martes, 25 de julio de 2017

Liderazgo en crisis

Estados Unidos es todavía la primera potencia mundial. Este país creado hace menos de dos siglos y medio al amparo de la primera constitución, se alzó con la supremacía económica, cultural e institucional, a base de incorporar todo lo que les ha estado llegando constantemente de fuera. Grandes científicos, artistas y empresarios acudieron a esa meca de la libertad económica, de creación y pensamiento, tutelada por unas instituciones sólidas: la prensa, la justicia, la división de poderes.

El mundo está lleno de cine, ordenadores, pantalones vaqueros, coca cola y homosexuales orgullosos de serlo: todo eso nació allí. En su día también nos llenaron de tabaco imitando a Humprey Bogart, pero ellos mismos se encargaron de abanderar el antitabaquismo. El ideal mundial de vivienda es la unifamiliar con un poquito de verde al lado y un garaje donde se guarda el coche, no está en la ciudad modelo, Roma, París, ni siquiera Nueva York, que resulta bastante "europea", sino Los Angeles u otra cualquiera donde la gente se desplaza en su automóvil privado. Personalmente no me gusta ese modelo, pero ahí está: triunfando, como los Simson.


Este blog, mi Facebook, el Instagram de mi hija, y los nuevos tipos de negocio como Pay Pall, Amazon o Uber, tienen su nido de creación y de distribución en ese país. Son los que cortan el bacalao también en la posmodernidad. La mayor parte de la música, la literatura, el cine del siglo XX, fueron creados allí.

Un líder es alguien que se exige más que los otros, que da ejemplo, y hasta  se sacrifica por los demás. Estados Unidos dio ejemplo liderando las victorias de los "buenos" en las dos guerras mundiales. Con el plan Marshall, lideró la recuperación europea.
Siempre le fue bien, porque siempre tuvo altura de miras.
Y siempre se respetó a sí mismo. Ha sido el único país capaz de destituir al hombre más poderoso del mundo, su presidente, -en plena guerra fría, además- por espiar, jugar sucio y mentir. También es capaz de hacer las películas más duras sobre su actuación en la guerra de Vietnam, sobre la "Caza de Brujas" del Macartysmo, sobre los abusos raciales... Por supuesto que tienen sus críticos fuera del país, pero nadie como Michael Moore y eso es muy sano.

Pero hoy está en manos de un hombre que cree que se compró Estados Unidos y que puede hacer no solo payasadas vergonzanes, sino como publicó hace unos días ejercer el poder absoluto de parar a la justicia acordándose de una institución que permite a los presidentes "perdonar".

Perdonar alguna vez puede estar bien, pero perdonarse no tiene un pase. Para perdonar, primero se ha de fijar, en cualquier caso mediante un juicio, el castigo que merece una acción, después de eso,   y alguien superior, siempre superior, tener clemencia y perdonarle.

Trump pretende perdonarse a sí mismo y a su familia saltándose toda la lógica del perdón que implica, primero, conocer la verdad.
Creo que las instituciones americanas tienen que tener antídotos frente a este y otros abusos. Estados Unidos puede estar jugándose en estos envites una parte sustancial de su prestigio porque al ser un país presidencialista se le identifica demasiado con su presidente, que es indigno de ser un líder mundial.

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