jueves, 5 de enero de 2017

Habrá que poner fin

A la tontería. Hoy es el día en que muchos ayuntamientos se van a gastar lo que no tienen, porque la mayoría están endeudados, en pagar cabalgatas de Reyes Magos.
En Béjar donde vivo, hace pocos años trajeron un elefante, camellos, también ocas (no sé con qué pretexto), quizá un globo aerostático.
Toda una ciudad pagando, y media ciudad de 13.000 habitantes volcada, para alimentar la ilusión de cien o doscientos niños en edad de creer.
Yo viví mi "creencia" en un pueblo donde no se hacía nada oficial; recuerdo que una familia que ya no tenía niños en esa edad, solía echar paja a la puerta de su casa para que que a los otros niños nos comentaran, "mira, los camellos han parado en casa de Tío Isaías".

Lo de las cabalgatas de Reyes Magos en 2017 es un despropósito que roza la prevaricación.
Vivimos en un país laico, que no puede detenerse, ni empeñarse, en fomentar ninguna creencia, en poner semillas de sobrenaturalidad en las mentes de los más pequeños, solo porque durante diez años nos gustaba mecernos y levantarnos con esa idea a ver lo que había sobre los zapatos y a llevárselo sorprendidos a la cama de nuestros padres, que disimulaban su sorpresa y disfrutaban con nuestra candidez.
Esto es hacer proselitismo de una creencia religiosa, de una religión que no practica ni el 5% de los padres que tienen hijos.
Yo recuerdo que cuando había mili, había novatadas, que fueron permitidas por los militares de carrera. Eran muy útiles, enseñaban a los nuevos lo que era la jerarquía. Así los mandos no tenían que molestarse en enseñarlo:
 Yo soy más que tú, así que vas a hacer lo que yo mande, por irracional que parezca, porque si no te va a ir peor.
La iglesia católica española abona esta creencia, que no tiene nada de teológica, pero viene muy bien, como les venían (o les vienen) muy bien las novatadas a los militares.
Lo que no tiene sentido es que ahora se gaste dinero público en ello. Alguien debería romper la cadena. Los niños pueden vivir la ilusión que sus padres les quieran transmitir, como hice yo, sin gasto público. Los nuevos ayuntamientos de Madrid y Barcelona, gobernados más o menos por Podemos, podían haber cortado el gasto. Sin embargo se dedican a mantenerlo, con alguna extravagancia en el vestido, en el sexo de los reyes o en cualquier ocurrencia en la que no he profundizado mi atención.
Mírenlo bien esta tarde si participan en esta farsa, es estúpido, toda una ciudad haciendo un costoso paripé para engañar a sus más inocentes. Hace años murió algún niño aplastado por una carroza por querer recoger más caramelos. Este año está latente el temor de que un yijadista secuestre un camión y trate de causar una masacre (otro gasto más).

De esta farsa solo se benefician los carameleros y, a medio plazo, los dentistas; porque, al final, la iglesia tampoco gana: los niños se quedan más descreídos que si no les hubieran engañado nunca.

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