miércoles, 9 de agosto de 2017

OTRA VEZ RON LA LA

Ayer asistimos en Alcántara, otro marco incomparable, (es lo que tienen los clásicos, que les "prestan" -en el doble sentido-, los marcos históricos, y contraprestan ellos su arte clásico, en una suerte de simbiosis ideal) al último espectáculo de este grupo cómico-musical que ha encontrado la fórmula mágica para hacer propaganda divertida de la cultura.
Eso es lo que vimos ayer en el Conventual de San Benito, elaborada y alta propaganda de la lectura de Cervantes. Yo, si no hubiera tenido que conducir dos horas después en la noche, juro que me hubiera puesto a leer Rinconete y Cortadillo, -creo que es lo que voy a hacer esta tarde cuando termine el artículo, suspendiendo otra lectura que tenía entre manos-.
Cuando un artista encuentra la fórmula y conecta con el público, se produce un espectáculo total, una catarsis en la que ya todos estamos encantados de nosotros mismos; el público, codo con codo, da su mejor nivel de complicidad sin distraerse, sin toser, ni sacar caramelos con una escucha activa y concentrada, -el ingenio de sus creadores no se conforma con menos- y los de arriba van en volandas montados en sus artes con mucho ritmo.
Ron la la propone una música popular, de España e Hispanoamérica, de ida y de vuelta y revuelta interpretada con extraordinaria limpieza, a veces incluyendo elementos de las vanguardias del siglo XX, que no rechinaron en absoluto, al contrario. Esto es porque tienen la fórmula: música y canción variada, vertiginoso movimiento en escena, -por cierto graciosísimo el baile antiguo de la gitanilla-, caras, vestuario, atrezzos móviles, calculadísima luminotecnia, (creo que es el salto de calidad del teatro del siglo XXI) voces de grandes actores todo para honrar los textos clásicos. ¿Cómo no se le ocurrió antes a nadie triunfar con esto?
Uno sale orgulloso del arte español, del venezolano, del flamenco, de ese pisto manchego que es fresco, nutritivo, saludable, rico... y sin colesterol malo; de que alguien te lo toque y te lo baile y del público que lo aprecie. Cervantes ya no es local ni universal: es divertido, nos aglutina, hasta nos hace una nación. Siento lo mal que suena ahora esta palabra, pero esta gran cultura cervantina construyó la nación cultural española  y nuestro deber es celebrarla con orgullo y alegría

. Gracias, Ron la la, otra vez lo habéis conseguido.
Foto: @justmayself

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