miércoles, 2 de agosto de 2017

La valla.

Recuerdo la película América de Elia Kazán como un argumento indiscutible de humanidad para estar de parte de los migrantes. Estoy seguro de que además de esta obra maestra habrá centenares de relatos e historias sobre las penurias hasta llegar al paraíso soñado que, como todo paraíso, solo existe en la imaginación.
La pasada madrugada setenta subsaharianos, (ya queda políticamente demasiado incorrecto decir negros) saltaron la valla de Melilla. Y lo celebran como si hubieran marcado un gol de la Copa de Europa en la prórroga. No es para menos: muchos trabajan años en sus países para reunir dinero, y luego salen, andando a través del continente o comprando quién les vaya acercando a través del desierto hasta la mítica valla, que es altísima. Supongo que, dentro y fuera, será la mirada común de todos los que juegan (suena sarcástico eso de jugar) al ratón y al gato.
Los que hacen de ratones la escrutarán pensando adónde están las principales dificultades, dónde hay fallos que permitan hacer menos imposible su paso. Creo que están jerarquizados y también se entrenan: visualizan los momentos, la algarada, los movimientos de distracción,  las escaleras artesanales, el asalto, el cálculo de la reacción de los antidisturbios y el final: la meta, besar tierra española celebrando ser conducidos al centro de inmigrantes donde, privados de libertad, estarán unos meses comiendo la sopa boba hasta que les crucen en barco o en avión a Europa.
Uno puede ser ingenuo, venga... pobre gente, ¿por qué se lo ponen tan difícil? ¿no ven que muchos se caen o se cortan, quedan heridos o  se quedan mancos o cojos para siempre? No nos quepa duda de que si alguien se dejara abierta una puerta una semana, se metería media África en Melilla.
Los que hacen de gatos están pensando justamente lo contrario: dónde están los fallos que se deben corregir, dónde se puede poner otra dificultad, cómo contrarrestar la invasión. Cuando se les cuelan 70 como ha sucedido esta mañana me imagino que examinarán los vídeos para buscar las fortalezas de los atacantes y neutralizar las debilidades del los defensores.
Puede que fuera inteligente contratar a un par de negros para que asesoraran desde su experiencia sobre qué impedimento físico se puede poner para que la valla sea más efectiva.
Así al menos dos tendrían trabajo. Lo más penoso es verlos después jugando al ratón y al gato con la policía municipal en las aceras de Madrid con sus mantas llenas de productos falsificados. ¿Eso era el paraíso?
Quizá lo sea, comparado con un infierno que yo no conozco. No lo sabemos.

Es imposible detenerlos absolutamente; lo que está garantizado es que son gente de un físico excepcional. Si yo tuviera un banco de esperma creo que iría a recaudar material genético de los saltadores. Si fuera una mujer demandante pediría semen de esa calidad. Es selección natural pura.

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