martes, 30 de enero de 2018

Melancolía obsoleta.

Los nacidos en 1a década de los sesenta que nos acercamos a las canciones clásicas de la guitarra izquierdista, aquéllas con las que aprendíamos los primeros y más sencillos acordes, recordamos mucho con afecto a Joan Báez; su estilo, su aroma...

Hace poco me pusieron por la radio la canción "El preso número nueve", con esa voz y la evocación de Latinoamérica, de la pena de muerte, en la que tan señaladamente toma partido por el preso, te dan ganas de volverla a cantar, de enamorar y enamorarte, pero escuchas la letra, que tenías completamente olvidada, que nunca interpretaste críticamente y que dice:
porque mató a su mujer
y a un amigo desleal
¡Coño! Obviamente esto es violencia doméstica, carece de todo romanticismo (hoy) reivindicar al preso número nueve. Es un asesino, que se pudra en la cárcel, que salgan a manifestarse todos a la puerta del ayuntamiento de su ciudad, que en radio nacional recuerden el 016, teléfono gratuito contra el maltrato, que no deja rastro en la factura...


porque al encontrar a su amor
en brazos de su rival
(...) y no sé pudo aguantar.

Uno, que solo tiene una hija para permanecer en el mundo, que está a favor de todo lo que las defienda y proteja, piensa cuántas mujeres de mi edad se enamorarían de uno que tomara una guitarra en un grupo de un salón parroquial, en una hoguera, compartiendo un litro de calimocho y entornando los ojitos de cordero degollao de todos los cantautores, y a consecuencia de ella se enamoraron, salieron y se casaron con aquel torpe imitador... quizá hoy las pegue o las haya matado. Todo por buen antecedente en una canción que nos gustaba, pero que no sabíamos interpretar, ni siquiera leer.

Me pasa parecido con la canción "de tu querida presencia comandante Che Guevara". Yo la he cantado mucho, porque es fácil, y porque me gusta la música, y porque la gente se te agrega, en la histórica altura donde el sol de tu bravura, le puso cerco a la muerte" aunque siempre salía un poco chungo eseo de "y con Fidel te decimos; Hasta siempre comandante". Ahora que tengo buenos amigos en Miami, que leo a Yoani Sánchez, y que comprendo que el Ché era un aventurero, un guerrillero vocacional al que solo le interesaba hacer "cinco o diez vietnam"  la lucha por la lucha, la muerte por la muerte, no por el bien de la gente, no para arreglar cosas, que se vio incapaz de ministro, sino solo para romperlas y tomar nueva fuerza hasta la "lucha final".

¡Cielos¡, cuántas bobadas estéticas poblaron nuestra adolescencia

No hay comentarios:

Publicar un comentario