miércoles, 7 de diciembre de 2016

FERNANDO SAVATER

Desde antes de que yo leyera o escuchara por mi cuenta, anda este hombre escribiendo y comentando por doquier: radio, televisión, periódicos, revistas. Le he prestado atención por tantos medios que no sé cuantas opiniones mías serán hijas, nietas o sobrinas nietas de la dialéctica que él ha ido sembrando por ahí.
Joaquín Sabina, que seguro que discrepa políticamente con el filósofo más que yo, le tiene dedicado un soneto, que recita en un disco. Raro honor, pero al de Úbeda se le nota orgulloso de lo que está loando.

Solo le he visto en persona cuando dio en Ávila una conferencia a finales de los 90. Era para conmemorar algo de Amnistía Internacional. Tengo una diapositiva de aquella noche, orgulloso de capturar con mi cámara a alguien tan valiente, inteligente y gracioso.
Sí, porque entonces nos hizo reír, -el humor le acompaña siempre- pero habló de la ETA con tanta crudeza, con tan cáustica ironía y contundencia, que daba miedo que le pasara algo, incluso que nos pasara a loas que estábamos allí. Era muy peligroso. Tenía que llevar dos guardaespaldas.
No voy a decir que haya sido él solo, pero sí ha sido el principal ariete ideológico contra la banda terrorista y todas sus pompas y vanidades, equidistancias, medias verdades y pensamientos cobardes. Él es nuestro campeón de polémica democrática; se atrevió con todos y pudo con ellos. Después, la crisis de método que les metieron los islamistas suicidas tras el 11-S y la presión policial franco-española hizo que perdieran, se aburrieran y abandonaran.

Lo he pasado estupendamente leyendo este libro de memorias. Me he reído muchísimo.
Es un hombre acostumbrado a encajar la vida con humor; nació de ademanes torpes, bizco, miope, descoordinado, se lo hicieron pasar mal los otros niños, pero cuando una persona es capaz de asumirse y sobrevivir, desarrolla un músculo que le hace invencible en la vida. No es que no tenga debilidades y hasta defectos morales, pero. aún con ellos, es un superhombre, un orgullo para nuestra democracia que solo se me ocurre comparar con una situación: aquella semifinal del último europeo contra Francia en la que, muertos de miedo, todos daban el balón a Pau Gasol que tomó la responsabilidad y el riesgo de vencer. Y lo bien que lo pasamos siempre con la elegancia y fortaleza (argumental o física). 
Aunque escribamos la palabra españa, bajito y en minúscula para que no nos salten, nos sentimos felices de tener compatriotas así.  

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