaban la “putada” de que hubieran echado a ese compañero y que ahora él tuviera que trabajar a precio de saldo.  Yo miraba el lugar de trabajo, la herrumbre, las borriquetas, las barras y los listones metálicos, todo tiznado y con olor a carbonilla. Estaba calculando de donde podrían llegar los peligros para mi piel.
Pero estaba sucediendo que algún sobrino de alguien, que estaba “recomendao”, había cometido el error de no levantar el dedo antes que yo cuando dijeron herrería, y después de callarse. Sería uno de tantos con pocas luces. Le habían mandado a un anejo llamado Fuentesosa, con Pepe el Patachicle: un cojo de 32 años, pelo heavy, y muchos tatuajes torpes, monocromos, azulones: inequívocamente carcelarios. En cuanto los vi no tuve duda, pero poco después me dijo que estaba con ”la condicional” y que tenía que ir todos los viernes a Plasencia, “a mear”; es decir, que pasaba un control antidroga para seguir disfrutando de la calle.

Acabo de anticipar detalles del final del capítulo en el que tras algún telefonazo móvil, el propio Alcalde en persona se presentó en la herrería y me preguntó que si había cortado alguna vez hierros con “radial” a lo que le contesté la verdad: que no, entonces me dijo que, como podía ser peligroso para mí el manejo de esa herramienta, yo debía intercambiarme con otra persona “el nepote descarriado en tan desrecomendable compañía”. Si le hubiera dicho que sí estoy seguro que me habría dicho que si había soldado alguna vez con “autógena” y así hasta que hubiera llegado a algún puerto donde enganchar esta excusa, que no le sirvió de nada para quedar bien conmigo, porque yo ya había oído las llamadas que se habían hecho y recibido preguntando por el sobrino en cuestión.
Pero el político no podía decirme la verdad de que este puesto era para un recomendao.

 Y a las doce me llevaron en coche a Fuentesosa, pueblo anejo que ya conocía porque ya habíamos realizado la típica excursión dominical familiar por esos alrededores. Bonito entorno. Cuarenta habitantes como mucho. Hallé al Pepe antes mencionado, que estuvo también el pasado año en este destino, con dos coleguitas matando el tiempo en este chollo del que nadie se ocupa, "pasan de tí". "El alcalde Manolo es un tío enrollao y no exige mucho". "Con decirte que me han vuelto a contratar este año".
Acabóse la primera jornada de cigarros y sentadas. A las 2, 20 h. dijo que nos íbamos, y apareció lo peor: el cojo era un piloto aficionado a los ralis, con sus barras cruzadas y su grupo sanguíneo. Por supuesto, tenía coche tuneado con un alerón. Y yo me tenía que ir con él. Ya sabía que no valgo para copiloto de carreras. Con ánimo de frenarle un poco (y de salvaguardar mi vida) Realicé dos advertencias en cinco kilómetros, (yo no estaba dispuesto a pagar tan cara una experiencia real a cambio de 18,03 € brutos, y nunca más brutos que es día). Estoy seguro de que me apretaba hacia atrás en el asiento, y resoplaba, con algo muy parecido al verdadero miedo. Me dio la impresión de que el tipo disfrutaba haciéndomelo pasar, entonces supe que el buen rollo no iba a nacer entre nosotros.

Martes Quedamos a las 8 en el Bar Transportes. Yo no entro en bares ni con mi amigo Pablo y no se me iba a ocurrir a entrar con ese maleante. Cumplidor, me planté a las 8 menos cinco por corazonada. A las ocho y cuarto otro coche distinto, el Patachicle se subió  a la acera:
Tío, he perdido las llaves del local de las herramientas y te he pasado a buscar a las ocho y no estabas.
Mi respuesta contundente,  enseñando mi reloj, fue “Pa que te enteres, llevo aquí desde menos cinco”.
Pero el Patachicle no se ofendió; gente así está bien acostumbrada a que lo pillen de por vida por mentiroso, así que siguió hablando como si nada.
Me fui enterando en muy poco tiempo que era sea un minorista de drogas. Uno de sus tatuajes es la clásica hoja de marihuana, y su teléfono sonó demasiadas veces esa mañana, y entreoí sospechosas elipsis. Manejaba dinero. Fumaba mucho, como si el tabaco no costara. Me dijo que las llaves las olvidó en Coria, adonde fue a comer. Coria está 100 Km. Sus negocios gravitaban en ese pueblo del noroeste cacereño.
Desde los primeros tiempos procuré alejarme de él en el trabajo y hacer tareas propias “a mi ritmo con la hoz” decía yo. Lo que no me apetecía era sacarle su tarea, que él arrimaría a la mía, aunque le daba igual.  Él declaró que con la hoz no se entendía bien, que a ver si le traían la desbrozadora. Al día siguiente le trajeron la desbrozadora  con la que hacía mucho ruido casi sin nueces. A la vuelta yo ya no sentí tanto miedo de su conducción pero e susurraba cosas como ¿por aquí no se ponen los de la Guardia Civil?: aquí hay muchos ciclistas, ¡qué peligro tienen¡, ¿Y nunca han matao a ningún ciclista por aquí?
Miércoles, Habíamos quedao a las ocho menos cuarto porque el alcalde pedáneo ya le había echado el alto con el horario: demasiados incumplimientos y exigencias en dos días. Acudí a menos veinte y esperé leyendo El Estrangulador de Manuel Vázquez Montalbán, hasta las ocho y cinco que fue cuando me volví a casa  y tomé las llaves para llevarme mi propio coche. He sentido una gran liberación, llegué y hablé con el alcalde pedáneo, que hasta ahora monopolizaba este Pepe. Le pedí una tarea para ese día, me fijó una y la hice cumplidamente en una hora y media, pero dejé toda la broza sin recoger para que se viera  el trabajo y después recogerla hacia las tres. En el interin me fui al campo a la sombra de unas piedras con el Estrangulador, y cayeron 62 páginas. De esa manera acoplé al trabajo, al sueldo y al hecho de gastar en gasoil  un euro diario de los dieciocho que me pagaban. Casi cumplía el horario y leía dos o tres horas mecido por el canto de las chicharras. Fui casi feliz. El delincuente muchos días no venía, nunca la jornada completa y no sé si al final le despidieron o el alcalde pasó de él. Yo me trabajaba mis tres o cuatro horas a buen ritmo y en los recreos me leí diez o doce libros, entre ellos Las Correcciones de Jonatan Franzen. Dejé el pueblo y sus caminos bien limpios de zarzas y de yerbajos, aparte de hacer una regadera y una piscina ayudando a un profesional de la construcción que contrató el alcalde.

Hace tres veranos fuimos a ver un cine al aire libre que daban en Fuentesosa y nos encontramos con Manolo el alcalde pedáneo que, al reconocerme, me preguntó:
Oye Juan, ¿dónde estás trabajando? que te pido ahora mismo. Nunca me han mandao un gachó mejor que tú.

Y lo dijo en serio, estoy seguro.

domingo, 25 de agosto de 2013

En el verano de 2004. RECUERDOS DE UN TRABAJO BASURA. (1)


(En la época en la que engordaba la burbuja inmobiliaria había esto).

Llevaba un año viviendo en Béjar y prácticamente no conocía a casi nadie, así que no tenía que darme vergüenza de nada. Me apunté en el Ayuntamiento a una lista de peón de trabajos municipales para cuatro meses. ¿Pero te vas a apuntar a eso? Me dijeron los pocos conocidos que tenía: ¿No sabes que va lo peor de lo peor? Los llaman los gachós.
No habiendo otra cosa, quiero trabajar. Al menos allí me cotizarían a la seguridad social no podían ser ilegales. Lo fueron, aunque en mi nómina mensual constaban líquidos poco más de 500 €.
Había un examen, y era en el campo; en el paredón de la finca de “el Bosque”. Una oposición muy distinta a todas las demás a las que yo haya asistido. Para empezar, en el grupo de 80 apuntados encontré como unos 25 gitanos, etnia que yo nunca he visto en ningún proceso selectivo, pero cuyos votos dicen que controla muy bien este alcalde. Entre estos, había algunas señoras de más de 50 años, gordas de gruesos pechos y largas faldas oscuras a quienes costaba mucho trabajo imaginar cargando un saco de cemento, moviendo piedras o echando paladas de tierra en la mezcladora. Había ya entonces, para mí, reconocibles alcohólicos callejeros poco o nada rehabilitados, muchachos con cara de loco, flacos endémicos y también creo que algún obeso mórbido, y alguna que otra mujer joven muy dubitativa de su papel y de su buena fama en este grupo de gentes variopintas que miraba para fuera como deseando algún milagro o al menos que no la viera nadie allí.
La mayoría de los convocados estaba fumando en corrillos mientras esperaban haciendo comentarios sobre que este año se iba a pagar menos. Bueno, en el sueldo nos engañarán, pero lo que es en el trabajo…

También había jóvenes con aspecto norteafricano y su correspondiente complexión recia y nervuda; los únicos con los que podría haber tenido una competencia reñida. Pero poco después oí decir que iban a seleccionar a 60. Ninguna duda me cupo entonces de que, aunque fueran sido sólo diez  los seleccionados, yo entraría en el grupo.
Vinieron bastante tarde a examinarnos, indicio del desprecio que les producíamos, eran el encargado de obras y una funcionaria con una lista y un bolígrafo. Sacaron dos pares de hoces y la mujer empezó a nombrar gente, el encargado les indicaba la hoz y les decía dónde cortar. Con muy mal “espelde”, que dirían en mi pueblo, los candidatos daban golpes con ánimo de cortar la hierba. El espectáculo era, en general, grotesco: algunos no terminaban de agacharse y casi no acertaban en el pasto otros daban sin fuerza y algunos con una fuerza desproporcionada que no tenía nada que ver con el ritmo y la tarea. Unos se reían de otros. Yo pensaba que estaban suspendiendo “la prueba” pero no, muchos “aprobaban”. Bastantes, sabiendo lo fácil que estaba,  no se lo tomaban en serio, sabiendo que el encargado no podía de ninguna manera rechazarlos. A quienes tenían maneras de buenos trabajadores el encargado les cortaba enseguida, a quienes usaban la hoz de cualquier manera, o con escaso empeño, les dejaban seguir más. Entonces, las risas de sus compañeros hacían que alguno se volviera malencarado. Las gitanas viejas eran patéticas, no obstante aprobaron a una. Yo, que había segado en mi pueblo, no estuve ni quince segundos. ¡Venga, vale!, me dijo el concejal, como extrañado  de encontrar un tipo tan entero como yo.




jueves, 22 de agosto de 2013

Masacres egipcias.

El ejército está matando a muchos islamistas, que se llaman o se llamaron “hermanos musulmanes” y que, según resultó en las pasadas elecciones, son la mayoría de la población. Según se nos informaba años atrás estos “hermanos” ametrallaban autobuses de turistas y ponían bombas, probablemente, para perjudicar esa actividad, siempre occidentalizadora y disgregadora de las esencias económicas y sociales de un país, esas en las que llevaba perviviendo sin discusión su religión.  Pero aunque no nos guste a los occidentales, estos egipcios tienen, como poco, derecho a manifestarse en contra del reciente golpe de estado militar, que es (aunque no nos gusten a nosotros estas cosas tan feas) básicamente prooccidental.
Hace quince años sucedió lo mismo en Argelia: había triunfado el FIS y, más o menos, todos los demócratas occidentales callamos cuando el ejército se impuso. Nadie quería otro Irán y menos aún tan cerca de Europa. El llamado París- Dakkar  hace años que dejó de celebrarse por motivos de seguridad política, y cuando en el Norte de África se dice política, se está diciendo también religión. Muchos países se rigen  por el código penal del siglo VII, (no sé si aparece directamente en el Corán), lo llaman la Sharía, con torturas, amputaciones, lapidaciones, etc.

El Islam es la última gran religión. Aunque sea una síntesis -hecha en el desierto- del cristianismo y el judaísmo, presenta un filo y una pujanza actual en las mentes de sus seguidores que espanta la racionalidad: machismo, nacionalismo panislámico, guerra santa...

Dicen en los telediarios, y a mí no me cuesta creerlo, que algunos de los manifestantes de Egipto se habían escrito con pintura su nombre en el cuerpo para que su cadáver fuera fácilmente reconocido. Si es así, no iban a una manifestación, iban a una guerra, iban desarmados, luego iban al martirio. También he visto en la televisión a mujeres que llevaban a sus niños en brazos a esta “guerra”. Recordaré aquí que la “intifada” palestina la practicaban niños a pedradas contra los soldados del ejército israelí; evidentemente instigados por sus mayores. Para los islamistas no existen métodos desproporcionados.

El dilema occidental está en si, por seguridad y conveniencia,  se apoya a los tradicionales regímenes autoritarios y corruptos, como Marruecos, Argelia, incluso la Libia de Gadafi, y Mubarak..., y ahora a estos militares golpistas, a cambio de que no manden los extremistas, panarabistas, antioccidentales... o si respetamos -de verdad- las reglas de la democracia y permitimos que gobierne quien más votos consiga.

Yo, a pesar de mis pocos conocimientos de estrategia, - no creo que arda el Mediterráneo- considero que debemos dejar de interferir y que ahora los islamistas gobiernen los años que les corresponda según las urnas; aunque lo hagan con sus métodos aberrantes y contrarios a derechos humanos básicos: igualdad, separación de poderes, etc. Y contra nuestros intereses: que gestionen libremente su petróleo (por supuesto), y su canal de Suez.
Sólo desde la evolución interna, que probablemente será larga, y dejará muchas víctimas del integrismo por el camino (recordaré que nosotros los occidentales llevamos desde la época de los griegos buscando demostrar la supremacía de la razón sobre los mitos o los dictados de la religión). Desde dentro, esas sociedades hallarán -si quieren- su camino racional; pero el razonamiento occidentalizante impuesto no crea más que victimismo, nacionalismo, terrorismo suicida, rebeliones con niños en la calle, todo más enquistado; genera líderes y héroes terroristas, como Mohamed Atta, Al Zahuajiri: (por cierto, egipcios), y otros, cuyos nombres no recuerdo, pero que participaron en la masacre de los trenes de Madrid: el líder era Argelino y había otro Tunecino, entre varios marroquíes.
La solución no es fácil para la razón, para el progreso. Si se hubiera dejado triunfar a la democrática mayoría islamista, probablemente bajo su férula se marginaría a los elementos prooccidentales de esa sociedad y también a los cristianos coptos, (con quienes se están cebando, a pesar de ser más antiguos que ellos).
Considero que la democracia es la más justa salida, y la más pacificadora a la larga, de cualquier conflicto. Aunque la razón de fondo, respetar los derechos humanos, estuviera de parte de occidente y contra el integrismo islámico (que eso también habría que demostrarlo) es ilegítimo imponerla por la fuerza.
Lo más moral, por supuesto, es imposible. Que los occidentales vayamos a crear un ejército para que restablezca la legalidad democrática en Egipto derrocando a estos militares que puede sernos lo menos inconveniente en el gobierno, es una quimera.

Digo con tristeza, que triunfa la política de los hechos consumados. No haremos anda. Mientras tanto dejaremos circular campañas de desprestigio contra los  islamistas. Nos taparemos la nariz como hicimos con el FIS de Argelia. Tampoco sé si es lo menos malo o habría una poción mejor. Me conformo y no sé si debo.

 Transportando la situación a nuestra guerra civil, mal que nos pese, los hermanos musulmanes son quienes defendían la legalidad republicana: el triunfo de las urnas, y los golpistas egipcios son la misma casta militar que, ilegítimamente, ha decidido que tiene la razón.

Será que me hago viejo y acomodaticio: propugno que celebremos que aquí no haya sucedido la división militar y el desgobierno que propiciara que el pueblo mayoritario egipcio tuviera armas como sucedió en España en julio de 1936. Entonces entrarían en una guerra civil, que yo tanto recuerdo y condeno, sin duda, como lo peor de lo peor. Es, precisamente, lo que está pasando en Siria: la oposición armada y un baño de sangre, de momento.

Siendo práctico y anteponiendo como bien supremo la vida, prefiero la política de hechos consumados y que ahora el pueblo egipcio no tenga armas, como desearía que  no se hubiera armado la oposición siria. Pero condeno moralmente, tampoco puedo hacer más, a los ladrones de la democracia.
El Golpe en sí mismo es una injusticia y sigue siendo criminal la manera que tratan de imponer el silencio de los cementerios.

Y ahora voy a afirmar mi creencia en que la llamada “Primavera Árabe”, que tan entusiastamente apoyaron muchos occidentales -pueblo y gobiernos-, sólo ha traído masacres, guerras y un peligrosísimo integrismo que terminará sustituyendo a aquellos regímenes estables que gobernaban entre dos aguas: occidentalismo e islam. Parece que el más occidental, Marruecos, se “salva”. Pienso que, una de las causas de aquellos polvos y de estos lodos, fue el descrédito de sus dirigentes y la gota que colmó el vaso fue la revelación de la “verdadera opinión” que tenía Estados Unidos,  desvelada al mundo y a estos ciudadanos del norte de África por los “papeles de Wikiliks”. No sé si los muertos en Libia, Siria, y Egipto, van ya por las decenas o por las centenas de miles. Lo que sí estoy seguro es que antes de aquella primavera vivían más, y también mejor, las personas de esos países. O sea que la razón y el conocimiento, según y cómo, deben permanecer secretos, "el sueño de la razón produce monstruos".


No creo en las revoluciones por muy sanas que parezcan; defiendo, casi sin ninguna duda,  que lo inteligente es evolucionar.

martes, 20 de agosto de 2013

HAGO MIS VIAJES DE TRABAJO CON LA CÁMARA DE FOTOS


La primera vez que transité desde el pueblo de Lagunilla hacia Montemayor del Río me encontré con este paisaje, pero no llevaba la cámara en el coche. Ayer no se me olvidó. Ambos son dos pueblos a mi cargo y espero que durante mis trabajos tenga ocasión de fotografiarlos en invierno y primavera, aunque, sobre todo, en otoño, además de que me gustaría tener que hacer algún viaje por la tarde para no tener el sol tan de frente. (La vista general se me ha  polarizado un poco y se me ha colado un globo).






Me remonta a la época de los cuentos, bosques donde me perdí con  Pulgarcito, la Bella Durmiente o Hansel y Gretel, y luego con Robin Hood y El Capitán Trueno. Y todo esto lo he retratado porque parece mentira en el siglo XXI, el 19 de agosto (77 años después del asesinato de Lorca).

Montemayor del Río que es el pueblo donde se asienta ese castillo, tuvo en su día un señorío y yo ejerzo mis funciones en varios pueblos “de Montemayor”.
En Horcajo de Montemayor una amable señora me permitió hacerle estos retratos.






(PD. Hacía calor. Dejo para otro día escribir sobre las matanzas egipcias)

lunes, 12 de agosto de 2013

Largos tragos de rebosante prosa.



En algún momento, ya lejano, cayó en mis manos este libro. El nombre del autor no me decía nada, aunque su nacionalidad colombiana era, es, debe ser siempre garantía suficiente, a eso debemos unir el que la editorial Destino sea de las de prestigio literario.
Hice muy bien en comprarlo, porque van más de veinte días que ando paladeando sus graciosas imágenes, su labor preciosa, su empecinada cultura, desplegada en una narración sin acción: un puro anecdotario casi plano de una saga de diplomáticos colombianos, todos ingeniosos  admiradores de la lengua y cultura griega clásica y también del ombligo de la carrera diplomática.
Llevo tanto tiempo porque me pierde la inacción, tan solo es el placer de darme largos tragos -pero tragos, no lectura continua- de rebosante prosa. Los tragos son imposibles de resumir en una historia, pero muy agradecidos al paladar en una segunda o tercera lectura, a las que voy recurriendo para tomarle el pulso y poder pedalear sin caerme en la escasez argumental. Todo esto tiene más mérito en un caluroso julio.
Por si os entra alguna duda, declaro que recomiendo encarecidamente este libro y a este autor desconocido, y que nunca lo será, porque murió en 2005 y a ninguna editorial se le va a ocurrir reeditar y publicitar a estas alturas de la -ya historia- de los libros de papel, algo tan invendible como esta familia de diplomáticos colombianos que, lejos de grandes espionajes o influencias en el devenir universal, se dedicaban a cultivar pruritos filológicos y a  tener alguna amante, entre canapés, cambios de legaciones  y penurias administrativas.  Poco se puede esperar de apasionante en los asuntos exteriores de un país como Colombia, actor internacional de tercera división, tanto política como comercial.
La vacua diplomacia de nuestros países aprovecha mucho a la literatura; ahora me acuerdo que tenemos a Pablo Neruda, y a Ángel Ganivet, y habrá unos cuantos más que ahora mismo yo no tenga presentes.

 Seguramente los diplomáticos ingleses o franceses, norteamericanos o rusos,  alemanes o japoneses, tienen suficiente trabajo para no tener que inventarse floridas literaturas, pudiendo escribir libros de memorias que interesen al público por la sustancia que cuentan.

Hace tiempo que no os copio nada aquí. Creo que me colma copiar como tercera lectura: es como hinchar los pulmones de un desconocido aire fresco. Aunque creo que lo que más me apetecería, es leérmelo en voz alta y grabarlo para después escuchar y alimentarme con su música. Esto se acercaría al colmo de la petulancia, un gesto de masturbatorio orgullo arqueológico por haber tenido la paciencia y la fortuna de desenterrar a un muerto orillado en la literatura, como lo estaba en mi biblioteca, anegado por el gran follaje de su compatriota, -y por lo que he leído en un artículo de Internet, amigo y compañero de quimioterapias, (que eso une muchísimo)-, García Márquez.

Pero más allá de la prosapia y la senectud, fue en su decadencia cuando el viejo se portó con la dignidad de un patricio herido y así un día se ganó la admiración de sus amigos al confesar lo que nadie en este país se atrevía. Sin que lo apremiaran a hacerlo el viejo declaró que por cansancio, exceso de alcohol o miedo, había sido incapaz de cumplir la víspera como Dios manda con la señora Montoya, cuyo apellido le servía para hacer bromas baratas a costa suya. ¿Montó ya? Sí señora, pero de nada sirve. Con gallardía inusual confesó su inapetencia, su flaccidez, su fracaso, pero lo hizo con una altura filológica que pronto ganó sitio en las antologías. Ante la sorprendida mujer, que se echaba a sí misma la culpa del fiasco sufrido por el viejo león, éste le dijo que no se preocupara, que el rapto de impotencia que acababa de sufrir no era más que una contradictio in erectio. Félix, al escuchar la historia, sonríe complacido y hasta orgulloso de los recursos semánticos del abuelo -una salida airosa gracias al eufemismo-, aunque él prefería en tales casos emplear la sonoridad ática del vocablo amenènós, que también significa quedar en la estacada ante las señoras, sonoridad escoltada por un suave chasquido con la lengua como si de esta forma se insinuara que, pese a la falta de vigor, en el debate del amor no todo está perdido.


R.H. Moreno-Durán. Los felinos del Canciller. Editorial Destino. Mayo de1987 

viernes, 9 de agosto de 2013

Nagasaki: la infamia de los segundones.

Hoy, 9 de agosto de 2013, se cumplen 68 años de esta masacre. Pero los recuerdos de repulsa y condolencias, salvo para los de aquella ciudad, se los lleva la primicia de Hiroshima: la primicia es la primicia, Hiroshima era una ciudad mayor, los muertos fueron muchos más, (300.000 frente a 140.000). La primera bomba, de uranio, también fue más cara, y eso tiene más caché, pero a los de Nagasaki los arrasaron con otra, parece que más económica, de plutonio.
Además Hiroshima ha generado grandes películas: Hiroshima mon amour de Alain Reisnais, Lluvia Negra de Shohei Imamura y Rapsodia en agosto de Kurosawa, entre otras; también, una canción discotequera que bailábamos en los años 80, llamada Enola Gay, que era el nombre dado al bombardero que la arrojó.
El nombre del avión segundón que arrojó la bomba de Nagasaki, sólo está al alcance de los más avezados crucigrameros, y quizá también de la élite de los mejores competidores de los concursos televisivos de cultura general. Yo lo acabo de buscar y os informo que el nombre es Bockscar, por si a alguno de vosotros le preguntan.
Nagasaki, para mí, se lleva la palma, por su gratuidad, como la peor masacre instantánea de la historia universal; “no tiene un pase”. Un pase puede ser un papel que permite entrar a un sitio que no es de acceso libre, normalmente un espectáculo. Pero creo que en España se usa más con una connotación taurina: toreros como somos, para nosotros un toro no tiene un pase cuando no embiste en la plaza, es manso, está ciego o tiene algún defecto por el que no sigue al capote; es un inútil.  Dentro de la "lógica", (no me gustan mucho las comillas, pero tampoco es lógico llamar lógica a la idem de la guerra) tiene un pase lo de Hiroshima. Sería demostrar al enemigo que se tienen armas desproporcionadamente destructivas e indiscriminadas y que se alberga la voluntad y de usarlas: intimidados por la barbarie se rendirían.
Eso lo hubieran entendido, en unos pocos días, hasta los empecinados samurais japoneses, al parecer, resueltos a resistir la invasión de su país hasta el último hombre  matando a todos los estadounidenses que pudieran. Pero en las 24 horas de estupor y confusión, los americanos les propinaron este segundo golpe.

¿Y por qué, si cualquiera puede entender que estaban a punto de rendirse, asesinar a 140.000 personas más?.
Parece que la tesis dominante defiende que "era un gesto": mandarles el mensaje a los rusos de que Estados Unidos tenía preparadas más bombas, incluso de diferentes clases. Esto entra dentro del despiadado poker que jugaban las superpotencias para quedarse con sus zonas de influencia tras la II guerra mundial.  Otra tesis defiende que era para "probar" la bomba de plutonio, ya que estaba hecha, pagada, y preparada ¿por qué desperdiciarla sin masacrar?
Voy a descartar -y no sé por qué lo hago- la venganza por la venganza, es decir, por devolver más daño al enemigo. (A este respecto se suele aludir que el bombardeo con bombas de fósforo de Dresde que realizaron los aliados al final de la guerra -se trataba de una ciudad histórica muy bella, sin industria relevante-, escapaba a la “lógica de la guerra”. Se apunta a que fue la simple venganza por las destrucciones culturales que sufrió Londres en los primeros años de la contienda).
Sea cual fuere la causa de la destrucción de Nagasaki, yo creo que no tiene un pase y, como humanidad, debemos recordárnoslo hoy también. 

miércoles, 7 de agosto de 2013

Talaván. Una rareza en peligro.



En el centro  tópico de una tópica provincia de Cáceres, de una tópica región de Extramadura, de la tópica España, sureña y seca,  hice estas tópicas fotos.




Pero lo que me llevó hasta allí, fue la capilla del cementerio viejo de Talaván en Cáceres. Fijaos en el edificio, parece el sombrero de la bruja del Mago de Oz, Un lugar curioso que merece la pena hacer un urgente esfuerzo por conservar.
Nosotros lo vimos así el domingo 28 de julio.




Es tremendo pensar que con todos los profesionales de la construcción, historiadores del arte, pintores, químicos etc que hay en paro en 2013 en España, se nos vaya a caer una cúpula tan singular como esta. Hay muchos recortes, pero todavía existen organismos públicos dedicados a la cultura y de nada sirven sus despachos, folios, ordenadores, impresoras, publicaciones, funcionarios… si un bien cultural como este que tienen el deber de defender, se  nos desploma al suelo después de casi 400 años ahí erguido, con un extraño mensaje, que perderá una parte de su sentido con su desaparición física. 

Sería un gran fracaso y un tremendo despropósito que nadie hiciera nada con todo lo que hay para hacer.
Y me remito de nuevo al blog de Gabriel Cusac, su principal y desinteresado defensor. http://gabrielcusac.blogspot.com.es/2013/06/articulo-enviado-la-prensa-sobre-la.html


lunes, 5 de agosto de 2013

Alcántara. (de Caius Julius Lacer)

“Al kantara” significa en árabe el puente. Así que cuando decimos el puente de Alcántara estamos practicando una redundancia,  aunque se puede decir desde hace dos mil años en que el arquitecto del título lo ejecutó que es, al menos, en la Hispania Romana “el puente entre los puentes”. 

Arriba del tajo del Tajo está el pueblo de Alcántara que es un conjunto hermoso y tuvo 12.000 habitantes. Ahora tiene 1.000 y vive básicamente del turismo. Aguas arriba del puente está la presa del Alcántara, que en su día fue la más grande de Europa y que genera electricidad, que es la otra actividad productiva de este pueblo.
Fue la realización de la presa la que, según la mujer que nos guió en la vista a la conventual de San Benito, se llevó el grueso de la gente de aquí en los años 60. Cuando apareció un trabajo por cuenta ajena, con el consiguiente sueldo fijo que dieron a los que se emplearon en la presa, la gente dejó sus agriculturas y ganaderías para irse a seguir construyendo presas por España.



Es muy recomendable además del paseo por el  pueblo, la visita, -además gratuita- a la conventual de San Benito, un solar donde en La Reconquista se asentó una anterior orden de monjes guerreros que, seducidos por el nombre del puente, pasaron a denominarse la Orden de Alcántara. Durante el reinado del emperador  Carlos I de España y V de Alemania se inició la construcción sobre el que había, de un megaconvento. De ahí los grandes escudos que lo adornan. Luego, su hijo Felipe II lo dejó inconcluso, alicortado, por escasez de dinero, dilapidado en guerras (iba a escribir "inútiles", pero todas lo son: es una redundancia como el puente del Alcántara). Unos siglos más tarde, los invasores franceses lo terminaron de estropear y saquear; (para colmo destruyeron los archivos de la orden y de la iglesia). Arruinado se quedó este conjunto de edificios hasta que, en los años 60. la compañía eléctrica que hizo la presa lo utilizó como edificio administrativo y mandó reconstruir algunas partes. Allí dejó una Fundación, que instaló sus oficinas permanentes, utiliza parte del edificio para convenciones y actos  institucionales, y nos proporciona la visita guiada gratuita.
Todo esto lo sabemos por la labor de la guía, que tiene la gracia –exceptuando la difícilmente imitable voz cazallera- de Nieves Concostrina, la gran comunicadora de la cadena SER y de Radio Nacional.

Vengo, mediante el presente artículo, a llamaros a no desperdiciar la ocasión de ser instruidos por ella,  sí os dejáis caer por allí.




sábado, 3 de agosto de 2013

Alburquerque. El lugar donde nació Luis Landero.


Primero diré que existe en el estado de Nuevo Méjico (Estados Unidos) una ciudad de más de medio millón de habitantes con este nombre, pero nosotros sólo podemos permitirnos viajar a la Alburquerque original, que pertenece a la provincia de Badajoz.
Aquí nació Luis Landero, uno de los mejores escritores en español de la actualidad, del que he leído todos sus libros, menos los dos últimos, aunque cuando caigan en mis manos tardarán poco en ser devorados.
Después del entusiasmo por Olivenza, Alburquerque parecía prometer tanto en el folleto de la zona que encontramos en nuestro hotel, (la suelen recomendar junto a Jerez de los Caballeros, que ya nos entusiasmó hace 7 años) que casi nos defraudó.
En primer lugar llegamos tarde, hacia las tres y ya no encontramos para comer “de menú”. Nos tuvimos que conformar con un pollo asado para llevar, guarnecido con  las provisiones y frutas que solemos llevar en el coche, comido a la incomodidad de unas escaleras donde nos sentamos a la vera del castillo.



Luego, la hora de la siesta -de un sábado además- y la consiguiente paralización de la vida pueblerina terminó por enturbiar la inicial idea de pasar la noche allí, con lo que partimos con cierta premura para Valencia de Alcántara, donde descubriríamos que había un festival de rock, -actividad poco recomendable para conciliar el sueño-, que tenía ocupada la población, con lo cual continuaríamos hasta Alcántara, la del puente, de la que hablaré en la siguiente entrada.


Tuvimos suerte con las nubes, y con la sombra que nos proporcionaban a veces. 



Alburquerque tiene un castillo roquero que une a su esbeltez un buenísimo estado de conservación. Desde el adarve de su muralla se conquista con los ojos un amplio paisaje al sur. Sus calles típicas, con abundancia de arcos apuntados, hacen que sea un pueblo objetivamente encantador, pero a mi familia, que venía perfumada de Olivenza, le pareció un tanto inhóspita. (Pido disculpas por esta injusticia, causada por las comparaciones, las expectativas y la aletargante hora de la siesta). 



Pregunté, a la única  persona que vimos por la calle después de comer, si sabía donde estaba la casa natal de Luis Landero, pero resultó ser un turista como nosotros. Vi que la casa de la cultura de Alburquerque lleva el nombre del escritor, pero seguramente es más madrileño que albrurquerquino -si es que es así el gentilicio-. Opino que la adolescencia marca las inquietudes literarias más que la infancia y este extraordinario escritor ya la pasó en Madrid. (Seguramente quiero ahora opinar esto por haber desperdiciado la ocasión de encontrarme con él en su pueblo) 
¿Se me nota un poco de frustración?



jueves, 1 de agosto de 2013

Olivenza. Claro que merece la pena acercarse hasta allí.


Prefiero no conocer (y ahora con Internet es facilísimo) imágenes de  lugares desconocidos que puedo visitar. Quiero que me deslumbren o me decepcionen por sí mismos, que es mejor y también más justo.
Lo hice con Úbeda o Baeza el año pasado: no quise mirar nada, elegí que mis ojos perdieran la virginidad a lo grande.
Así ha pasado también con Olivenza, que no es tan espectacular. Pero, mientras uno se aleja de su casa y de los sitios conocidos, se pregunta si merecerá la pena hacer rodar tanto al coche; porque de ese lugar sólo conocía su nombre, que la ciudad tenía pasado portugués y una melodía popular: la jota de la uva.

Al llegar a Olivenza, uno entra, como en casi todos sitios, especialmente los llanos, por unas afueras anodinas; a veces un polígono industrial con su arquitectura funcional y sus recurrentes marcas. Más adelante, aparcamos dentro de la ciudad y nos ponemos a mirar. Poco a poco, uno va siendo conquistado por el arte público o por el popular.


Orgullosa de su pasado: Olivenza posee lo mejor del carácter portugués: limpio, cívico, silencioso, amable, cumplido, generoso, agradecido.., y ahora tiene las calles con los nombres españoles y los antiguos nombres portugueses.


Su joya principal es la buena educación, el civismo, que mantiene la blancura de sus casas. No vimos las estúpidas pintadas o firmas de los grafiteros, que tanto abundan. Casi todo era resplandeciente y acogedor. Aunque antes de la joya del civismo y esmero de sus habitantes, está la iglesia de la Magdalena con sus columnas retorcidas de estilo manuelino y sus cuadros en cerámica azul. Impresiona, es un arte diferente, y uno se alegra de que ahora sea española, aunque haya sido por la violencia de la historia.

Hay otra joya señalada, que es el sueño de Jessé, un retablo en la iglesia de Santa María del Castillo, pero siendo impresionante la iconografía religiosa, quiero llamar la atención sobre el completísimo museo etnográfico local. Por dos euros, uno no sólo recibe la subida a la torre y la información sobre un meteorito que cayó en esta localidad hace un siglo, sino que disfrutará del museo más completo sobre la vida de nuestros más cercanos antepasados, y es de una sobreabundancia y clase lo que allí se ha recogido, que  se van las horas en aprender y sorprenderse de lo que había antes en las casas o alrededor de los oficios de la gente.



El museo está constituido por donaciones de los oliventinos, por eso dije que la joya principal es la forma de ser de estos antiguos portugueses.