jueves, 28 de marzo de 2024

Buena vista y mejor oído: Las Noches del Buen Retiro

 

Voy con paso decidido a por todos los Barojas de mi biblioteca. Esta novela de 1933 es muy buena, los trazos firmes y frescos de su escritura son de gran maestro. Es costumbrista, un poco moralista, de personajes muy personajeados, típicos de una clase media alta movidita; poco trabajadores, muy empeñados y dilapidadores,  románticos y cabezotas.., que han debido de conocerse o al menos columbrarse cerca o de lejos por la buena vista de su autor. El lenguaje es popular, por eso he escrito también lo de "mejor oído" en el título. (en algún momento he leído que Galdós cuando era viejo y famoso encargaba a alguien que se metiera en los ambientes populares para abastecerle de palabras nuevas)

Al principio tuve pavor de que me comieran los nombres que brotan como arroyos de montaña. Me decía: "tienes que tomar boli y papel para hacer un mapa de nombres, que te vas a perder, Juanito". No ha sido necesario, y no porque me sobre memoria, sino porque los arroyos desembocaron en unos personajes principales que se convirtieron en una cuenca fácil de identificar. Al final podríamos decir que el protagonista principal es Jaime Tierry, aunque la novela es un cuadro coral, un paisaje con figuras trasnochadas. Resulta moralista porque ajusta las cuentas, y los personajes trabajadores prosperan y progresan, mientras que los que no lo son se convierten en carne de tragedia novelesca predecible.

Me recuerda mucho a Galdós por su buen oído y oficio. También me recuerda su personajerío a Umbral, que odiaba a Baroja, a quien pone a caer de un burro en su libro Las palabras de la tribu. A Cela le gustaba mucho Baroja y a Heminguay también. Hay mucho personaje pintoresco del estilo de Cela y mucha facilidad de trazo narrativo del norteamericano.

No sé si Madrid le ha pagado la deuda a Don Pío, si es así debería abonársela en avenidas, estatuas, estaciones, porque es uno de los grandísimos escritores de la ciudad. Me gusta más su trilogía de la Lucha por la Vida y este gracioso cuadro de personajes del Buen Retiro, que todas las aventuras marítimas que prodigó tanto y que se  identifican como propiamente barojianas.

miércoles, 27 de marzo de 2024

¿Deberíamos haber hecho un viaje?


 Aunque solo fuera por llenar de colores esta página. Pero el frío, lo mismo que el calorazo, encoje el ánimo. Menos mal que hicimos el viaje de finales de enero y mi mujer luego ha ido a Valencia una semana; ya tenemos satisfecho el baño de imágenes correspondiente a este trimestre.

Primum vivere, deinde filosofare. Este refrán latino, que conozco desde mi adolescencia, "primero vivir, después filosofar", me está pidiendo más vida, y es que nosotros solo vivimos plenamente cuando viajamos, aplanando horizontes, abordando ciudades y pueblos, bebiendo sensaciones con avidez y todavía sorpresa, maravilla.

Escribo, leo, toco la guitarra, salgo a correr, compro, como, cocino, pero sabiendo que el vivere está más allá, con sus tensiones y sus deslumbramientos, que habrá un día en que no podamos por la falta de vigor aventurero y tenga que resignarme a la pasividad de los recuerdos almacenados. Me gusta la literatura de viajes, me gustan los documentales de viajes (sin perro, sin majaderías, que últimamente en la televisión española ponen algunos), me gusta reconocer.

Abomino de introducirme en las multitudes, disfruto los ambientes serenos, por eso los días antes a esta Semana Santa iba a ser el siguiente. Huiríamos a casa justo hoy, cuando se avecina la vorágine en todos los destinos de España, pero el tiempo húmedo y ventoso nos amilanó y aquí quedamos sin salir, viendo nuestro particular paisaje, ahorrando ganas para la próxima escapada.

Ayer nevaba así de bonito, y nosotros al calor del salón.



así está el huerto esta mañana cuando le entra una racha de sol.



os guardo este detalle de la nieve de ayer sacado de la misma foto, solo la he recortado pero con el mero recorte ya resulta tremendamente pictórica.


martes, 26 de marzo de 2024

La aceleración de la desagregación

En el año 1964 nací en un pueblo, en la casa de mis abuelos donde se asentaron mis padres al casarse. Vivían en ella mi abuela mi tía y mi tío, mi padre que trajo a mi madre que venía de casa de mis otros abuelos, y yo, que llegué a mi tiempo. Todos girábamos en torno a una lumbre baja que proporcionaba el calor durante el largo invierno castellano, y la cocina donde se elaboraba la comida todo el año. Éramos herederos del lar, el hogar romano, que a su vez vendría de la hoguera de los clanes familiares que hubiera antes. El fuego, su energía, su luz nos unieron durante siglos, allí las familias dialogaron y se contaron historias contemplando las brasas. Mas tarde mis padres construyeron una casa donde nacieron mis hermanos en la cual también comenzamos con una lumbre baja para calentarnos y cocinar. De ella se podían extraer tizones para un brasero que había que dejar reposar a la puerta para que no nos "atufáramos" con monóxido de carbono. Esto permitía llevar calor a los pies en otra habitación diferente de la cocina.

Un día de los años setenta apareció el gas butano. Esa comodidad marginó el centro de la casa. En verano ya no había que poner lumbre, bastaba girar la llave del gas y encender una cerilla para cocinar.

Emigramos a la ciudad en 1978. Allí no había lumbre, tampoco calefacción. Nos arreglábamos con un brasero eléctrico bajo una mesa camilla, estaba frente a la televisión que ahora era el centro de la casa, había una cadena y media que no emitía por las mañanas y desconectaba por las noches. La magia de la conversación mirando a los abstractos tizones se convirtió en información y entretenimiento elaborado lejos de nuestra casa. Pero todavía podíamos comentarlas en familia.

Tiempo después conseguimos un piso con calefacción en todas las habitaciones, por entonces ya había en casa radiocasetes y libros. Al poco comenzaron las televisiones privadas, y el mando a distancia para hacer fácil el cambio de canal. Las diferentes preferencias familiares y las alternativas hicieron que la ceremonia familiar se disipara. Los diferentes horarios ya motivaban que los días laborables no comiéramos juntos. Los domingos aún

Había aparecido el frigorífico, donde teníamos comida guardada, eso acabó con la disciplina de comer juntos. En algunas casas aparecieron pequeños aparatos de televisión en algunas habitaciones, la familia se disgregaba, la comodidad de no confrontar y discutir, y el egoísmo, triunfaron.

Mi hija cuando viene a mi casa se atrinchera en su habitación. En las pasadas vacaciones de navidad no vimos ni un minuto juntos la televisión. Cada cual mira su pantallita y abre el frigorífico cuando le da la gana. 

No cabe duda de que es cierta la teoría de que el universo se  sigue expandiendo desde el lejano "Big Bang"

lunes, 25 de marzo de 2024

Evolución involución frustración.

 El odio se produce por la frustración del amor: entonces da su salto de sapo el rechazo. Esta frase es de una novela inédita que presenté a un premio que no me dieron en el 97. 

Queremos algo o a alguien y nos aborrece, se nos cae algo al suelo, nos pegamos un pequeño golpe con el coche por no tener cuidado, y en la frustración brota violencia, ofuscación. Yo a veces grito y sé que no está bien, pero debemos dar gracias al grito que nos frena de hacer cosas peores. "Cuídame del toro manso, que del toro bravo ya me cuido yo". No sé si los españoles somos más o menos gritones que los otros habitantes del mundo, podríamos pensar que los italianos nos sacan la cabeza y que los portugueses no nos llegan a la cintura en cuestión de gritos. Pero esto lo digo por cómo hablan de ordinario. Nunca me gritó un italiano en la Roma del 2014 plagada de turistas, y tampoco me ha gritado un portugués las ya  difícilmente contables veces que he entrado a conocer ese amable país.

Supongo que cuanto más energías gastemos en los quereres, más estridentes reversos odiosos nos brotarán. Porque es una reacción inversamente o directamente proporcional. 

Como yo me enamoré de Barcelona cuando la visitamos en agosto de 2008, que fuimos correspondidos por la gente que encontramos, y nos sentimos "en casa", parte de la ciudad, la sentimos simpática y nuestra,  me duelen y me frustran todos los "feos" que nos hacen a los demás españoles, ese supremacismo  hacia los inmigrantes del resto de España que llegaron allí, que culmina el los procesos del "Procés". Hay evidentes odios cruzados.

La historia racial en nuestro país, como en el mundo en general, se va a empantanar. Este año ha nacido menos gente que nunca y muchos de los que han nacido son hijos de extranjeros cuyos padres son ajenos a nuestra cultura, (los que vienen de países hispanohablantes menos) y la mayoría no van a preservar nuestras tradiciones ni ningún idioma que no les sea práctico. Pronto nadie bailará jotas, ni llevarán santos a hombros, ni habrá público para los toros o la zarzuela. Todos los nacionalismos necesitan niños a quienes inculcar o acoplar valores nacionales. En España, nos pongamos como nos pongamos, no va a ser viable ningún nacionalismo. Los escasos retoños de ahora y los que vengan no es fácil que vengan dispuestos a cargar ni comulgar con nada. Existen millones de canales donde cada cual puede elegir sus preferencias en un mundo globalizado.

Por mucho que nos desagrade, esa es la evolución, líquida, que se escapa de todas las manos.

domingo, 24 de marzo de 2024

Fernando Fernán Gómez el Triste Triunfador



En todas las entrevistas que le escuché se quejó como cosa propia de lo mal que vivían y el hambre que pasaban los actores, y la gente de la farándula. No fue su caso desde la película Balarrasa. Fue un triunfador desde jovencito. Aunque su juventud coincidiera con la posguerra y la autarquía, trabajó en muchísimas películas, la mayoría como protagonista, pero como era alguien muy inteligente y creativo escribió mucho para el ABC, para El País, teatro, adaptaciones teatrales, disfrutó de mujeres espléndidas como Analía Gadé Maria Dolores Pradera y Enma Cohen.

Es uno de los grandes directores del cine español con El Mundo Sigue, Viaje a ninguna parte, 4.000 días juntos, El Extraño viaje. Para mí es comparable a Berlanga, a Buñuel, a Camús, a Garci, a De la Iglesia. y superior a Almodóvar. Ha sido multipremiado y multirreconocido hasta el punto de ser miembro de la Real Academia de la Lengua.



Sin embargo toda su obra es triste,  acaba mal, y esta última que he leído no es una excepción. Yo diría que cultivaba el "postureo triste", como los tangos, por cierto siempre tuvo la nacionalidad argentina. Era un anarquista, fue a la escuela de teatro de la CNT, no obstante tuvo el papel de Balarrasa, el régimen franquista, le dejó ser, hacer y destacar. Aunque una de sus mejores películas El Mundo sigue, cuyo autor es Zunzunegui, no tuvo recorrido comercial, ahí estuvo siempre, reconocida su valía en vida y en muerte con su nombre en uno de los principales teatros de Madrid.


viernes, 22 de marzo de 2024

A veces nos empecinamos en cerrar mucho los ojos a las cosas que se veían venir

 La cerrazón cerebral bloquea la percepción del peligro. Hay un personaje clásico que se llama Casandra que se opuso a que metieran el caballo de Troya en la ciudad, pero nadie quiso creerla. Era una agorera. Troya fue arrasada por los aqueos.

Un refrán muy típico es "quien mal anda mal acaba" pura tautología, que sin embargo tantas veces se desoye.

Nos pasa a la humanidad con el cambio climático, con el abuso de los teléfonos móviles, con el "procés" del separatismo catalán -en su día 7.000 empresas se deslocalizaron de allí-, ahora las inacabables cesiones del presidente Sánchez, todo va a más y llegaremos a la catástrofe. Después alguien nos dirá, pero ¿Cómo no lo visteis si estaba clarísimo? Yo veo bastantes cosas, pero nadie me hace caso, soy un Casandro.

Hoy pasaron por la televisión un documental escalofriante centrado de las familias de dos niños  de siete años enamorados del Michael Jackson. Era un ídolo universal y su ídolo infantil, los muchachos le imitaban desde pequeños, e infantilmente las familias no quisieron ver nada raro en darles el capricho de que durmieran en la misma habitación con él.

Las familias estaban entusiasmadas con que un personaje admirado por todos (hasta Fred Astaire dijo de él un día "me alegro de haber vivido para conocer a mi sucesor") hubiera elegido a sus hijos, australianos, y los invitara y agasajara sin tasa en un paraíso infantil llamado Neverland que parecía diseñado para engañar a padres incautos y terminar maravillar a niños con su magia. Los dos protagonistas pasivos de la historia, ya adultos, están tocados en demasiados sentidos: reconocen todavía amar a su ídolo y sentirse cómplices de todo lo que sucedió contra su infancia: ¡de siete a once o a catorce años!

Parecido sucede con los teléfonos móviles en manos infantiles, pero si todo el mundo tiene uno, pero si son necesarios para cualquier cosa, la gente de mi generación y siguientes -adicta en su madurez- no se da cuenta de que son niños los que tienen esa ventana en sus manos, pero si con ellos se calman, pero así no dan guerra, pero.... ¡Con qué destreza los manejan! 

¿Quién maneja a quién? pregunto yo como acababa el relato de Cortázar del reloj.

El documental Never neverland es reiterativo, las madres de los niños (que los padres no han querido salir, uno se ahorcó) explican y justifican cómo no vieron lo que ahora es evidente, evidentísimo. Qué bien se torea a toro pasao. Las armas de destrucción masiva de Sadam.

Los teléfonos de ahora van a perjudicar con la vista de los niños, les proporcionarán además problemas de espalda, pero las cuestiones de percepción de la realidad y de dependencia psicológica serán también considerables.

Habrá gente que diga como con el cambio climático, "pero cómo pudieron permitir eso".

Los responsables de nuestros actos somos nosotros, para salvar al mundo, para salvar España, para salvar a nuestros hijos, para conservar nuestra cultura y también la cultura universal, nuestra salud, nuestros antibióticos, cada vez menos efectivos.

En este tercio de mi vida que voy a empezar lamentablemente escucharé y diré muchas veces eso de que se veía venir.

Pero la gente se deja.

miércoles, 20 de marzo de 2024

Relojes

Había un dicho clásico para supervalorar este aparatito. Se decía de un pueblo de gente muy inteligente "El más tonto hace relojes". 

No entiendo la alta consideración de los relojes caros de la actualidad: los futbolistas invierten su dinero en ellos y por eso las bandas de atracadores violentan sus chalés. En las grandes ciudades hay gente especializada en robar relojes de "alta gama", a punta de pistola y en moto. Deben de hacerse de titanio de platino, de oro, no entiendo emplear estos recursos minerales en algo tan sencillo y accesible como la hora.

Cuando mi padre se compró su reloj, lo tenían pocos los mozos de su pueblo. Un primo suyo se lo llevó a la mili, para que le hiciera compañía, para que pareciera más importante que los otros quintos que no lo tenían, o para no tener que preguntar y, al contrario ser preguntado y poder "dar la hora". El caso es que mi padre y él lo recordaban como un gran favor. En muchas fotos antiguas, a las que soy muy aficionado, se puede observar gente con posturas extrañas para que, disumuladamente, se le vea el reloj.

De esta época es esta delicia de Julio Cortázar:

https://www.youtube.com/watch?v=oxMZ129dnt8&t=7s



Vuelvo a mi estupefacción. Hoy todo el mundo suele llevar un teléfono móvil donde hay siempre "buena hora". En tiempos de mi lejana juventud se preguntaba ¿tiene usted buena hora? En esa época los relojes adelantaban o atrasaban, pero muchas veces se paraban si no se era constante dándoles cuerda periódicamente. Un regalo típico en la comunión era un reloj, conmigo no lo hicieron. La verdad es que los relojes "de comunión" eran baratos porque un niño de siete años no era la persona más adecuada para llevar algo caro en la muñeca. Había niños a los que solo les dejaban ponerse el reloj los domingos.

Recientemente escuché que la presidenta Boluarte de Perú tiene algún problema de corrupción por los relojes caros. No lo entiendo: será porque ya no existen relojerías, sino joyerías donde venden relojes.

                                                ***

Nunca he entrado en una joyería. Mi padre siempre trabajó con metales, que eran tanto más valiosos  según sirvieran mejor o peor para cortar o tallar piedra, segar mies, partir leña...