miércoles, 3 de septiembre de 2014

ANTOLOGÍA DE GOETHE


1786
9 de noviembre
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“En San Pedro he comprendido finalmente que el arte, al igual que la naturaleza, puede superar toda comparación”





11 de noviembre
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“por la tarde nos llegamos al Coliseo, empezaba a oscurecer. Cuando lo contemplas, todo lo demás te parece pequeño, es tan grande que su imagen no te cabe en el alma: lo recuerdas como si sus proporciones fueran menores, y cuando vuelves de nuevo aparece más grande”.




3 diciembre
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No obstante, sigue siendo como si acabara de conocer todos los objetos magníficos que me rodean. No he convivido con ellos, no acabo de entender sus peculiaridades. Algunos nos arrebatan con violencia, de manera que durante un tiempo somos indiferentes a otros, incluso injustos con ellos. Así, por ejemplo, el Panteón, el Apolo de Belvedere, algunas cabezas colosales y , hace poco, la capilla Sixtina se han apoderado  con tanta fuerza de mi alma que apenas hay en ella sitio para algo más. Pero, ¿cómo puede uno, pequeño como es y, asimismo, acostumbrado a lo pequeño, intentar equipararse con estas cosas tan nobles, inmensas y civilizadas? Y aunque en cierto modo ello fuera posible, hay una infinita cantidad de objetos que rodean a uno, con los que se topa a cada paso y que reclaman el tributo de la atención. ¿cómo sustraerse a ello? No existe otra salida que dejar, con paciencia que todo actúe sobre ti y se vaya desarrollando, al tiempo que se estudian con aplicación los trabajos que otros han hecho para nuestro provecho.
(...)


No me canso de copiar. Por último, insuflémonos del puro romanticismo (el que había antes de la luz eléctrica) irrecuperable. ¡Qué envidia sentimos, por el momento, por el ambiente, hacia este viajero! Goethe siente, asimismo envidia de la sureña latitud de Roma, porque es un hombre del norte lluvioso y nublado y, difícilmente en febrero podría ver la luna en su Alemania y ahora se le permite el lujo de admirar estos lugares maravillosos bajo aquella serena luz.

2 febrero 1787
¡¿Cómo transmitir la belleza de un paseo por Roma a la luz de la luna a quien no lo haya vivido?! Hay que haber estado allí para hacerse idea de su incomparable hermosura. La gran masa de luces y sombras engulle los detalles y el ojo sólo es capaz de percibir el cosmos gozando plenamente de noches claras y espléndidas. El Coliseo ofrece una vista de una belleza increíble. Por la noche su recinto se cierra, dentro vive un eremita en una capilla y los mendigos ocupan lo llano. Una suave brisa empujaba el humo hacia la arena, cubriendo la parte inferior de las ruinas y destacando los sombríos muros en lo alto: Nos detuvimos junto a la reja y admiramos el fenómeno bajo una luna resplandeciente. El humo se iba deslizando, despacio, a lo largo de las paredes, grietas y aberturas y la luna lo iluminaba como una niebla. El espectáculo era precioso. Es así como deberían verse iluminados el Panteón, el Capitolio, el pórtico de la basílica de San Pedro y también otras calles y plazas grandes. El sol y la luna lo mismo que el espíritu humano, tienen aquí una misión muy distinta que en otros lugares, porque aquí se enfrentan a formidables construcciones.  
   


No tengo fotos nocturnas del Coliseo, aquí hay unas vistas con monumentos iluminados (privilegio que no disfrutó Goethe) desde el mirador de la Plaza del Popolo el vaticano a lo lejos y, desde un poco más abajo, la propia plaza.

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