miércoles, 19 de marzo de 2014

Bismark y las avalanchas de subsaharianos. (Artículo políticamente incorrecto).

Francia e Inglaterra dejaron de pelearse a principios del XIX. Europa estaba casi terminada y estas dos grandes potencias se desahogaban en sus colonias africanas y asiáticas. Pero, al realizarse la unión alemana nació un gigante constreñido a sus fronteras, que pedía paso y espacio. Las tensiones de este nacimiento levaron la primera, mal acabada, y después, a la segunda guerra mundial, que causó decenas de millones de muertos y una crisis de la que Europa no se levantará ya nunca. Alemania quedó aniquilada y con anticuerpos contra el militarismo expansionista, pero Gran Bretaña y Francia quedaron también arruinadas  y sin posibilidad de mantener las colonias ultramarinas.
Pensamiento políticamente incorrecto
Hoy me dio por pensar que África hubiera crecido más sana bajo el protectorado burgués de militares con bigote  libando copas de coñac o  tazas de té. Que la descolonización se hubiera debido demorar cuarenta o cincuenta años más. África se habría poblado con muchos de los 50 millones de europeos que murieron en la segunda guerra mundial, que hubiera seguido exportándole Europa, se habría hecho más mixta y habría asumido con su tiempo debido instituciones y formas de ser europeas. Los territorios hubieran progresado a la occidental y, se habría terminado por imponer también un control de la población. Los africanos habrían vivido una explotación de sus riquezas siendo unos ciudadanos “de segunda” en su país, pero sin la desesperación  que ahora dicen padecer (y debemos creerles, a tenor de lo que están dispuestos a soportar para huir de su realidad).
Porque ahora derramados por las alambradas de Melilla vemos que la descolonización dejó en África un tremendo vacío de poder: pueblos que estaban en el neolítico tribal cincuenta o cien años antes, se encontraron con un semiestado o con semiestados que tenían dinero para sus dirigentes; deficientes países trazados con cartabón y escuadra por las potencias coloniales. Pero esa incipiente maquinaria estatal, sus riquezas naturales y las manos libres para corromperse o dejarse corromper dieron presidentes delirantes como Idi Amin o Bokassa, (lo digo porque fueron muy famosos), no porque fueran los únicos delirantes, y se estableció una corrupción generalizada también en los niveles medios y bajos de estos nuevos estados fallidos. No han sido infrecuentes, los genocidios tribales como los de hutus y tutsis, guerras en Sudán, Liberia, Chad, Mali, Somalia, Namibia... son producto de esta descolonización prematura. Sátrapas como la familia que gobierna Guinea Ecuatorial, con hijos viviendo en la plaza Vendôme de París rodeados de Ferraris y de joyas que vienen de las riquezas del petróleo de su territorio. Personajes como éstos tienen dinero para corromper a los propios presidentes de los países colonizadores. (asunto de los diamantes de Bokassa a Giscard)
Es quizá terrible pensar en términos tan racistas: son pueblos atrasados, sociedades aculturadas que, además,  pierden su mejor capital humano y que nunca sabrán hacer otra cosa que permitir que empresas extranjeras les expolien a cambio de un dinero que llena el bolsillo de los dirigentes, y que no sirve para el desarrollo ni el bienestar de su población. Los negros que logran entrar en Melilla cruzan el desierto, saltan muchos metros, se suben a frágiles embarcaciones,  para ser ciudadanos de tercera, en países extraños, gobernados por blancos, sin casi derechos, para malvivir con las más duras faenas agrícolas, o con comercio de productos falsificados o con prostitución. Pero siempre como extranjeros con el miedo en el cuerpo.

La historia no tiene vuelta atrás, por mucho que se hable a veces de neo colonialismo, pero es igual de verdad que el deseo de progreso de cada hombre individual no se puede vallar.
Tampoco nos caben: les estamos manteniendo encerrados en los centros para extranjeros y lo pagamos con dinero que no es nuestro, lo tomamos prestado, y tendrán que pagarlo nuestros hijos, quizá los suyos también.
La vida es irreversible, y  la solución, insoluble, lo peor es que son necesarias las vallas, aunque sean inútiles.

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