miércoles, 15 de marzo de 2017

Nacionalismo

Sentido de pertenencia a una nación. Una nación es el lugar donde se nacía, mi nación es un pueblo granítico con muchas encinas, llamado Cardeñosa.
Creo que todos antes de llegar a la adolescencia empezamos a preguntar cosas a los padres, y nos cuentan de dónde venimos,  quiénes son nuestros primos carnales y nuestros primos segundos, por qué tenemos lo que tenemos, y por qué ya no tenemos lo que teníamos.
Hay gente a quienes los padres no le cuentan todo, por ejemplo que su padre tuvo otra novia antes o, ya que no se hablan con una parte de la familia, y por eso no les incluyen. En resumen, que no te suelen contar lo malo.

Algo parecido sucederá con el nacionalismo. Yo soy español porque mis padres son españoles, porque hablo español y porque tenía un hule en la mesa con el mapa de España. Durante muchos años vi la televisión española, sentí lo que sentíamos millones de españoles, cuando en esa única televisión: el Teniente Colombo averiguaba y nos explicaba quién era el malo. Me sé todas las canciones de Había una vez un circo, vi muchos viernes el programa Un, dos, responda otra vez hasta saber si se llevaban o no el coche. Recuerdo en blanco y negro la final del Atlético de Madrid contra el Bayern de Múnich, aquel gol de falta de Luis y ese otro funesto gol de última hora. Mi padre silbaba canciones de Manolo Escobar y yo todos los años me aprendía la canción de Eurovisión.
Mi fui conformando (y esta es una palabra polisémica) con ser español, seguí amando lo que iba descubriendo aunque ya lo hacía de manera universal, aunque también me enterara de cosas que no me gustaban. Sigo siendo español porque algo tengo que ser, pero también porque es mi único idioma, me gusta atalantarme de naranjas, y de pisto, y de gazpacho, y de embutidos... En estos alimentos creo que somos una potencia mundial. Por lo menos, son más baratos que en ningún lugar de Europa.

Supongo que a otros que nacieron en otros sitios les contaron otras cosas. A los que nacieron en tiempos posteriores, que ya tienen variedad de fuentes con las que ilustrarse, es difícil contarles una historia tan unívoca como la mía.
Creo que ahora es mucho más difícil ser nacionalista. Uno desde niño se mueve por muchos lugares: una hija pequeña de una prima decía que ella era de "Eurodisney". Hasta las familias cambian de protagonistas, el sentimiento de permanencia o de pertenencia no puede ser tan acentuado como en mi generación.
Creo que solo la desesperación de unos, porque quieren pensar que los de fuera solo vienen a robarlos, y el deseo luciferino de otros, los dirigentes que se suben a ese caballo, de tener a la gente en un puño, alimentan el nacionalismo de hoy.

Pero es muy difícil que sea coherente el nacionalismo en países que tenemos los postíbulos llenos de chicas de Rusia y Rumanía, la Casa de Campo de Madrid está llena de nigerianas,  las señoras internas que cuidan a nuestros ancianos son bolivianas,  los que recogen nuestras fresas o nuestros melocotones son moros de Marruecos o negros de Senegal, que todos los teléfonos que tenemos están hechos en China, y que los futbolistas que más aplaudimos son argentinos o brasileños. Del cine no necesito explicar.

Y ahora comienza a ponerse de moda lo de tener hijos en el extranjero por gestación subrogada. ¿Cómo pueden nacer nacionalistas niños así?

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