viernes, 6 de septiembre de 2013

VACACIONES EN GALICIA 4 (Tuy)

Tuy.



Esa otra orilla que se ve es Portugal, donde la tarde del domingo 25 de agosto se iniciaban simultáneamente tres incendios. Tomé la foto desde un mirador de la  hermosa catedral fortificada de Tuy.  Este lugar estaba en mi agenda mental como de los imprescindible. Lo mismo que esta vecina portuguesa, Valencia do Miño, cuya acrópolis puede verse con otro borrón de humo detrás, a lo lejos. En total, desde el idílico mirador, veíamos esa tarde cinco focos de incendio, que ya es incendiar: cuatro en Portugal y uno en España. Pero esa es otra historia, sobre la que me extendí -nunca es mucho- el primer capítulo de esta serie vacacional.
Me pareció Tuy uno de esos pueblos con clase y autoestima para haber dejado permanecer las casas y edificaciones tradicionales, que un grupo de gentes autóctonas con buen gusto e intelectuales foráneos deciden adoptar como suyo. Se preocupan de crear y mantener una vida cultural y de atraer a su selectas y ricas amistades de manera que se configura un núcleo de influencia que empieza por velar hondamente por el buen gusto y correcto urbanismo de la ciudad (al dotarle de vida cultural transforman estos pueblos en ciudad) donde los negocios prosperan porque pueden cobrar caro y seguro, ya que entre los ricos intelectuales y los advenedizos (más ricos aún) que quieren estar a su sombra y contagiarse de su clase, los costean. A eso añaden el turismo, más selecto, que acude por el glamour que estos sitios irradian.
Se produce una simbiosis: cuanto más dinero entra, más gente autóctona cree en el modelo y más lo defienden, consecuentemente más gente foránea viene a verlo y a intentar entrar en él, lo que lleva a una ascendiente autoestima de todos.
Pueblos como Tuy son, entre otros: El Escorial, Pedraza, Sigüenza, Urueña y también mi actual Candelario. Los menús y los alojamientos y las tiendas son más caros; a cambio, todo es más personal que en sitios más descuidados. Es un lujo razonable y un modelo ideal que. necesariamente ha de ser escaso, como lo es el buen gusto y también, cada vez más, la riqueza.
Esa tarde tenían en un bar de la plaza de la catedral de Tuy un trío portugués de jazz bossa nova que sonaba deliciosamente. Daban ganas de sentarse a la casi repleta terraza para pagar su arte. Uno se sentía con ganas de olvidarse de los previstos programas de visitas y del dinero que habría que gastar para escucharles y después para quedarse en Tuy tranquilamente a dormir. Pero nuestra relativa prisa sólo se pudo llevar el perfume de aquello, y el deseo estético de formar parte de aquel cuadro.
En todo el pueblo había muchas terrazas llenas. Poco ruido y mucha gente de interesante aspecto. Me gustaría ser rico y despreocupado para vivir como ellos pero, creo que no es sólo mi incertidumbre, me parece que mi tacañería también me lo impediría.








Tuy tiene una avenida justamente dedicada a José Calvo Sotelo. Hace 35 años, casi todos los pueblos y ciudades españolas tenían alguna. Pero este Calvo Sotelo seguramente ya tenía calle antes de la república, porque éste es su pueblo natal y ya fue un conocido ministro en el gobierno de la dictadura de Primo de Rivera. En el año 36 Calvo Sotelo era una de las dos cabezas parlamentarias de la derecha, -el otro era el salmantino Gil Robles-, y fue sacado de su casa y asesinado por policías de la escolta de algún destacado político republicano como represalia por el asesinato del izquierdista teniente Castillo. A su cadáver lo llevaron a abandonar en las tapias del cementerio del Este, lugar donde fusilaría el franquismo, por millares, después de ganar la guerra.
El crimen ocurrió tres o cuatro días antes del 18 de julio y y fue muy malo, no sólo el asesinar a una persona, seguramente hizo que mucha gente de derechas se terminara de decidir por apoyar el maldito golpe militar que iniciaría la guerra civil española.
Calvo Sotelo se convirtió en el protomártir de la “cruzada” No sé si estaba en la conspiración, pero es una víctima como las demás y merece mi respeto, y comprendo y comparto el de sus conciudadanos. Su desmesurada presencia en los otros callejeros españoles es -aún hoy- un abuso. Pero no deja de ser la más justificable, aunque se utilice, (junto a las de los generalones y el propio fascista José Antonio a quién desde la cárcel aún le dio tiempo a apoyar a los golpistas), como una trinchera del inmovilismo y del “porque para eso ganamos” de la extrema derecha nostálgica y furibundamente antidemocrática que todavía vive.

Tuy es muy bonito y el que nos extendiéramos en su goce hizo que no tuviéramos tiempo de cruzar el puente internacional hasta Valencia do Miño, lo cual  fue una merma para nosotros y también para vosotros, seguidores de este blog.


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