jueves, 12 de septiembre de 2013

VACACIONES EN GALICIA (7)

Peregrinos, caminantes, deportistas.
Las gentes fluyen desde muy lejos hasta Santiago.
Una vez que hube llegado, me gustó verlos a ellos apurarse en los últimos metros golpeando sus palos toscos o labrados, agarrando sus ergonómicos y ligerísimos bastones de titanio, con sus calzados transpirantes y sus mayoritarios ropajes con tejidos de última generación para que la humedad no les críe hongos, ni reumas; percibí el batir de ingles y de sobacos, tendones y rodillas y gemelos, que aprietan los últimos pasos, músculos de todos los colores, por llegar a la plaza. Traían en la frente la sal de los recientes sudores, petrificada por el aire. Olían a polvo del camino, a motor de  ácido láctico, a pies.
Ya visteis que vine en coche, sin empaparme ni empolvarme de camino y ya sabéis cómo me recompensó la Plaza. Quise saber  qué fue para ellos que la ganaron remando con los brazos, poniendo a prueba sus tobillos contra las piedras del camino, desafiando dolores presentes o futuros de espalda con aquellas mochilas de hormiga. Escozores y callos, sabañones y ampollas; inclemencias.
No sé si a ellos les colmó la plaza como a mí. Sí observé que algunos saltaban, y me parecieron  un poco impropios, impostores, exhibicionistas para que les viéramos. Otros hacían gestos más comedidos de maravilla, de estupor, quizá hubiera alguno de decepción (habrá gente para todo, yo no vi de esto último).  Otros se abrazaban sinceramente, algunos muy contentos de reconocer a compañeros del camino que habían legado antes. Yo sólo contemplé el arte y su circunstancia como un turista más y siento un poco de envida. Hay gente que después de haber venido motorizada como yo, quiere volver a venir, esta vez haciendo camino. 
Cada vez llegan más ciclistas, que no es lo mismo, apresurados deportistas.






Pero no quise hacerme el simpático preguntón, -ese que conocéis que entrevista a viejos y habla con senegaleses en el autobús-. En Santiago y en el camino, hay demasiado pícaro pedigüeño y yo no quería pasar, ni ser rechazado, como tal. Además, si hubiera prendido una interesante conversación desinteresada, habría creado una potencial víctima de los cocodrilos.
Pero que sepáis que hubiera querido entrevistarlos.



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