sábado, 3 de agosto de 2013

Alburquerque. El lugar donde nació Luis Landero.


Primero diré que existe en el estado de Nuevo Méjico (Estados Unidos) una ciudad de más de medio millón de habitantes con este nombre, pero nosotros sólo podemos permitirnos viajar a la Alburquerque original, que pertenece a la provincia de Badajoz.
Aquí nació Luis Landero, uno de los mejores escritores en español de la actualidad, del que he leído todos sus libros, menos los dos últimos, aunque cuando caigan en mis manos tardarán poco en ser devorados.
Después del entusiasmo por Olivenza, Alburquerque parecía prometer tanto en el folleto de la zona que encontramos en nuestro hotel, (la suelen recomendar junto a Jerez de los Caballeros, que ya nos entusiasmó hace 7 años) que casi nos defraudó.
En primer lugar llegamos tarde, hacia las tres y ya no encontramos para comer “de menú”. Nos tuvimos que conformar con un pollo asado para llevar, guarnecido con  las provisiones y frutas que solemos llevar en el coche, comido a la incomodidad de unas escaleras donde nos sentamos a la vera del castillo.



Luego, la hora de la siesta -de un sábado además- y la consiguiente paralización de la vida pueblerina terminó por enturbiar la inicial idea de pasar la noche allí, con lo que partimos con cierta premura para Valencia de Alcántara, donde descubriríamos que había un festival de rock, -actividad poco recomendable para conciliar el sueño-, que tenía ocupada la población, con lo cual continuaríamos hasta Alcántara, la del puente, de la que hablaré en la siguiente entrada.


Tuvimos suerte con las nubes, y con la sombra que nos proporcionaban a veces. 



Alburquerque tiene un castillo roquero que une a su esbeltez un buenísimo estado de conservación. Desde el adarve de su muralla se conquista con los ojos un amplio paisaje al sur. Sus calles típicas, con abundancia de arcos apuntados, hacen que sea un pueblo objetivamente encantador, pero a mi familia, que venía perfumada de Olivenza, le pareció un tanto inhóspita. (Pido disculpas por esta injusticia, causada por las comparaciones, las expectativas y la aletargante hora de la siesta). 



Pregunté, a la única  persona que vimos por la calle después de comer, si sabía donde estaba la casa natal de Luis Landero, pero resultó ser un turista como nosotros. Vi que la casa de la cultura de Alburquerque lleva el nombre del escritor, pero seguramente es más madrileño que albrurquerquino -si es que es así el gentilicio-. Opino que la adolescencia marca las inquietudes literarias más que la infancia y este extraordinario escritor ya la pasó en Madrid. (Seguramente quiero ahora opinar esto por haber desperdiciado la ocasión de encontrarme con él en su pueblo) 
¿Se me nota un poco de frustración?



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