sábado, 28 de septiembre de 2013

Un libro lastrado por una lápida.



Si Gabriel García Márquez dijo de la novela de alguien: “Es una fiesta del idioma”, cualquier editor ha de aprovecharlo, porque ninguna solapa venderá más. Entonces un lector como yo se apuntó el nombre del novelista, para leerlo en cuanto se diera la ocasión. Por supuesto, este libro de Las Perlas Peregrinas, el único que he encontrado de segunda mano de Manuel de Lope, no podía dejármelo escapar.
Como lector no he podido sustraerme al comentario del genio colombiano, y la decepción no tardó mucho en llegar. La frase lapidaria sería muy buena para vender aquel libro pero, a no ser que sea muy cierto para esa novela -llamada Bella en las tinieblas-, lastra la lectura de las demás, porque uno en lugar de leer busca la fiesta gabrielgarciamarquiana y yo, en Las Perlas Peregrinas, no la  he hallado.
En unas 250 páginas de este Premio Espasa de novela si encontré (una novela policíaca, más bien una película policíaca española, protagonizada por Jose Coronado), que está bien, sobre todo las imaginativas comparaciones campechanas de un personaje llamado “el Duque”, pero nada más que bien, a secas, lo cual, teniendo en cuenta la cita, decepciona.


No sé si compraré otro libro de Manuel de Lope. La injusticia del elogio hace que yo no haya sido, y ya no pueda ser, imparcial con él. Pero puedo afirmar que es un buen escritor, a secas.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

El morbo entretiene, empantana la actualidad.


El pasado fin de semana, en un camino rural de Galicia, apareció el cadáver de una niña de 12 años, no sé si estrangulada. Y, -se acentuó desde el principio-, sin signos de agresión sexual.
La madre, una prestigiosa abogada de Santiago de Compostela, había denunciado la desaparición de su hija, que era adoptada y  de origen chino, como la mayoría de las adoptadas en España. La niña,  que se movía por los barrios correspondientes a su estatus, también tenía una muy esmerada educación: ballet, piano, idiomas..., hasta el punto de que escribía un blog en inglés.
Me vino a la mente una película clásica del cine español de Ladislao Vadja: “el Cebo”, de la que se hizo un “remake” norteamericano, que aquí se llamó “El Juramento”, dirigido por Sean Penn y protagonizado por Jack Nicolson. Muy buenas las dos películas, tratan de un enigmático estrangulador de niñas.
Enfrentados a la irracionalidad y a la psicopatía pura (como si no fueran psicópatas los violadores que matan a sus víctimas) se nos heló la sangre a todos los españoles; más que a otros a mi familia, ya que nuestra hija tiene 13 años.
Pero ayer, después de la ceremonia de incineración, la Guardia Civil detuvo a la prestigiosa abogada. Había muchas contradicciones en su denuncia, la principal es que una cámara de seguridad había captado a madre e hija en un coche tiempo después de la hora que se denunció como de desaparición.
Ahora, desaparecido el inquietante psicópata anónimo,  la protagonista es la madre, rica y famosa en su ámbito, de la que, ahora sabemos, también era hija adoptiva de un prestigioso abogado ya fallecido y de una profesora universitaria. Ahora salen las fotos de la madre, pronto se analizarán las opiniones de las vecinas sobre sus rarezas, y ya se está escrutando minuciosamente el blog de la niña buscando pistas  de la relación materno-filial. En los próximos días la demanda de morbo servirá muchos más datos de la vida de esta mujer para la masticación pública. Lo último que acabo de leer es que también sobre el padre, un reputado periodista, se cierne la sospecha.
El doble de morbo, por lo menos para una semana.
Y con esto nos olvidaremos del incremento del paro, del cierre definitivo de una gran empresa siderúrgica en Torrelavega, de la rebelión social catalana, de las protestas contra la reforma educativa, del nuevo código penal, de las evidentes mentiras de Rajoy en el Parlamento sobre su relación con Bárcenas...

Lejos de mí creer que el gobierno promueve o patrocina estas noticias, pero es el principal beneficiario.




lunes, 23 de septiembre de 2013

Prehistoria estética.

Seguramente uno hace su gusto estético por lo que va viendo. Yo, de niño, en Cardeñosa,  tuve algunos cuadernos de historietas y veía escasos dibujos animados en blanco y negro, pero, a cambio, se me aparecía mucho paisaje. Los jovencitos de ahora estarán mucho más marcados por las creaciones de los artistas de la animación, pero en algún momento puede que levanten la vista y es también es posible que se vean influidos por su paisaje; en el mío había variados alicientes para echar a volar la imaginación:



                                                               



No sé si todavía estoy a tiempo de ser dibujante.



viernes, 20 de septiembre de 2013

EL AMARILLO TAMBIÉN ES MI COLOR.

 A Catalina, paisana que pide más Cardeñosa por aquí.


Soy español y él está en la bandera republicana, también en la bandera monárquica  y en la madre de esa bandera, que es la señera aragonesa; pero a mí no me gustan las banderas.
El amarillo vive en mi alma y eso lo descubro cuando voy a Ávila, y a mi pueblo, Cardeñosa. Ya lo escribí en El mar: ando pintando un cuadro y jugar con tubos de pintura sobre la paleta me impregna el cerebro de colores de una manera que ya no esperaba. Lo cual es prueba de que todavía no soy viejo,  más todavía: que soy niño. Y eso me da mucha alegría adulta, porque estoy en  el momento que más se aprecia la frescura de la niñez.
                                                                             

Soy de tierra seca, de veranos esperando la cola de los cántaros en la fuente pública, de sed en el campo, de no tener donde bañarme y sólo aprender a nadar (más bien a no ahogarme con una tosca braza autodidacta) ya en Ávila, que fue a los 14 años.
                                                                        Foto Cardeñosa, años 70, Fernando Méndez Velayos (creo)

Era por eso que creía que mi color era el verde, por mis anhelos de humedad, por la alegría tan plena, aunque tan efímera, que me daba verlo en primavera. Por eso, en gran parte, elegí para vivir Béjar, una ciudad a los pies de un gran bosque, bajo una sierra, donde llueve mucho y el agua nunca falta.
Pero este verano, no sé si será por la experiencia pictórica o por la dulce nostalgia de mis regresiones infantiles, mientras conducía hacía Ávila he disfrutado mucho de los amarillos campos del Valle Amblés, con el sol del atardecer vibrando los colores de las cebadas segadas, de los tostados trigos o de las sencillas hierbas de la linde, y me he reconocido en el goce de mis ojos.

Hace dos semanas, con el aire limpio que dejó una tormenta, fui a fotografiar parajes de mi pueblo y mi cámara, como veis, disfrutó copiando amarillos salvajes.








Luego he buscado entre lo que tenía por ahí para poneros más.


                                                                 Años 80.Foto: Javier García Sáez








martes, 17 de septiembre de 2013

El Héroe.

Fue en Cáceres, el año 2003. Salí a comer mi bocadillo de veinte minutos a un parque y vi esto. Después lo escribí:



Hoy he visto a un Héroe. Era un hombre mayor de setenta años el que se acomodó frente a mí en un banco del parque. Atendía con cariño a su niña de cincuenta, aunque yo no sé calibrar bien la edad de las niñas eternas. La llevaba bien vestida, puede que un poco juvenil para sus aparentes tantos años, y quizá demasiado poco infantil para su edad mental, pero ¿cómo será perder el tiempo mirando escaparates y probando ropas que resultarán irremisiblemente grotescas?, ¿cómo presupuestar dinero buscando el diseño, la calidad, en un ropaje poco lucido?. Acaso ella en su infantilidad se sentirá más guapa con esta indumentaria corroborando su propio criterio estético infantil, o  aceptará cualquier ropa como un regalo, sin importarle cómo es, junto a los otros amorosos desvelos de este padre a deshoras, prorrogado en pepetuo celador.

            Sentado con ella en un claro del parque al bienvenido sol de otoño, el héroe no regatea alborozo en sus expresiones de acompañamiento a la alegría que muestra su  niña grande por la bendición de este calorcillo reaparecido tras cuatro días de lluvia.
Con sus ojos rasgados, la chica quiso tanto llenarse de sol que la visión del astro le devolvió un estornudo placentero, pero inundado de mocos. Y sonrió como si hubiera hecho una gracia. Y el héroe le quitó los mocos con la misma paciencia y la misma marca de pañuelos desechables con la que yo se los retiro a mi bella Natalia de tres años.

            Y desde entonces no puedo evitar pensar si este héroe se habrá comido siempre, sin asco ninguno, las sobras de su niña, como yo las de la mía, y si elegirá con el mismo esmero que yo, las más sabrosas frutas, las más jugosas carnes, y la leche de más garantía, para que crezca con lo mejor que pueda darle.

            Cuando la vida decida no prolongar más la energía del héroe seguro que se irá con la certeza de que nadie, por ningún precio, repetirá estos amorosos cuidados, ni tampoco acompañará esperanzado recreándose en mínimos detalles de felicidad y cariño, los gestos de la nena, ni buscará una brizna de luz de familia, de orgullo de ser, de esa pequeña isla de amor que los demás no comprenden. El héroe agonizará lucubrando qué hará la niña, huérfana y sola, en su inmediato entierro; si será consciente de que él no volverá más, o si sólo le llorará por imitación a esos allegados, que arreciarán su llanto más inconsolable contemplando el destino de la pobre desamparada, o quizá, aún más: acordándose de la malograda vida del pobre cuerpo presente al que tocó esta suerte.

            Él está sufriendo en vida el pesar, la desazón duradera más allá de la muerte por la responsabilidad que contrajo el aciago día del nacimiento, y  lo disimula sólo para ella. Tampoco ha podido nunca desahogarse con grito, porque ella es inocente, y contra los inocentes sólo cabe la abnegación: todo lo demás sería una pura crueldad.


            Y el héroe, devolviendo sonrisas, aguanta su grito, porque con un injusticiado en la familia ya es bastante.

sábado, 14 de septiembre de 2013

VIAJE A GALICIA 8. (Orense)

ORENSE
Teníamos pensado ver esta ciudad de ida, pero ya se sabe que el acoso del humo nos llevó directamente a la costa. Después de estar saciados del arte de Santiago y de Tuy no nos apetecía ya tomar este aperitivo a la vuelta, pero las leyes del sueño hicieron que tuviéramos que hacer noche.




Orense es una ciudad moderna asentada en un valle alrededor del río Miño. Centrada en un airoso puente de 34 metros de altura de piedra que llaman “romano”, parece que no tiene mucho más. Además estaba desagradablemente tostada en los montes circundantes por los recientes incendios que aún hidroaviones continuaban apagando una semana después. Pero había que dormir.
En medio de Orense hay una fuente termal que se llama “Las Burgas”. Es de uso público y gratuito. Ir a escaldarse un dedo con el agua azufrosa y casi hirviente es uno de los reclamos y nosotros lo cumplimos. Desde ese fenómeno uno se siente anonadado ante este viejo joven planeta mientras piensa que todos los días de mi envejecida vida las Burgas han estado trabajando ahí, manando su agua caliente, y así estaban desde los romanos, manando distinta agua aunque igual de caliente y ¿por qué vamos a dudarlo? desde poco después que se configurara la tierra: miles de millones de años.



El calor que conozco es una cosa que se enciende y se apaga; tiene una vida tan escasa, tan joven y tan efímera que no lo comprendo de otra manera. Los calores más largos son los malditos incendios forestales que se suelen agotar antes de una una semana. Pero éste está ahí y ahí seguro que sigue más de una semana después mientras yo he olvidado, dormido, trabajado, comido  y descomido, visto películas, escuchado noticias...y también seguiría manando caliente a pesar de que yo aguantara la respiración hasta morir; mana calor incluso a pesar de esta crisis. 
La inevitable conclusión es lo mínimos que somos frente a nuestro simple planeta, a su vez es tan minúsculo dentro del universo...
Y siempre da vértigo el conocimiento en primer plano de estas cosas.



Pero Orense tiene algo mucho menos conocido que las Burgas, pero no menos singular: una asombrosa catedral ahogada entre edificios modernos, tan fea e irregular por fuera como sorprendente por dentro. Guarda tesoros como la capilla del Santo Cristo de Orense, que no  me atreví a fotografiar iluminada porque la gente estaba muy apretada y fervorosa escuchando misa y nosotros éramos los únicos intrusos turistas curioseando aquella ceremonia que sucedía a las 11 de un jueves por la mañana. Al acabar, súbitamente me apagaron las luces, así que no puedo ofreceros su esplendor, pero traigo aquí el testimonio de un barroco subido de filigrana y voluta, muy dorado, deslumbrante aún sin iluminar, que por sí solo recompensó nuestra noche, y por el que merece la pena detener el viaje y desentrañar entre las implacables modernidades despersonalizadas, esta catedral, con pórtico de la gloria policromado, altar mayor, cúpula central y también estos recientes exvotos de cera de supersticiosos creyentes que rezaron por la salud de las personas y curación de las extremidades.








jueves, 12 de septiembre de 2013

VACACIONES EN GALICIA (7)

Peregrinos, caminantes, deportistas.
Las gentes fluyen desde muy lejos hasta Santiago.
Una vez que hube llegado, me gustó verlos a ellos apurarse en los últimos metros golpeando sus palos toscos o labrados, agarrando sus ergonómicos y ligerísimos bastones de titanio, con sus calzados transpirantes y sus mayoritarios ropajes con tejidos de última generación para que la humedad no les críe hongos, ni reumas; percibí el batir de ingles y de sobacos, tendones y rodillas y gemelos, que aprietan los últimos pasos, músculos de todos los colores, por llegar a la plaza. Traían en la frente la sal de los recientes sudores, petrificada por el aire. Olían a polvo del camino, a motor de  ácido láctico, a pies.
Ya visteis que vine en coche, sin empaparme ni empolvarme de camino y ya sabéis cómo me recompensó la Plaza. Quise saber  qué fue para ellos que la ganaron remando con los brazos, poniendo a prueba sus tobillos contra las piedras del camino, desafiando dolores presentes o futuros de espalda con aquellas mochilas de hormiga. Escozores y callos, sabañones y ampollas; inclemencias.
No sé si a ellos les colmó la plaza como a mí. Sí observé que algunos saltaban, y me parecieron  un poco impropios, impostores, exhibicionistas para que les viéramos. Otros hacían gestos más comedidos de maravilla, de estupor, quizá hubiera alguno de decepción (habrá gente para todo, yo no vi de esto último).  Otros se abrazaban sinceramente, algunos muy contentos de reconocer a compañeros del camino que habían legado antes. Yo sólo contemplé el arte y su circunstancia como un turista más y siento un poco de envida. Hay gente que después de haber venido motorizada como yo, quiere volver a venir, esta vez haciendo camino. 
Cada vez llegan más ciclistas, que no es lo mismo, apresurados deportistas.






Pero no quise hacerme el simpático preguntón, -ese que conocéis que entrevista a viejos y habla con senegaleses en el autobús-. En Santiago y en el camino, hay demasiado pícaro pedigüeño y yo no quería pasar, ni ser rechazado, como tal. Además, si hubiera prendido una interesante conversación desinteresada, habría creado una potencial víctima de los cocodrilos.
Pero que sepáis que hubiera querido entrevistarlos.



martes, 10 de septiembre de 2013

VACACIONES EN GALICIA (6) Santiago

SANTIAGO DE COMPOSTELA
Santiago es el premio gordo de Galicia. ¿Cómo no ir a Santiago estando cerca de ella? Claro que sí. Sobrellevando el olor a quemado, teníamos que dirigimos allí.
No es interesante abordar a las ciudades por sus partes más hermosas. Acercándonos desde Pontevedra, sólo vi un Santiago de altos edificios modernos y  rápidas circunvalaciones y avenidas donde el tráfico era intenso; así que atravesamos las afueras hasta un barrio lejano donde aparcar cómodamente. No es que yo lo haga adrede, es que soy torpe con el coche, y huyo tanto de las apreturas como de las multas de tráfico y los claxónes impacientes, por eso termino por empezar desde tan lejos.  
Uno pisa una ciudad como otras tantas, un barrio con cada vez menos tiendas, algunos talleres, y calle semivacía porque son las cuatro de la tarde en verano; y nos ponemos a andar,  no se ve nada por arriba ni por abajo ¿pero esto era Santiago?

No, no era Santiago. Santiago es un invento espectacular, que apareció después; es como Las Vegas, aunque yo nunca he estado en Las Vegas; ni en nada que se le parezca (salvo Santiago, creo). Un lugar donde llega mucha gente constantemente y algunos se quedan o buscan quedarse. Seguro que es más cosmopolita Santiago que Las Vegas y ambas, infinitamente más que La Meca.
Creo que después de Santiago sólo podremos ir a Roma.
Santiago es un invento, todo el mundo lo sabe. Nadie podría explicar que al otro lado del Mediterráneo alguien dejara un cadáver en una barca que vino solita hasta una concreta atlántica ría gallega a miles de kilómetros para aparecer justo cuando los cristianos emprendían la reconquista de la península Ibérica de la dominación musulmana. Santiago se convirtió en un apóstol luchador que, con su mítica aparición a caballo, decidió a espadazos la batalla de Calvijo. No sé si se ha pensado lo suficiente, pero tan importante como Santiago en su caballo rampante es el moro muerto que yace. Así se hizo el patrón de España. Al utilizarse como un símbolo de moral de victoria, el caudillo moro Almanzor organizó en el siglo X una expedición para destruir la esta ciudad y lo consiguió: la saqueó llevándose en prenda las campanas del templo que había entonces. Pero el lugar renació. Se consolidó como foco de toda la Europa occidental, y se organizó el camino de Santiago, que está vivo y permanecerá por muchos siglos, aunque sólo fuera como circuito artístico de kilómetros de Mountain Bike.
Santiago es Las Vegas del espíritu: decenas de iglesias, pequeñas y enormes, cruceros, soportales, tiendas, palacios,  todo religioso y profano, confluyendo constantemente. Santiago es un destino mundial. En ese destino, como Las Vegas, hay muchos sacaperras, la abundante y renovada mendicidad milenaria y los vendedores de recuerdos, los vendedores de sueños, los músicos ambulantes, también los timadores... No había visto yo más que el primer ápice de casco antiguo y ya se me acercó un hombre para decirme: bonita foto ¿verdad? Y empezó a contarme la típica historia de que llevaba 5 días allí y que estando distraído con los monumentos le habían robado todo lo que tenía  y necesitaba dinero para volver.
Muchos más fantásticos pedigüeños se me acercaron en dos días a intentar explotar ingenuos sentimientos. Pero es que a estas calles llega tanta gente como manadas de Ñus y ellos, como cocodrilos, buscan su pieza, descaradamente, sabiendo que sus intentos tienen poca importancia en el espectador, frente a la impresión de la belleza de este lugar de ilusión. Yo nunca he escuchado a un cuentista de estos hasta el tope pero quizá, por la literatura, debiera dejarle correr su historia y hasta preguntarle detalles con los ojos fijos en su farsa. Pero me sale el ofendido que llevo dentro y le expulso con cajas destempladas, ¿tendré tal cara de tonto yo?

En el casco antiguo uno puede pararse frente a tantos monumentos, humilladeros, cruces, palacios, iglesias, pero siente el magma, el pulso y la atracción de la plaza del Obradorio, el emblema, el icono que tenemos tan visto y manoseado hasta por céntimos de euro. Uno lo percibe, sus latidos están allá abajo y todas las corrientes de la curiosidad llevan a ese lugar; los ciclistas y andariegos apuran sus pedaladas y sus pasos emocionados. Sin duda, está cerca. Es el destino de un largo camino, es el crisol donde se funden cada día miles de ilusiones por haberlo conseguido. Y se retroalimentan. Y se siente. Yo no quería verlo solo, no quería verlo sediento, quería descubrirlo compartiéndolo con mis mujeres, que, en un momento se me metieron a ver un museo que salía al paso; mientras yo, sediento, busqué agua. Calmé mi sed y no les dejé acabar de ver el museo. Minutos después, nos precipitábamos sobre el “santo” lugar. Vimos una cola y entramos en la catedral por una puerta al norte, allí había un elegantísimo cura japonés aparentemente ensimismado en la maravilla, -yo sentía un poco de vergüenza por él- rodeado de paganos que hacíamos fotos y buscábamos ver todo. Muchos extranjeros y españoles de pelajes varios, muchas maneras de devoción también podían verse entre la maraña del turismo. 





Dentro del templo gente de seguridad -o curas- vestidos con chalecos verde-fosforito tomaban periódicamente el micrófono y hacían Chissssssssst... para callar a la gente, avisar de la próxima misa, y recordar que no se pueden hacer fotos con flash. Sin embargo, la gente fotografiaba y fotografiaba, porque no entendía la norma o no quería entenderla y se quería llevar aquella belleza, aquellas luces, quedarse con esos momentos tan esperados. Salimos a la calle, por la puerta sur, sin pisar a las inevitables mendigas rumanas,  a otra plaza llena de gente y de vida que se movía hasta el lugar.
Sentíamos el magnetismo ya inexorable y esta vez, sin sed, sin prisa, íbamos a llegar a la plaza del destino, poco a poco, se me aparecieron sus gigantescas torres: es enorme,  infinitamente más grande que lo que dejan imaginar los céntimos de euro. 

Poco a poco, yo quería dar los pasos mas cortos para  condurar el placer, apareció rotunda entre la expectación compartida, nosotros y cientos de turistas y peregrinos que no hacían más que llegar.



Es el justo destino a un largo camino. Podría decepcionar pero, sin embargo, colma. Después de ver y abarcar la plaza de la ilusión, de querer tocar sus piedras, de tumbarme en su suelo pellizcándome para decir: sí, es verdad, estoy aquí, estamos aquí con el mundo. ¡Madre, me gustaría que lo vieras, y ver yo cómo lo disfrutarías, y también contigo, Padre, que te acaban de operar de cataratas: ahora también ibas a disfrutarlo tanto como Madre!




Después de hacer veintitantas ansiosas fotografías, saqué un pañito y me limpié las gafas, para degustarla respirando después de la conquista, como los hondas estertores de después de un orgasmo. 
Cuando me calmé, la razón me situó en este tiempo y lugar para agradecer la suerte que habíamos tenido al llegar en un atardecer, con aquella mágica luminosidad reflejando la mágica fachada.



lunes, 9 de septiembre de 2013

¿A QUÉ ESPERAMOS?


MANIFESTÉMOSNOS YA CONTRA EL EL BOMBARDEO A SIRIA.

Interrumpo la narración de mis impresiones gallegas por este asunto urgente. Desde el pasado fin de semana están haciendo circular un video muy malo, una perfromance bastante barata, que, al parecer, ha difundido una senadora norteamericana y, supuestamente, ha “autenticado” la CIA.
Los de la CIA no pueden ser tan tontos como para creerse esto. Lo que sucede es que, en la era de las pantallas, a los espíritus humildes y acríticos que moran en nuestro mundo les hace falta una imagen para que se terminen de creer algunas cosas. Las imágenes, para nada improvisadas, tienen la supuesta falta de calidad de la urgencia, pero esa falta es deliberada: así se ocultan mejor los fallos de interpretación. Yo afirmo que este video no sólo no es el del supuesto ataque con armas químicas de Damasco, sino que además ha sido grabado en alguna escuela de arte dramático de Estados Unidos.

Pero primero voy a reconocer mi total desconocimiento de cómo actúan las armas químicas: sólo tengo como referencia los efectos de espolvorear un insecticida de aerosol, y todos tenemos -en el oído sobre todo- el ruidillo del aleteo de las moscas boca arriba y alas abajo, con sus escandalosos movimientos circulares. En el video nos dan una ración de espasmos mortuorios con el mismo movimiento que realizan al menos un par de actores, uno de ellos con barba dispersa, como muy típica de joven musulmán.
Así todos los espíritus cándidos del mundo identificarán con lo que conocemos como muerte química. Si lo hubieran sonorizado estoy seguro de que haría brrrrrrrrrrrr.
Yo creo que si uno muere de esa manera se desencajará mucho más de lo que hemos visto y reflejará esa tensión en los rostros, aparte de que estoy seguro de que también habrá muchos vómitos.
Making OFF o Cómo se pudo hacer si se hubiera hecho en Damasco.-
Si hubiera sido realidad: supongamos que aviones tiran bombas en unos edificios de los suburbios de la capital siria y de ellos sale un extraño humo, que seguramente huele mucho: creo que lo llaman gas pimienta o gas mostaza. Es posible que alguna gente corra a refugiarse en los sótanos y empiecen a morir fruto de una asfixia. Pero la mayoría, los que pueden, huyen a la calle, lo más lejos posible, con un trapo o una ropa en la nariz, buscando aire puro.
Supongamos que estos muertos que nos han presentado se quedaron en casa o estaban dormidos. ¿Cómo y para qué han sido llevados al local de filmación todos juntos? ¿Quienes, sin unas especiales mascarillas -no sé si los rebeldes las tienen a mano- se habrían atrevido a entrar mientras durara el olor dentro de unas casas, que seguro que todavía estaban sin airear, para recoger cincuenta o setenta cadáveres recientes?
Serán, la mayoría, amigos o familiares y buenos vecinos, y lo harán para salvar vidas. Pero qué lógica tiene encontrar a al alguien vivo y no llevarlo a un médico o a un hospital, sino a una morgue para que haga la mosca en el suelo y lo filmen. Ante una masacre, una tragedia como esta, ningún vecino se juega la vida para rescatar otro y después es tan inhumano como para llevarle a que se muera frente a las cámaras: no sé si su conciencia, pero la familia del muerto no se lo perdonaría en la vida.

 Yo no creo en estos muertos filmados como tampoco creí en el, (inoportuno para Assad oportunísimo para Obama) bombardeo, con estas armas especialmente viles. Hay que ser “mu tonto” para dar un pretexto de esta categoría, además, sin ninguna necesidad, ya que estaba ganando la guerra.

Pero daré el argumento definitivo para demostrar nuestra incredulidad y, de paso, voy a aclarar por qué defiendo que necesariamente ha sido grabado en Estados Unidos.

En el muestreo que hacen de los cadáveres, unos treinta o cuarenta la mayoría jóvenes falta el principal  detalle de credibilidad: no se ve ninguna camiseta de Messi o de Neymar. Eso es la prueba definitiva de que ha sido grabado en Estados Unidos  donde el fútbol es, a diferencia del resto del mundo un deporte minoritario, por lo que, al no verlas constantemente, no se  han dado cuenta de lo representativo de este detalle en la población, especialmente del tercer mundo.

Cualquiera que haya viajado lo sabe, y yo, que he mirado muchas imágenes callejeras de las primaveras árabes, si no haced la prueba, siempre se ven entre los participantes camisetas de equipos de fútbol europeos, y en esos tumultos de la calle, no sólo estaba la casi siempre de Messi, también he visto camisetas de Iniesta, Xavi y hasta de Sergio Ramos. A no ser que Siria sea una excepción igual a Estados Unidos, no es posible hacer un muestreo de 40 jóvenes en el que no aparezca este elemento, luego la grabación es falsa de toda falsedad.
***
Todo es un tosco pretexto para que Estados Unidos dé un empujón militar a los rebeldes que, o bien cambie el régimen, o bien debilite y desactive mucho más a Assad.
Fuera de lo que es el tablero de ajedrez de la dominación internacional, me da la impresión de que Obama no quiere pasar a la historia como “el negrito blandito”. Su falta de testosterona militar perjudicaría no sólo a su sucesor  en la candidatura demócrata, sino a otro eventual “afroamericano” que pudiera postularse en el futuro.

Lo terrible es que los estadounidenses, aun los demócratas, parece que siempre van a preferir el modelo de  americano de John Wayne, con su dialéctica matona de los puños y las pistolas, frente al no menos norteamericano Jack Lemmon, dubitativo  inteligente y humano,  que  preferiríamos otros.

Y ahora ya, completamente en serio, quiero convocar a los convocantes de manifestaciones para que empiecen ya la tarea, porque si la CIA el Pentágono y los otros centros de poder y manipulación, se han molestado en hacer esta pantomima es que tienen muy decidido eso de tirar las bombas.

                                                    ¡NO A LA GUERRA!



PD. Luego dirán, -cuando se descubra inequívocamente la farsa- que todo el mundo vio claro que habían gaseado a su gente y que comprendimos que era un justo bombardeo. Como la invasión de Irak.






domingo, 8 de septiembre de 2013

Vacaciones en Galicia (5)

EL MAR
Creo que el mar tiene tanto atractivo para los de tierra adentro porque la aprehendemos sin comprenderla, fascinados y ajenos, como una religión poderosa y extraña. Nos damos cuenta, en nuestra ignorancia desvirgada, que nada hay que pueda empequeñecernos más. El mar, a diferencia del cielo, siempre está vivo. Nos pronuncia un idioma grave que invita a considerar. Es música: una masa coral con atrevidas olas solistas que osan hacer filigranas con su cuerda en alta tensión hasta lo más ardiente y agudo en el puente del violín que resuenan las rocas.
Uno tiene miedo al mar, a su negrura fría, a su inmenso misterio, a su más sorda violencia, pero también quisiera poder saber incorporarse a él como los primos delfines, para escucharlo al oído, sentirse abrazado y deslizarse por sus sábanas.

El mar encanta y su música es difícil de ignorar para un terreño. Me estaría horas suspendido en ella.





Todavía no he contado que estoy pintando un cuadro al óleo. Es una gozosa experiencia descubrir la tensión de las mezclas de colores y el poder de amasarlas para luego dejarlas ir por las cerdas del pincel hasta el lienzo. El color en la paleta está vivo, late y también llama los sentidos a pringarlo. Así es el mar hondo, a veces gris, a veces azul, a veces verde esmeralda con todas sus gradaciones. Al chocar lanza chillidos de espuma blanca mientras sigue removiéndose y mutando; uno viene a preguntarse cuántos colores alberga una ola y se maravilla mirando cómo se revuelven tras un empellón con el que tozudamente acosan a la roca empecinada. Después, el agua retráctil vuelve a amasar sus colores. Es una coda musical.

Piso firmemente estas rocas testadas por las olas y las compruebo firmes para soportar mi calzado y tenaces para confiar mi peso. Ahí están, conmigo, desafiando al mar, pero sé que perderán la partida, así que yo aunque no me sacie, me retiro.

Me gusta el mar porque es padre.

viernes, 6 de septiembre de 2013

VACACIONES EN GALICIA 4 (Tuy)

Tuy.



Esa otra orilla que se ve es Portugal, donde la tarde del domingo 25 de agosto se iniciaban simultáneamente tres incendios. Tomé la foto desde un mirador de la  hermosa catedral fortificada de Tuy.  Este lugar estaba en mi agenda mental como de los imprescindible. Lo mismo que esta vecina portuguesa, Valencia do Miño, cuya acrópolis puede verse con otro borrón de humo detrás, a lo lejos. En total, desde el idílico mirador, veíamos esa tarde cinco focos de incendio, que ya es incendiar: cuatro en Portugal y uno en España. Pero esa es otra historia, sobre la que me extendí -nunca es mucho- el primer capítulo de esta serie vacacional.
Me pareció Tuy uno de esos pueblos con clase y autoestima para haber dejado permanecer las casas y edificaciones tradicionales, que un grupo de gentes autóctonas con buen gusto e intelectuales foráneos deciden adoptar como suyo. Se preocupan de crear y mantener una vida cultural y de atraer a su selectas y ricas amistades de manera que se configura un núcleo de influencia que empieza por velar hondamente por el buen gusto y correcto urbanismo de la ciudad (al dotarle de vida cultural transforman estos pueblos en ciudad) donde los negocios prosperan porque pueden cobrar caro y seguro, ya que entre los ricos intelectuales y los advenedizos (más ricos aún) que quieren estar a su sombra y contagiarse de su clase, los costean. A eso añaden el turismo, más selecto, que acude por el glamour que estos sitios irradian.
Se produce una simbiosis: cuanto más dinero entra, más gente autóctona cree en el modelo y más lo defienden, consecuentemente más gente foránea viene a verlo y a intentar entrar en él, lo que lleva a una ascendiente autoestima de todos.
Pueblos como Tuy son, entre otros: El Escorial, Pedraza, Sigüenza, Urueña y también mi actual Candelario. Los menús y los alojamientos y las tiendas son más caros; a cambio, todo es más personal que en sitios más descuidados. Es un lujo razonable y un modelo ideal que. necesariamente ha de ser escaso, como lo es el buen gusto y también, cada vez más, la riqueza.
Esa tarde tenían en un bar de la plaza de la catedral de Tuy un trío portugués de jazz bossa nova que sonaba deliciosamente. Daban ganas de sentarse a la casi repleta terraza para pagar su arte. Uno se sentía con ganas de olvidarse de los previstos programas de visitas y del dinero que habría que gastar para escucharles y después para quedarse en Tuy tranquilamente a dormir. Pero nuestra relativa prisa sólo se pudo llevar el perfume de aquello, y el deseo estético de formar parte de aquel cuadro.
En todo el pueblo había muchas terrazas llenas. Poco ruido y mucha gente de interesante aspecto. Me gustaría ser rico y despreocupado para vivir como ellos pero, creo que no es sólo mi incertidumbre, me parece que mi tacañería también me lo impediría.








Tuy tiene una avenida justamente dedicada a José Calvo Sotelo. Hace 35 años, casi todos los pueblos y ciudades españolas tenían alguna. Pero este Calvo Sotelo seguramente ya tenía calle antes de la república, porque éste es su pueblo natal y ya fue un conocido ministro en el gobierno de la dictadura de Primo de Rivera. En el año 36 Calvo Sotelo era una de las dos cabezas parlamentarias de la derecha, -el otro era el salmantino Gil Robles-, y fue sacado de su casa y asesinado por policías de la escolta de algún destacado político republicano como represalia por el asesinato del izquierdista teniente Castillo. A su cadáver lo llevaron a abandonar en las tapias del cementerio del Este, lugar donde fusilaría el franquismo, por millares, después de ganar la guerra.
El crimen ocurrió tres o cuatro días antes del 18 de julio y y fue muy malo, no sólo el asesinar a una persona, seguramente hizo que mucha gente de derechas se terminara de decidir por apoyar el maldito golpe militar que iniciaría la guerra civil española.
Calvo Sotelo se convirtió en el protomártir de la “cruzada” No sé si estaba en la conspiración, pero es una víctima como las demás y merece mi respeto, y comprendo y comparto el de sus conciudadanos. Su desmesurada presencia en los otros callejeros españoles es -aún hoy- un abuso. Pero no deja de ser la más justificable, aunque se utilice, (junto a las de los generalones y el propio fascista José Antonio a quién desde la cárcel aún le dio tiempo a apoyar a los golpistas), como una trinchera del inmovilismo y del “porque para eso ganamos” de la extrema derecha nostálgica y furibundamente antidemocrática que todavía vive.

Tuy es muy bonito y el que nos extendiéramos en su goce hizo que no tuviéramos tiempo de cruzar el puente internacional hasta Valencia do Miño, lo cual  fue una merma para nosotros y también para vosotros, seguidores de este blog.