viernes, 26 de junio de 2015

LECTURAS ATENTAS

Ahora estoy con el libro clásico de la Guerra Civil “Un millón de muertos” (1.961) de José María Gironella. Literariamante se deja leer más que bien. En cuanto a la recta verdad, tengo que decir que admite que los que permanecieron leales a la república, o incluso, los que dieron pasos a frente para defenderla, eran personas, más equivocadas que los nacionales,  pero ya no hienas o chacales. Seguramente fue una pequeña ruptura o una ventana de aire fresco y reconciliatorio, reconocer muertos e injusticias también en en las cunetas nacionales. Aunque, a veces, Gironella suelta el codo marrulleramente,  sin venir a cuento, como la de que a un personaje al ver un cerdo se acuerde de la cara de Azaña. Es de suponer que a cambio de unas aperturas de debía compensar al censor con injustos trazos gruesos como éste y otros.

El libro es largo y, aunque se supone que es mi obligación de estudioso conocerlo, no sé si lo leeré, porque se da una mezcla de personajes reales con personajes de ficción y también de hechos contrastados y conocidos con otros seguramente inventados. 

Y yo entonces no leo pacíficamente. Me pongo a cuestionar cada acción porque no se me pasen por ciertos sucesos que son ficciones. Mezclar ficciones con la realidad  resulta interesado para el autor porque aporta verosimilitud al relato. Porque uno tiende a asimilar los hechos que sabe ciertos con otros que los acompañan y que son ficción.  Leo en guardia: porque yo no puedo leer una novela sobre la guerra civil lo mismo que sobre la guerra civil nortemericana o sobre la guerra de Troya. Sé más de este que de ningún otro hecho histórico, y me molestaría infinitamente más el que me colaran alguna moneda falsa.

...

Mi amigo Javier Lobato quisiera ser investigador guerracivilista pero, aunque se ve a veces obsesivamente tentado, no se atreve a zambullir tanto como yo en este proceloso lago. Sin embargo, a veces, chapoteamos juntos. Recientemente hemos tropezado con datos erróneos de las memorias de Cipriano Mera que, consideramos, alguien le reescribiría copiando parte de una relación de apuntes mecanografiada que puede verse hoy en Internet. La cuestión del chapoteo es que hay líos de fechas y de lugares, que ponen en cuestión otros datos, teóricamente más endebles por ser orales o por ser de otras fuentes más dudosas. El que una figura así de célebre hubiera llegado a nuestra guerra del Barranco, es admitido por la gente, pero no fue así. Llegó con la urgencia de tapar los frentes del sur del Tiétar tras la caída de Talavera, pero lo hizo cuando ya se habían conquistado no sólo todos lo pueblos del Barranco, sino también Arenas de San Pedro.
Da un poco de rabia porque a uno le gusta pisar firme y avanzar. Nunca empantanarte resolviendo dudas.

Los personajes tan importantes de la historia, Azaña, Vicente Rojo... suelen llevarse sus papeles, sus archivos, porque tienen consciencia de "la fama", y de que servirán para escribir unas memorias. Saben que la memoria no les da para recordar pormenorizadamete todo cuanto y cuando lo hicieron. Y quizá sean conscientes de que les van a estudiar por ser protagonistas. En este caso, al ser más modesto y menos culto alguien no lo ha hecho bien. Contrastar memorias escritas por un personaje, con recuerdos o papeles de la época nos entorpecen a los investigadores, (más a los amateurs).
Pero, aunque nos ocasionaran unas mayores dudas y tribulaciones, las memorias de Cipriano Mera no tienen mala fe y eso es importante. Y remachando siempre se aprende.

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