jueves, 16 de noviembre de 2017

Landeriano.


Acabo de leer La vida negociable, otro capítulo más de la novela de Luis Landero. Sí, porque Luis Landero lleva desde los Juegos de la edad ardía, reescribiendo la misma novela, a no ser que en la antepenúltima y la penúltima (que yo aún no he leído), haya cambiado de tema, variaciones y final. No cabe duda de  que le es de aplicación el dicho atribuido a Stravisnski sobre Vivaldi, "ese detestable señor que escribió mil veces el mismo concierto".
Tan mal no lo haría, don Igor, cuando Juan Sebastián Bach le transcribió algunos de ellos. Tampoco sé si el locuaz Srtravisnki le llamaba detestable porque no le quedaba más que reconocer que en el gusto universal la simple "Primavera" de las Cuatro Estaciones, siempre superará a su "Consagración de la primavera".

Piazzolla siempre es Piazzolla y Eric Satie, y Mozart son siempre de la misma manera. Y el Lorca lorquiano (no me refiero al de El Público) también se repetía y Woddy Allen también se repite (en las buenas películas, no en las que se alquila y desbarra) Y Rubens se repetía y Leonardo y Reembrandt y Vermeer.

Bach que es el mayor genio de todos los tiempos, también se repetía.
Hasta Messi se repite.

Luis Landero es el mejor escritor vivo de los que yo leo. Y se lee muy bien, precisamente porque es muy bueno y está muy trabajado todo lo que escribe para que entre como el agua. Uno se para a veces a repetir la jugada para recrearse en qué bonito lo ha hecho. El tema landeriano es el afán por superar la mediocridad, por elevarse para conquistar el reconocimiento universal, el amor. Profundizando en su alma, -hace tres décadas que él ya no es mediocre sino que le acompaña el éxito y el reconocimiento, con tanta fidelidad como es de fiel él a sí mismo- llega retratar el alma de todos nosotros y buena parte de las variantes de nuestros sueños despiertos, de una manera tan puramente literaria que a nadie se le ha ocurrido todavía llevarlo al cine y creo que esto sucede porque los cineastas no se creen capaces de superar con imágenes de celuloide (o con lo que se grabe ahora) las imágenes literarias que con tal maestría plasma este genio.
No sé qué esperan para darle, al menos, el Cervantes.

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