miércoles, 2 de julio de 2014

La Seguridad Social me hace más humano.

Hay gente que prefiere -con bastante lógica- el elitismo de la asistencia privada. Sobre todo, por la falta de listas de espera. Ayer fui a la oftalmóloga; tenía pedida cita hace más de año y medio porque estoy en el borde de los límites del exceso de azúcar en sangre y era conveniente mirarme el "fondo de los ojos" por si acaso la glucosa me estaba afectando a los vasos sanguíneos. Tengo picores nocturnos y he perdido bastante vista en estos últimos años.
Casi lo tenía olvidado, resignada la cita a una incierta eternidad. Fue una buena noticia recibir la carta.
Adelantaré que la prueba fue positiva: no me está afectando. Debo cuidarme, -eso siempre-, y echarme lágrimas artificiales para aliviar mis "ojos secos" parece que no hay remedio más que aliviar el dolor "a demanda" es decir, que me seguirá picando y debo parpadear más y echarme las gotas. (al parecer las pantallas de ordenador provocan el que uno no parpadee lo que debiera.
Junto a mí, en la cita que tenía para las 10 y 10, había bastante gente: todos me parecieron mayores, (pero puede que algunos no lo fueran; yo no me veo tan mayor como parezco) y menos saludables, todos eran como viejos achacosos de pueblo. Una de las personas era una señora con tremenda obesidad mórbida que ocupaba dos sillas de espera y tenían que ayudarla a levantarse sus dos hijas. En las sandalias abiertas de la mujer observé las lorzas que tenía en los dedos de los pies; eran como muñecos. Pensé en la cantidad de desequilibiros y malestares que tendrá la señora, aparte de su falta de libertad de movimientos. Calculé, además, que sería bastante mayor de 70 años: todas sus circunstancias reducían mis síntomas y mis problemas a una anécdota. Había más gente esperando, seguramente todos desde hace más de año y medio. Mi  cita no empezó a la hora, lo que me dio más tiempo a observar la humanidad, los problemas, el sufrimiento que compartimos todos, el deterioro y las listas de espera que democrática e igualitariamente (deseo, porque hay, a veces, gente que se cuela) que suframos todos los usuarios del sistema nacional de salud.
Porque está bien que todos tengamos el derecho de que nos atiendan y velen por nuestra salud, nos subvencionen las medicinas y pasemos por el menor dolor y hacia el mayor bienestar posible. Eso implica compartir listas de espera y esperas suplementarias, porque al final me empezaron a atender pasadas las 10 y media. Quizá este baño de humanidad, que se evitan los que van a lo privado, es una sabiduría, un conocimiento, que quise y quiero apreciar para no hacerme "mala sangre" por el año y medio y los veinte minutos de retraso. Supongo que es mi forma de ser: intentar ver lo bueno buscar un ángulo nutritivo para mi propia experiencia, y a veces para la del blog, de cada cosa que me pase.
Pero claro, eso sucede cuando las cosas de la salud, como ayer, salen bien, que es lo que importa.


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